3-Perdiendo La Fé

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Allen mordió el collar, rompiendolo en pedazos.

Tenia un sabor dulce, la boca se le hizo agua de inmediato, hace días que no probaba ningún bocado, y ser un tipo parásito no había ayudado en nada. Su estomago le rugió de forma dolorosa.

Pero se quedó quieto, mirando a las tres esquinas de la celda, húmedas y frías, esperando a que algo pasara.

Se preguntaba, ¿de verdad aparecería?

Contaba los segundos mentalmente, con una gota de sudor surcando su frente, aferrándose a la idea de que aún existía alguien que no lo dejaría solo.

Diez segundos, quince, veinte, treinta...

Cuarenta segundos después, los sellos de papel pegados por toda la celda comenzaron a despedir pequeñas descargas eléctricas color morado, comenzando a fallar, y finalmente, la barrera hizo corto circuito y se rompió.

Una gran puerta en forma de corazón apareció de la nada, y Allen no pudo evitar suspirar aliviado.

-Si viniste...

Road entró en la celda, tenía puesto un vestido blanco de corte corazón con una falda amplia, además de listones color mroado que decoraban sus brazos, piernas y cuello.
Jamás la había visto más hermosa...

-Allen...

Road se llevó las manos a la boca al ver el estado en que se encontraba, y comenzó a llorar en silencio.
Era horrible, casi no lo había reconocido, tenía un sello cubriendo su ojo derecho y su boca, y el resto de su cuerpo estaba o quemado, o amoratado, o cubierto de sangre.

-Me da gusto verte Road.

Susurró débilmente, pero sintiendo calidez en el corazón como hace mucho no la sentía.
Ella comenzó a acercarse lentamente.

-Tenías razón Road, tenías razón. Debí escucharte, debí irme contigo cuando tuve la oportunidad.

Su voz se escuchaba apagada y amortiguada detrás del sello que cubría su boca.

Road se inclinó frente a él, sentía un nudo en la garganta al verlo tan... ¿Cuál era la palabra? ¿Herido? ¿Cansado?
No, era mucho más que eso.
Estaba roto por dentro.

-Ay Allen, mira como te han dejado...

Tomó el sello de su boca y lo retiró con suavidad.
Sus labios estaban secos y agrietados.

-Estas muy flaco, ¿En que estaban pensando esos animales?

Él tomó su mano, y la apretó con poca fuerza.
Sus ojos tenían un brillo suplicante y urgido.

-Road, sácame de aquí por favor, iré a donde tu quieras, incluso con el Conde, cualquier cosa es mejor que la orden negra.

El rostro de la chica se tornó taciturno.

-No puedo hacerlo, hoy ha habido una junta de todos los apóstoles, ¡el Conde está planeando asesinarte y llevarse tus memorias! No puedo sacarte de una prisión para llevarte a tu muerte.

Allen bajó la mirada, desesperanzado.

-Ya veo, entonces, no queda ningún lugar al que pueda ir.

Road tomó su mentón, y lo obligó a mirarla a los ojos.

Muchas veces había soñado con lo que estaba a punto de decirle, y eso hacía que su corazón latiera como loco.

-Eso no es verdad. Puedo sacarte de aquí... Podemos huir los dos juntos.

Los ojos de Allen por un momento recuperaron ese brillo perdido, y que a Road tanto le gustaba.

-¿Huir juntos?
-Si, podemos comenzar de nuevo Allen, solos tu y yo, podemos ir a un lugar donde no exista esta eterna guerra, la orden oscura, o la familia Noah. Podemos rehacer nuestras vidas juntos.

-Pero, tú eres una Noah, ellos son tu familia... ¿Estás segura de que quieres arriesgar eso por mi?

Road tomó su rostro con ambas manos, teniendo cuidado de no tocar ninguna de sus heridas, y le dio un pequeño y corto beso en la frente, justo sobre la estrella de su maldición.

-Arriesgaría todo por ti.

Allen dejó escapar una lágrima, conmovido.
No se había equivocado con ella, había hecho bien en dejar florecer sus sentimientos hacia Road...

-Gracias, de verdad.
-Sshh, ya me lo agradecerás cuando te haya sacado aquí. ¿Puedes levantarte?
-Claro.

Lo ayudó a ponerse de pie, teniendo extremo cuidado de no lastimarlo, y comenzó a retirar todos los sellos de su brazo y del resto de su cuerpo.

-¿Nos iremos por esa puerta que apareció hace un rato?
-Eehm, de hecho esperaba que tu usaras el arca para sacarnos de aquí... Cuando abro una puerta dos veces en el mismo sitio, el Conde puede rastrearla.
-Yo no puedo acceder al arca, por todo el cuartel hay sellos que me impiden abrirla para escapar.

Road levantó los brazos, sin saber qué hacer exactamente.
Debió pensarlo mejor antes de lanzarse de cabeza al corazón de la orden negra, ¿ahora como saldrían?
Allen se sacudió el polvo de encima, y estiró su brazo izquierdo, haciendo que la sangre vuelva a fluirle libremente.

-Supongo que solo nos queda salir de aquí a golpes.
-¡Pero mira como estás! No voy a dejar que pelees en este estado, ¡puedes morir!
-Descuida.

Allen activó su inocencia, cubriendo su cuerpo con su capa blanca, y de su brazo izquierdo crecieron enormes y afiladas garras en cada dedo.

-Incluso con todas estas heridas, los únicos que podrían hacerme frente son Kanda y los generales, y ninguno de ellos está aquí.

Road sabía que Allen era de los exorcistas más poderosos, junto a Kanda, que no poseían el rango de general.
Los únicos que habían logrado sobrevivir, e incluso ganar contra un Noah.
Pero aún así...

-¿Estas seguro?

Allen sonrió.

-Totalmente.

Ella suspiró, rendida.
No podía negarse a nada cuando ponía esa cara.

-Está bien, pero quédate todo el tiempo detrás de mi, yo te protegeré.

Él asintió.

Se quedaron de pie frente a la puerta, listos para tirarla y salir corriendo.
Allen tomó una bocanada de aire, aguantando el dolor de sus heridas más recientes, y las que no se habían curado correctamente, y Road levantó las manos, haciendo aparecer varias velas en forma de picos, lista para atacar.

-¿Lista?
-Si
-En marcha.

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