El águila y el tigre

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Los niños corrían por la calle aun vestidos con su uniforme escolar, Yamato y Hayate eran grandes amigos, por eso, cuando el padre de Hayate le prohibió ir a la tienda donde laboraba ese preciso día, el pequeño no dudo en invitar a su amigo para presenciar la razón de la prohibición.

Vamos Yamato, apúrate, van a empezar a pelear en cualquier momento.

Ya voy Hayate, ¿no puedes ir más lento?

Se había corrido el rumor que un miembro muy importante de Shadaloo iba a visitar la nueva casa de baños, perteneciente a la franquicia del famoso luchador de sumo Edmond Honda, quien no solo se había negado a pagar el tributo exigido, sino que había golpeado a varios miembros de Shadaloo.

Los pies de los niños parecían moverse más rápido de lo que tardaban en articular palabras. Aun con su uniforme escolar se apresuraban para, posiblemente, el mejor espectáculo que jamás hayan tenido en sus jóvenes vidas.

¡Cállate Yamato! O nos van a descubrir.

Los niños aminoraron el paso y en cuclillas procedieron a dar vuelta en la esquina, llegando hasta un callejón donde había unas escaleras que conducían a las azoteas de los edificios de la solitaria calle.

Una vez allí, agachados, se acercaron lo más que pudieron al borde, quedando resguardados por una pared a un costado del cuarto en la azotea del edificio.

No podían escuchar a los peleadores, que estaban justo al otro lado de la calle, justo frente al nuevo edificio de baños sauna, pero tenían un excelente asiento para el combate.

Uno de ellos no necesitaba presentación, era el mismísimo Edmond Honda, el famoso luchador de sumo, quien traía su indumentaria clásica de lucha: un xhikona tradicional de combate, una especie de falda, además de su maquillaje tipo kumadori, típico en las representaciones dramáticas niponas, con su negro cabello amarrado en forma de chonmage, recogido completamente hacia atrás formando un enorme chongo encima de la cabeza, un peinado típico de samuráis y luchadores de sumo.

El otro, su oponente, era un gigante calvo, pero de gran musculatura, tenía un parche en su ojo derecho y una enorme cicatriz en el pecho, además vestía únicamente un short deportivo y llevaba vendas amarradas tanto en pies como en manos.

Honda se aproximó al gigante mientras estiraba sus poderosos brazos, preparándose para el inevitable combate.

Ya le dije a tus secuaces, no importa cuántos lacayos envié Shadaloo, Edmond Honda nunca cederá.

El gigante cerró con fuerza sus puños.

Sagat no es lacayo de nadie, de hecho, me alegra que te resistas... nunca he matado a un luchador de sumo.

Fue Sagat quien lanzó el primer ataque: una poderosa patada que Honda recibió en el hombro sin mayor problema, solo dio unos pasos hacia atrás para después contratacar, Sagat atacó con un fuerte puñetazo que su oponente interceptó, logrando acercarse lo suficiente para tomar de la cintura del tailandés en un poderoso abrazo que apretaba cada vez más y más. El gigante notaba la increíble presión, sentía como si fuera a partirlo en dos. Su espalda se curvó hacia atrás y por primera vez en mucho tiempo lanzó un grito de dolor. En un arrebato de furia Sagat se reincorporo y dio un cabezazo al imponente japonés, quien lo soltó inmediatamente.

Al momento que tocó el suelo, Sagat se lanzó al ataque con una patada voladora que sorprendió a Honda con la guardia baja y tras el impacto, el tailandés inmediatamente dio un giro al momento de caer y continuó el ataque con su otra pierna.

El sendero del TigreWhere stories live. Discover now