Capítulo XII

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No al plagio

Capítulo doce: Derrotada

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Últimamente, no he tenido control de mis emociones. Me la paso nerviosa o despistada; pero, ¿cómo no estarlo si te dicen que hay una buena posibilidad de que el amor de tu vida regrese a dicha vida?

Según Draco y Severus, se encontró la forma de sacar de su castigo eterno a Harry. Me explicaron los tiempos de las dos dimensiones son muy distintas y que no me sorprendiera si él no regresaba igual.

Si era otro Harry el que volvía.

No me importa. Lo único que pido es volverle a tener cerca —aunque eso implique ya no ser parte de su vida como lo fui años atrás—. Porque nadie más que Hermione sabe la amistad que teníamos él y yo, pero, sobre todo, ella sabía que yo he anhelado mucho más. Fue mi consejera, fui mi paño de lágrimas. Porque no tuve otra opción cuando fui descubierta por ella, en el baño del segundo piso, siendo consolada —o un intento de ello— por Myrtle la llorona.

Había visto a Potter declararle su amor a la perra loca. Él me daba la espalda, Ginevra estaba frente a él, así que la muy estúpida sonrió maliciosamente, mientras me observaba con satisfacción y le decía que sí. Cuando en esos momentos iba dispuesta a encontrarme con él para declararle lo que sentía.

¡Eso fue a finales de cuarto año!

Se me destrozó el corazón al ser espectadora número uno de la relación más tóxica en Hogwarts. Ella nunca le fue fiel, siempre buscó entrepiernas masculinas para tragar y degustar. No supo lo que era la lealtad y fidelidad. Me daba asco e impotencia ver la cara de zorra que ponía al estar junto a Harry; tratando de mostrar una cara de ángel cuando era la hija del puto diablo.

Pensé que estaba perdida.

Sin embargo, llega Hermione ese día al baño, me presta atención y declara que desea ayudarme a acercarme a Harry. Que podía lograr que me aceptara como su amiga, que no podía ayudarme con más porque Ginevra era su amiga y no quería meterse en la relación de sus amigos. ¡Ja! Casi muere al ver lo mosquita muerta y puta que era en realidad.

Son gajes del oficio en muchas ocasiones. A veces no préstamos atención a la gente que nos rodea y resulta ser que son las personas que más nos clavan espinas y clavos en la espalda. No sentimos mucho dolor porque las heridas son pequeñas, pero cuando ya no hay más lugar para lastimar es cuando nuestro cuerpo nos pide a gritos que le pongamos fin al sufrimiento.

Acepté. Fue lo mejor que pude hacer.

Al principio, él se mostraba receloso de mí. No obstante, le fui demostrando que era de confianza y me abrió los brazos como se los abría a Hermione. Con amistad.

El suave viento que corre en el pueblo me saca de mis cavilaciones; paso la vista por todo el lugar y me doy cuenta de que está concurrido. Me gusta estar rodeada de gente, aunque hoy no es un buen día para mí. Los recuerdos de esa estúpida y sus artimañas me han amargado. Así que voy con pasos lentos hacía el puente que hay cerca de aquí.

Está haciendo un poco de calor, el sol está en todo su apogeo, pero eso no quiere decir que los vientos helados dejaran de sentirse. No. Por lo que no sorprende no encontrar a nadie en el puente; las bancas están vacías y frías. Me acomodo en una de ellas y cierro los ojos para dejarme empapar por la tranquilidad que el lugar tiene y que tanto necesito.

Puros de Espíritu Where stories live. Discover now