Nos quedamos unos instantes más así, hasta que me remuevo de encima de él y vuelvo a recostarme sobre su pecho. Una sonrisa boba tira de la comisura de mis labios.

Todos los sentimientos que me embargan justo ahora me hacen sentir más liviana.

Siento una de sus manos acariciar mi cabello muy lentamente. No puedo evitar tensarme un poco por ello, no puedo evitar pensar que —sin importar que no puedo ver mi aspecto— decidí cubrir mi cabeza por la falta de cabello en ella, y que sé que tardaría en crecer mucho tiempo. Aún así, no me he atrevido a decírselo a él. Aunque es ilógico que no sospeche sobre ello.

No sé cuánto tiempo pasamos, en un agradable ambiente donde no existe nadie más que sólo nosotros en esta habitación; no sé cuánto tiempo ha pasado, pero parece una eternidad.

De un momento a otro el hilo de mis pensamientos se desvanecen poco a poco, y el sueño gana un poco de terreno en mí. Así que con último pensamiento —ese donde estoy con el chico indicado justo ahora— me dejo ir.

[...]

Un sonido particularmente conocido se cuela a través de mi ensoñación.

No puedo deducir del todo qué es, pero cuando vuelvo a escucharlo cerca de mi oído, un gruñido perezoso se me escapa en ese momento. Otra vez escucho ese sonido en mi oído, y vuelvo a gruñir en respuesta al tiempo que ruedo donde estoy y me cubro la cabeza con la tela que tengo sobre el cuerpo.

Entonces, logro reconocer algo: una risa, dulce y ronca al mismo tiempo.

Evan.

Aunque al principio trata de ganar más mi pereza por levantarme, termino haciéndolo; apenas abro un ojo, algo oscuro y denso me llena el pecho, una emoción asfixiante con la que he vivido desde hace meses, una emoción que desaparece a ratos y reaparece en este tipo de situaciones. La emoción de decepción que me embarga cuando abro ambos ojos, y lo único que veo es negrura, trato de empujarla lejos a lo más profundo de mi cabeza; trato de retenerla muy lejos de mí, sólo para que no pueda afectarme en un momento como este.

De pronto siento el brazo de Evan rodearme por detrás la cintura y parte del vientre. Su cuerpo está tan pegado al mío, que incluso puedo sentir un bulto entre mi trasero. El solo pensar qué es hace que mis mejillas se calienten y el pulso se me acelere ligeramente.

Trago saliva.

—Acabo de descubrir que me gusta despertar así contigo —susurra en mi oído, y un estremecimiento me recorre entera—. Mucho —enfatiza la palabra, inevitablemente suelto una pequeña risa.

—Concuerdo contigo —digo, con la voz enronquecida por haber dormido.

Me giro sobre la cama, hasta que logro quedar frente a Evan, y una de mis manos se posa sobre su mejilla, de pronto, y sin que pueda esperarlo, los labios de Evan encuentran los míos. Me toma tanto por sorpresa, que ni siquiera logro corresponder el beso. Justo cuando intenta abrir mis labios con los suyos, me aparto.

—Espera —digo, medio aterrada, con la mano que tenía sobre su mejilla ahora en su pecho—, no me he lavado los dientes.

Una risa juguetona y corta es su respuesta.

—No me importa.

Vuelve a besarme, y antes de que pueda corresponder su beso, agrega:

—Tampoco me he lavado los dientes, así que estamos iguales —una sonrisa tonta tira de la comisura de mis labios, y ahora soy yo quien lo besa sin importar nada.

Acabo de descubrir una segunda cosa: me gusta besarlo apenas despertamos.

Mis labios se mueven al mismo ritmo que los de él, y luego de unos segundos mi lengua busca la suya y cuando la encuentra me sabe a gloria.

Aunque no te pueda ver ©Where stories live. Discover now