CAPÍTULO XXIII: ¿RENCOR?

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No sé exactamente cuánto tiempo estuvimos besándonos, pero nos separamos rápidamente tras asustarnos al sentir un golpe en la puerta de la sala en la que nos encontrábamos, que, para nuestra suerte, no dejaba ver lo que sucedía en el escritorio del profesor, donde ambas nos encontrábamos.

—La salvó la campana, señorita... —dijo quedando a centímetros de mis labios—. Juntémonos en el almuerzo, ¿ya? Me toca con los pesados de primero medio... Creo que tienes admiradores ahí —agregó poniendo mala cara.

—Bueno, sabes que no debes preocuparte —dije avanzando hacia la salida, dejándola atrás—. Me gustan mayores... y que se llamen Lara Faúndez —solté finalmente, guiñándole.

Salí de la sala sintiendo la risa de Lara, que al igual que ella, era hermosa. Nadie se percató de que estábamos solas en aquella sala, por el simple hecho de que les preocupaba más entrar a la sala de clases y poder sentarse, que saber si una alumna estaba joteándose a la profesora más mina de todo el colegio, casual.

No tenía nada realmente importante en las horas siguientes, exceptuando el hecho de contestar las mil y una preguntas de mis amigos, que se referían únicamente a lo que podía o no haber sucedido con Lara, durante nuestra conversación. No faltó el comentario de índole sexual al verme tan feliz, como "¿Sexo de reconciliación en la sala?", o, "Te invitó a su casa para solucionarlo con ayuda del Kama-sutra lésbico?", los cuales no me provocaban mas que risa.

Nos encontrábamos en la hora de orientación, conversando los últimos detalles para la gira que teníamos como curso el próximo mes, la cual estábamos organizando desde el año pasado, para no andar corriendo con todo a última hora. Los alumnos invitados ya estaban designados, entre esos, se encontraba Andrea, estando así el grupo completo dentro del viaje. Nos íbamos por una semana, tan solo con el profesor tutor y un inspector del colegio, nada más. Lamentablemente no iba a poder ver a Lara en toda la semana, pero después podríamos recuperar el tiempo perdido, probablemente.

Cuando faltaba pocos minutos para salir al almuerzo, ví a Sofía acercándose a mí, con un semblante serio. Intenté irme, haciéndole un gesto de desgradado para que no me siguiera, pero me detuvo. Al parecer si quería conversar.

—Déjame explicarte todo... —pidió, agarrándome del brazo.

—No seas ridícula, hueona. Lo nuestro ya pasó, ni siquiera me interesa saber por qué chucha me dejaste tirada, ¿entendiste? —contesté, seria.

—¡Ni siquiera me dejas hablar! No te estoy pidiendo que volvamos, solo quiero que dejes de mirarme como si fuera la peor mierda del mundo...

¿Así que esa era la cara que ponía cuando la miraba?

—¡Me obligaron a irme! Y no, si vas a hacer la pregunta hueona de "¿te apuntaron con una pistola para irte?" la respuesta es no, obviamente —hizo una pequeña pausa—. Pero no es como si una pendeja como yo, hace dos años atrás, fuera a mandarse sola y a negarle alguna hueá a sus papás, que mas encima son unos conservadores de mierda. Menos si me entero de que el enfermo de mi papá arregló un intercambio a Canadá para mí. Estaba cagada de miedo.

—¿Miedo? Me estás hueveando, ¿cierto? Lo tuyo no fue miedo, fue falta de carácter... Siempre acatando todas las hueás que te decían... —terminé de decir, antes de recibir una cachetada por parte de Sofía. Se había enojado.

—Está bien que tu mamá sea diferente a mis papás, me alegro por ti... Pero no me vengas a huevear, cuando mas encima te estoy pidiendo perdón por lo que pasó, por no poder alegarle a mis papás a los quince años, cuando, por lo menos con mi papá, me cagaba de miedo al verlo enojado —dijo alzando la voz—. Puede que tú si te hubieras negado a irte, ¡pero esa hueá no significa que yo tenía que reaccionar igual! —gritó, no demasiado fuerte—. No sé cuándo te pusiste tan egoísta, pero entiende que no todos somos igual de perfectos que tú —dijo, haciendo comillas al pronunciar la palabra "perfectos".

Dicho esto, Sofía se fue, bastante enojada conmigo. Era muy cara de raja para enojarse por lo que le había dicho, después de todo, ella era la que se había ido, ella era la que me había dejado. ¿Quién se creía? Más encima tuvo cara de decirme que era egoísta. Definitivamente no la perdonaría. Tampoco es como si me interesara tenerla cerca, claro que no.

Recordé que debía juntarme con Lara, por lo que me dirigí inmediatamente a la sala de primero medio, donde la mujer me esperaba. Me di cuenta de que habían pasado varios minutos mientras estaba ocupada hablando con Sofía, ya que no se veían alumnos caminando por los pasillos. Probablemente todos ya se encontraban almorzando.  

Al llegar, me di cuenta de que estaba realizando el mismo trabajo de la mañana; firmar el libro de clases.

—Supongo que tener que firmar el libro de clases es una de las desventajas de ser profe... —me burlé.

—Si, pero todo vale la pena cuando conoces a una alumna tan maravillosa como tú —respondió, obviamente coqueteando.

—Hmmm, que romántica, Julieta —dije, haciendo referencia a "Romeo y Julieta"— ¿Eso también te lo enseñan en la universidad? —bromeé, sentándome sobre el escritorio, donde se encontraba trabajando.

—Hoy andas buena para hacer bromas, ah... —rió—. Mejor cuéntame qué hiciste en tus clases, aparte de extrañarme, obvio.

—Nada, o sea, lo único importante fue terminar de organizar la gira de invierno —dije con cierto desdén—. Y bueno... pasó algo raro.

—¿Qué pasó? —preguntó, dejando de escribir inmediatamente.

—Nada realmente... O sea... —comencé a hablar ligeramente nerviosa—. Sofía intentó pedirme perdón, y me explicó toda la mierda, pero... me anduve enojando y le terminé diciendo que le faltaba carácter... y —fui interrumpida por Lara.

—No entendí nada, cuéntame bien cómo pasó todo... porque si me hablas así de nerviosa, nada que ver po —pidió, amablemente.

Así comencé a contarle todo lo que había pasado con Sofía, con lujo y detalle, para que no quedara con ninguna duda. No dijo nada mientras contaba todo, al parecer estaba bastante atenta e intentaba comprender todo. Para cuando terminé de hablar, le pedí que me diera su opinión con respecto a mi manera de actuar.

—¿De verdad quieres escuchar lo que pienso? —asentí—. Honestamente... la cagaste... De hecho, estoy casi segura de que le guardas mucho rencor a esa cabra, y aunque no me caiga muy bien que digamos, nadie merece una reacción como la tuya, Sam.

¿Rencor? ¿¡qué!?

¿Arte? Es amarte (LGBT) (LESBIANAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora