Epílogo

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Diez meses después
by: Steve Rogers

Steve se encontraba en alguna cafetería de Washington DC sentado a lado de una ventana esperando a que Natasha regresará del sanitario.

Eran aproximadamente las nueve de la mañana, y Steve aún se preguntaba cómo había llegado ahí.

“Empecemos por el principio” —Se dijo a sí mismo.

Había sido difícil estar en el mismo lugar donde conoció y se enamoró de Ángela. Cada lugar de esa torre encerraba un recuerdo. No podía estar ahí sabiendo que ella no regresaría... Por lo menos, no pronto.

Se recuerda a sí mismo deambular por la habitación de la chica los primeros días. Al abrir la puerta de la recamara podía notar ese olor, aquél aroma que la caracterizaba. Solía sentarse en la cama y mirar el álbum que ella había hecho de los dos. Estaban todas las fotografías de sus citas, también fotos desprevenidas de ambos y con caras graciosas. Después cerraba sus ojos y trataba de recordarla siendo tan hermosa y alegre como siempre.

Ahora que estaba sentado en ese café mirando a la ventana, se había dado cuenta de, después de algunos meses de no tenerla cerca, el grandísimo idiota que había sido con ella. Ahora ni si quiera podía verla.

Había estado distraído en las misiones. No salían mal, de hecho salían bastante bien, lograban hacer que despejaran su mente de ella, pero no mantenía el rendimiento que deseaba.

Aún así él mismo pidió su cambio, necesitaba aires nuevos, sentirse un poco libre. Ya que en esa torre seguía esclavo de su silencio y preso de sus acciones.

Decidió que Washington DC sería su mejor opción. Pero Nick no lo mandó solo, Nat estaría con él. Y era lo mejor, los demás sabían que Steve aún no estaba bien y le dieron esa pequeña sugerencia al jefe, la cual acató.

Llevaba relativamente poco en la ciudad y su adaptación no era precisamente miel sobre hojuelas. Extrañaba sentir cerca a Ángela a través de su aroma en la habitación, o mirar sus fotos juntos.

Ahora sólo tenía una fotografía de ambos. Había logrado colarla entre su equipaje sin que se dieran cuenta ya que Natasha lo había hecho prometer que el estar en Washington sería un nuevo comienzo.

Eso esperaba, pero no sería sencillo.

De pronto, fue conciente de una pareja a través de la ventana, llevaban un bebé en los brazos y ambos parecían encantados con el pequeño.

Suspiró. Una vez anheló todo eso. Familia. Pero ahora ya no estaba tan seguro. Ahora sólo quería que ella regresara.

Bajó la mirada a su tasa de café. Recordarla no era fácil. Debía admitir que había llorado por ella noches enteras, días en silencio. Un par de veces fue sorprendido por Tony quién, extrañamente lo apoyó.

Así se hicieron cercano, muy amigos, los mejores. Tony lo ayudaba y lo sacaba de la torre, iban a club's nocturnos, comidas exclusivas a las que Tony estaba invitado, salían de viaje y cualquier cosa que ayudara al capitán a superar esa pérdida.

—¡Steve! —Gritó Natasha.

Él volteó serenamente y la miró. Ni si quiera se había dado cuenta que había llegado.

—¿Sí? —Preguntó mirándola.

—Te hablaba y no me respondías —Contestó la pelirroja un poco enojada.

—Lo siento, estaba distraído pensando en... Cosas —Dijo mirando su café, luego bebió de él.

—¿En ella? —Preguntó tomando su tasa de té para beber.

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