El chico asintió sin estar convencido, le daba pánico que su hija se ahogara.

Sorine caminó hasta la puerta y puso una mano en la perilla más no la abrió, en vez de aquello, se giró y miró al joven que la vio con confusión.

—Mira, sé que no me conoces, que soy una completa extraña, pero creo que podríamos ayudarnos mutuamente.

Él cruzó los brazos tomando una postura defensiva.

—¿Cómo?

Sorine señaló la Mac.

—Me harías un enorme favor dejándome usar el AutoCAD por unas horas.

Ojos ambarinos la vieron con desconfianza mientras miraban de soslayo el costoso aparato.

—¿Por qué?

—Estudio arquitectura y aunque tengo el programa, en mi computadora se traba mucho y tardo tres veces más en hacer un plano. —Ladeó la cabeza—. Y tengo pocas semanas para entregar un proyecto grande —concluyó.

Izan bajó la mirada a media oración, parecía serio y algo... ¿decaído?

—No entiendo mucho el trato —masculló, finalmente.

Sorine caminó hasta la mitad de su sala y él la siguió con la mirada.

—Puedo cuidar a Sayuri, te dije que tengo años de experiencia como niñera; tú podrías trabajar ese tiempo...

—Y el pago sería usar la Mac —terminó Izan.

La chica asintió varias veces.

—Puedo venir después de la escuela, podríamos organizar un calendario con horarios y fechas. —Sorine hablaba a gran velocidad, él apenas le podía seguir el paso. De hecho, se la pasó parpadeando mientras ella le explicaba los días que llegaría más temprano o tarde y como le harían los fines de semana.

Tenía sentimientos encontrados: la emoción de poder avanzar más rápido en proyectos y su carrera, pero a la vez, el miedo de que aquello fuera una trampa donde perdería a Sayuri.

—¿Cómo ves?

El chico parpadeó varias veces mirando a su alrededor, titubeante.

—No sé... Sayuri es... No me gusta dejarla con extraños.

Sorine asintió de manera comprensiva.

—Eso es lo mejor de todo, ambos estaremos aquí y podrás supervisar lo que haga con ella.

Izan se movió incómodo.

—No sé...

Ella caminó hasta la puerta sin perder el ánimo.

—Piénsalo, podríamos ayudarnos mutuamente —dijo antes de abrir la puerta para salir, pero dio un paso atrás de la sorpresa y soltó algo que sonó como—: Hoe.

Su acompañante la vio extrañado pero luego miró a la persona en la puerta.

Ojos azules detrás de unos lentes la veían con una ceja arqueada junto a una expresión seria.

—Thiago —exclamó Izan parándose detrás de Sorine.

El mencionado frunció el ceño mientras molestia se dibujaba en ese rostro debajo de cabello negro perfectamente peinado hacia la izquierda.

—¿Ocupado? —Prácticamente espetó.

La castaña lo vio un tanto avergonzada al escuchar al chico detrás de ella suspirar levemente.

—No, ya se iba —musitó.

Ella asintió varias veces bajando la vista, honestamente el tipo frente a ella intimidaba con su altura, postura y mirada. Parecía realmente molesto.

Ella, tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora