Capítulo IX

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No al plagio

ADVERTENCIA: Recuerden la dinámica del vídeo.

Capítulo nueve: Oportunidades

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Siempre lo supe. No sé por qué me sorprende verlos de esa forma, si nunca tuve duda alguna de que eran felices sin mí.

¡Ja! Por más que dijeran mis padres que no se rindieron hasta tener a una niña con ellos, para tenerme a mí, nunca tuve la duda de que era mentira. Fui la última Weasley en nacer, le quité su lugar a Ronald por un tiempo. Sin embargo, ahora puedo ver que mi existencia es muy fácil de olvidar.

Rasco con delicadeza mi hombro antes de acomodar la tela de la túnica en su lugar. El malestar me hace recordar el por qué estoy viendo a la tonta familia en la que nací; tienen un almuerzo dinámico en los terrenos de la casa, algo normal, todos comparten la comida, todos hablan fuerte, todos están… felices. La melancolía toma por unos minutos la batuta de mis emociones, haciéndome recordar lo bello que era pertenecer a la familia Weasley. Doy pasos pequeños, pero seguros, acortando la distancia que me separa de ellos.

No pienso matarlos, todavía no.

Ahora entiendo el porqué de la vergüenza de Percy al tener ese apellido. Comprendo la rabia que sentía cada vez que veía a mi padre presentarse a trabajar en la sección más idiota del ministerio, ganando una miseria que apenas y nos podía dar para comer. ¡Por Morgana! Todo es tan claro ya. Que no puedo creer lo tonta que fui todo ese tiempo.

Una idiota.

Pude haber logrado un buen papel junto al Señor Tenebroso cuando ocupó mi cuerpo. ¡Perdí mucho cuando Harry jugó hacerla de héroe! Tuve el poder en mis manos y lo dejé ir. Me arrepiento tanto de haber hecho las cosas mal, de no haber seguido el consejo de Voldemort que, día a día, susurraba en mi mente.

Era una mocosa en aquél tiempo. Hoy, ya no lo soy. Ginevra Weasley le dará otro sentido al nombre de la familia, ¡le dará el valor que se merece! ¡Me levantaré y seré el terror de esta tierra, así como lo fue en su día el Señor Tenebroso!

Aquellos que se atrevieron a humillarme, perecerán bajo mi puño. Todo aquel que se burló de mí, sufrirá en carne propia cada maldita letra que ocupó en dicha burla. No tendré misericordia de nadie. Ni siquiera de mi propia sangre, porque ellos le dieron la espalda a mi recuerdo. Han pasado la hoja con bastante facilidad mientras pensaba que seguirían sufriendo mi perdida.

Mente de chiquilla estúpida.

Ya no más.

Los ruidos que hacen al convivir van alimentando mi enojo. Deseo destruirlos y me recuerdo que aún no es tiempo de hacerlo. Que, primeramente, debo ir por Greengrass y, una vez muerta, la siguiente será Granger. Esa mujer que hizo llamar mi amiga y no fue más que una zorra. ¡Una puta que me quitó a mis hombres!

El odio que siento por ellas es inmenso, lo no voy a negar. La primera me quitó mi belleza; la segunda, se metió en las camas que no le pertenecían. Deben morir de la peor forma. Me deleito en el pensamiento de escucharlas gritar, rogando por que las mate de una vez. Pobre ilusas si piensan que morirán con rapidez.

No. La venganza se disfruta, se saborea y se degusta con pulcritud.

Termino de dar pasos al ver a mi madre levantarse de su asiento para ir por algo a la cocina. La sigo silenciosamente, es lo único de bueno de toda esa bola de inútiles que tengo por padre y hermanos. Cuando llegamos, comienza a sacar trastes con un movimiento de varita y abre el horno con otro gesto de manos, la pierna de cerdo en su salsa huele delicioso y casi hace que me gruña el estómago. Susurro un hechizo silenciado a mi alrededor y poso mis ojos sobre ella, tiene el rostro marcado por las ojeras. ¿Por el llanto? ¿Por mi recuerdo? No sé. Verla así provoca un inmenso placer en mi interior.

Puros de Espíritu Where stories live. Discover now