Epilogo

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El grupo de mercenarios y cazadores se internaron en la densa jungla esperando sacar algo extra de la misión por la que habían sido contratados, llevaban tres días buscando en la selva una famosa cascada, en donde supuestamente encontrarían a su presa, pero debido al irracional temor de los guías, habían dado varias vueltas en círculos.

El grupo de cazadores furtivos sabían que no debían estar en esas tierras, pero los mercenarios les habían prometido mucho dinero si los guiaban hasta las cataratas.

El nutrido grupo de hombres iban armados hasta los dientes, desde pistolas semiautomáticas de 9mm hasta rifles de asalto Kalashnikov pasando por las clásicas carabinas Remington para cacería, desde los modelos más convencionales hasta las modernas 597-vtr QuadRail.

Ese no era un grupo normal, muchos de estos hombres fueron contratados por grupos criminales a nombre de Shadaloo para que cazaran a cierta presa que residía en esos bosques, no eran los primeros en hacerlo, muchos otros hombres habían llegado hasta ahí pero nunca volvían a salir.

Al escuchar el sonido del agua sabían que habían logrado la primer parte de su misión, ahora solo buscarían la forma de tender la emboscada perfecta a la criatura más peligrosa de la jungla, pero antes de siquiera poder descansar vieron una enorme figura frente a ellos vestida con unos pantalones rasgados y una especie de poncho grisáceo sumamente desgastado, era un verdadero gigante tapando los primeros rayos del alba. Los hombres no estaban preparados y tardaron cerca de un minuto entero en preparar sus armas, pero la misteriosa figura no les iba a dar ninguna oportunidad.

De inmediato los gritos de agonía de los hombres así como de los huesos rompiéndose llenaron la selva, el gigante no tenía piedad alguna con ellos, cuando todo término solo quedaba uno de los mercenarios en pie, portaba en sus manos un rifle AK 47 y apuntó directo a su atacante.

— ¡Eres hombre muerto Sagat! ¡Nadie rechaza a Shadaloo y vive para...!

Sin previo aviso una sombra cayó detrás de él emitiendo un aterrador rugido, el tigre aun no alcanzaba sus máximas dimensiones, pero era lo suficientemente pesado para derribar a un hombre adulto y matarlo en cuestión de segundos. Con el hocico lleno de sangre el enorme felino se acercó hacia Sagat, que se agachó un poco y empezó a acariciar el lomo del tigre.

—Bien hecho Willa Maiu, cada vez eres mejor cazando.

Sagat esculcó los cuerpos de los hombres para destruir toda arma que cargaran y tomar algunas cosas útiles para la gente de la aldea, como dinero, víveres o medicinas, cuando se percató de que el guía no estaba muerto, solo estaba en el suelo, en posición fetal, absolutamente quieto.

A Sagat le repugnó ver tal cobardía y con una sola mano lo levantó del suelo, el hombre empezó a llorar, rogando por su vida, mientras Willa Maiu rugía con gran potencia.

—Escúchame gusano, eres patético por haber guiado a estos hombres y por no tener dignidad para enfrentar a la muerte, no mereces mi esfuerzo, regresa y dile a todos que estas tierras están protegidas por el Rey del Muay Thai y si Shadaloo envía a más hombres, yo mismo los matare. Ahora lárgate de mí vista.

El hombre cayó al piso y ante la atenta mirada del enorme felino se arrastró hasta conseguir levantarse y emprender la huida.

Sagat regresó a la aldea en donde fue bien recibido, como siempre, por los chicos que empezaron a acariciar a Willa Maiu y esta sorpresivamente se dejaba consentir, ronroneando como si fuera un gatito.

—Veo que has regresado de tu... cacería Sagat.

El líder del pueblo, Chit, cada vez más entrado en años, se acercó para saludar a quien ya consideraba no solo su protector, sino su amigo.

El sendero del TigreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora