26.

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Patrick tenía que aceptarlo, Jade se encontraba peor de lo que se imaginaba y ello le estaba partiendo el corazón en trocitos.

Durante el camino al hospital le acarició la cabellera enmarañada, como si se tratara de una mascota herida y buscara confortarla. Le susurraba en el oído que todo estaría bien, pero Jade no le respondía. Vestida con la ropa que le dio, sus pantalones gastados y camisa de cuadros, seguro se iba quedando dormida.

De pronto, al tenerla en brazos, sentía que soñaba. Sí, porque la Jade que conocía se vestía distinto y era toda sonrisas.

Extrañaba tanto verla aparecer en el callejón con la misma falda y chaquetita, siempre con su apariencia de gata con botas. Añoraba su risa y el modo como se asomaba, como una chiquita traviesa jugando a las escondidas.

—Oye, pensé que no venías...

—Lo siento...Es que mi papá no me dejó salir antes. —le respondió echando los ojos al suelo. —Pero ya vine...

Jade se le acercó dando saltitos, para disimular que cojeaba de una pierna. Pat la dejó sentarse a su lado y apoyar la cabeza contra su hombro. Recibió de sus manos el recipiente que religiosamente guardaba para Noel, quien nunca aparecía. Jade lo recibía agradecida y por unos buenos minutos, no hacía más que hartarse de comida.

—Oye, si comes tan rápido te va a hacer daño.

Entonces le sonreía con las mejillas rellenas. Cuando podía ver el fondo del envase, parecía preocupada de que se fuera a terminar. En el momento que no quedaba más, Jade recogía lo que quedaba con los dedos y se los chupaba.

—¿Verdad que cocino rico? —Le decía contento de verla disfrutar hasta el último bocado.

—Más que rico. —le respondió su más fiel comensal—Pat eres el mejor.

—Oye, sí. Estabas con hambre, dejaste limpio el plato.

Jade se acurrucaba a su lado y le pedía que le cuente como le fue ese día. Era entonces cuando Patrick hacía gala de su capacidad para inventarle cuentos y pintarle pajaritos.

Le contaba acerca de la escuela y las bromas que se gastaban sus amigos. Nunca dejaba de mencionar a su madre, Maggie era una constante de cada noche, en las historias que inventaba para entretenerla. Le decía que a su mamá no le gustaba la idea que trabaje en esa tienda, pero siendo el hombre de la casa tenía que apoyarla con los gastos.

Jade creía cada palabra y veía en sus ojos que hasta se lo imaginaba. Cuando le decía que su mamá preparaba pasteles en la enorme cocina que tenían, parecía que hasta los podía saborear. La alimentaba de mentiras y ella se lo agradecía escuchando atenta, interrumpiendo en ocasiones para preguntarle acerca de Maggie.

Ella le dijo que no conoció a su propia madre. Además, consiguió sonsacarle información acerca de su supuesto padre. Era un abusivo, cretino e hijo de puta que la mandaba a la calle a conseguirle dinero, metiéndose con viejos cochinos. Jade nunca mencionaba a su hermano y se mostraba reacia a hablar de él. Solo le decía que era menor que ella y su papá les pegaba a ambos por igual.

—¿Y tienes novia? — y le contestó enseguida que no.

—Tú seguro tienes muchos novios. ¿No Jade?

No se dio cuenta hasta que fue muy tarde, que sus palabras sonaron mal intencionadas. Jade sonrió y le dijo que muchos más de los que podía atender por noche. Luego su rostro cobró un halo de tristeza y se acurrucó en su pecho.

Cachorros y AmosWhere stories live. Discover now