Capítulo VIII

2.6K 176 34
                                    

No al plagio

ADVERTENCIA: Ya saben cómo es la dinámica de los vídeos. Reproducen mientras leen y, en el minuto donde se quedaron, es donde empiezan en el capítulo que sigue.

Capítulo ocho: Instintos

.
.

Las ganas de salir corriendo de la casa no se iban con nada. ¡Maldita la hora en la que había aceptado cenar con los suegros! No tenía de otra ese día más que decirle que así a Astoria, y con esos ojos de cachorro triste —tetra manipuladora de la Slytherin— caí en picada a la trampa.

Aunque no voy a negar que nunca podré decirle que no a algo que ella me pida. Confío mi vida en sus manos, sé que no me expondría al peligro de muerte… Pero, demasiado tarde, entendí que sí se divertiría a mi costa a la primera de cambio. Algo que aprendió muy bien con mis hermanos.

—Querido —me llama la madre de Astoria desde uno de los extremos de la mesa—, me ha comentado mi pequeña que tienes unos hermanos muy talentosos en los negocios. ¿Es cierto?

—Sí, señora —contesto con un poco de rigidez.

Siento la mano de Astoria posarse sobre mi rodilla y darle un ligero apretón en son de apoyo.

—¡Vamos! —dice excitada mi suegra—. Cuéntame más sobre lo que hacen.

Carraspeo con nerviosismo.

—Mi hermano mayor, William, trabaja como rompe maldiciones en Gringotts. Le va muy bien y hace un año contrajo matrimonio con Fleur (una veela que conoció cuando fue el Torneo de los Tres Magos). —La mano de Astoria era como una anestesia a mis nervios, y me dejé llevar por sus caricias—. Charlie es un domador o entrenador de dragones en Rumania; casi no lo vemos mucho en el año, pero trata de estar con nosotros cada diciembre o cuando íbamos a entrar por primera vez a Hogwarts —comento, llevando la copa de vino a mis labios para refrescar la garganta. Sin embargo, casi me ahogo con él al sentir que la mano de Astoria sube un poco más de lo decentemente permitido en una cena con los suegros.

—¿Qué pasa, Ron, no te ha gustado el vino?

Maldita escuincla, sacada de las puertas del infierno.

—No, claro que no, el vino está exquisito. Simplemente que recordar a mis hermanos provoca emociones que no puedo controlar.

—Te entiendo, querido. Yo quise tener hermanos o hermanas, pero mi pobre madre no pudo tener más. Por lo que me propuse a tener más de un hijo cuando me casara —dice comprensiva, dándome una pequeña sonrisa. ¡Si supiera la clase de hija que tiene no tendría esa sonrisilla!

Disimuladamente, trato de quitar la mano con poco éxito. Astoria se aferra a la parte superior de mi muslo, muy cerca de mi ingle y decido dejar de hacer movimientos extraños por la mirada que Daphne me dirige.

Y apenas está comenzando.

—Percy —prosigo con la plática—, es un hijo de pe…

—No creo que quieras insultar a tu madre de esa forma, querido. Los padres, a veces, no tenemos la culpa de que tan podridos nos salgan los hijos.

—Sí. Tiene razón, disculpe.

—Continúa.

Puros de Espíritu Where stories live. Discover now