cuarenta y nueve.

3.3K 254 15
                                    

Ver reflejadas nuestras fotos en la luna me hacen desear haber cambiado —o por lo menos, haber sabido— muchas cosas.

Si hubiese sabido que iba a ser nuestro último beso,
quizás lo hubiese alargado un poco.

Me habría quedado ahí, sintiendo tus labios sobre los míos.

Admirando,
con los ojos cerrados,
la cercanía de tu cuerpo.

Tu respiración lenta. Tu pecho inflándose lo suficiente como para tocar el mío.

Hubiese subido las manos y acariciado tu pelo rizado con los dedos.

Habría jugado con él, tocándolo y peinándolo mientras me sigues besando porque notarías que algo no iría bien,
y cuando algo no va bien me besas más tiempo y me abrazas más fuerte.

Te habría acariciado la cara. Pasando por las mejillas despacio hasta llegar a  tu mandíbula para bajar hacia tu cuello.

Me hubiese quedado ahí y seguido acariciando tu cuello despacio, para ahora poder recordarlo.

Hubiese inspirado tu olor a colonia de hombre del pull&bear y champú.
Tu saliva habría sido mi morfina para callar aquel dolor que me estaría taladrando.

Y,
con la certeza de que ese sería nuestro último beso,
habría llorado.
Y tú te apartarías y me preguntarías si todo iba bien, si me pasaba algo.

Te diría que te quiero más de lo que imaginas.
Te diría que si no estás tú yo no soy yo, porque yo soy yo sólo cuando estás tú.
Te diría que te necesito.
Y tú me mirarías con tus ojos verdes que siempre se cernieron sobre mí como una tormenta en otoño.

Me abrazarías fuerte y te sentiría ahí. Sentiría tu presencia inequívoca.
Tus brazos en mi piel. Tu cuerpo rodeando el mío.

Y quizás, así,
cambiando ese último beso sabiendo que iba a ser el último,
no lo hubiese sido y esta madrugada aún estarías conmigo.

Tormentas y demás pensamientos de madrugada. Where stories live. Discover now