sesenta y cuatro.

1.7K 143 13
                                    

Una de esas tantas cosas que le reprocho a la vida un Domingo por la tarde cuando mi alma —tirada en el sofá— se asfixia de golpe, es el hecho de no tener conciencia de los momentos que nos marcan hasta que ya han pasado.

No saber si ese adiós será el último,
si esa noche habrá una despedida que te deje el corazón en la mano y la botella de vino abierta.

Darte cuenta de esto no te hace más sabio,
ni más artista,
ni más profundo,
ni más nada.

Darte cuenta del inminente e inescrutable paso del tiempo sólo te hace un joven cuerpo demasiado preocupado por el latir de su corazón que revive su presente como si fuesen recuerdos del pasado.

Una especie de anciano con la voz en off narrando todo lo que te está pasando en cada una de las situaciones preguntándote por qué no puedes volver a vivirlas incluso cuando las estás viviendo.

Por qué todo pasa así de rápido.

Por qué no puedes quedarte para siempre en los momentos importantes y saber que lo son.

Por qué no nos damos cuenta de las cosas que tenemos hasta que las perdemos.

A veces, en situaciones cotidianas, siento que pierdo la vida,
porque perdemos la vida.

Tormentas y demás pensamientos de madrugada. Onde as histórias ganham vida. Descobre agora