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John Lennon y Yoko Ono corrieron un par de metros lejos de la avenida Cavendish. La segunda estaba un poco confundida, pues John sólo la había agarrado del brazo y no le explicó nada más. Se detuvieron cuando ya estaban lo suficientemente lejos.

—¿Qué ha pasado? —Preguntó ella.

—Nada, nada—John respiraba—, cuestiones sin importancia. ¿Quieres un helado?

—Claro.

Asistieron a la heladería más cercana, fue un gran alivio que estuviera casi frente a ellos, pues la gente no dejó de verlos en todo momento. Yoko no tenía ni idea del por qué eso, pero John sí, y eso derivaba una pena y vergüenza inimaginables. Sintió que todo daría fin al entrar al establecimiento.

—Hola—él fue a pedir las golosinas.

—¡Hola, señor Lennon! —Le atendió una jovencita— ¿Qué va a querer?

—Quisiera...

Los murmullos empezaron a sonar, pues la gente contemplaba que había una señorita detrás de él, a una desconocida que ellos nunca habían visto antes. "¿Quién era ella?" Se preguntaban algunos en mesas distantes. Nadie les despegaba el ojo de encima, incluso, personas que pasaban afuera contemplaban esto e impedían el libre acceso en la puerta, pues habían detectado a John Lennon en un principio, pero ¿Dónde estaba su compañero en el crimen? Esa era la pregunta.

—Dos helados de chocolate—pidió John, intentando mantenerse tranquilo.

—¿Chocolate? ¿Paul quiere de ese sabor?

—Eh... Él no viene conmigo—dijo, casi susurrando.

—¿Cómo de que...?

La dependiente miró que John venía acompañado de otra persona. Su actitud positiva y amigable se desvaneció por completo.

—Acabo de recordar que no tenemos de ese sabor—Respondió indignada.

—Bueno ¿Limón? ¿Uva? —dijo John.

—Acabo de recordar que aquí no vendemos helado.

—Pero es una heladería...

—¡Váyase de aquí! —Gritó.

—Quisiera hablar con el encargado—ordenó Lennon, molesto.

Lo que no esperaba John, es que todo el personal de la tienda veía este espectáculo, incluido el gerente:

—Soy yo, y estoy de acuerda con ella. Le tengo que pedir que se vaya.

Evidentemente, la señorita Ono no tenía idea de qué sucedía. No comprendía la razón de los susurros y los ojos violentos que despegaba la gente sobre ellos. John tomó su mano y se marcharon, haciéndose paso entre los curiosos que los espiaban desde la puerta. La gente no dijo nada, sólo los miró con desprecio.

—¿Qué ha pasado? —Preguntó ella, cada vez más confundida.

—No

—¿No qué?

—No tenían helado.

Se marcharon a lo más alejado y recóndito del Regent's Park. Era el único lugar en donde podían estar y conversar sin ningún problema. John le contó los detalles del caso reciente...

—Le llamaré "El fantasma de la azotea", porque todo el mundo creía eso.

—¿No piensas que es un nombre muy predecible?

—No me mato la cabeza pensando en los nombres—confesó John—. Quiero decir, me concentro en el contenido y en ser lo más sincero posible. Claro, dentro de lo que cabe.

McCartney| Detective Consultor.Where stories live. Discover now