Y la respuesta viene y sale de mí de forma tan simple.

—Haremos esto; si nada resulta de forma positiva, entonces regresaremos a casa, tomaremos nuestras maletas y adiós Seattle. Seremos solo nosotros dos. Al diablo con todos. Si mi familia no te acepta, entonces no tengo por qué estar con personas que no aceptan el factor de mi felicidad. No podría estar con personas tan egoístas. 

Ahora es Eric quien me mira tan detenidamente, con una mano al volante y la otra en la palanca de cambios. Sin decirme nada, acelera el coche y se da paso a través del camino de grava que da hacia la gran casa. Bajamos del coche, y antes de tocar la puerta, mi hermano es el primero en darnos la bienvenida. 

—¡Hey, cuñado idiota! ¡Hermanita! 

Me sorprende el entusiasmo de Theodore. Cuando entramos y nos abraza a ambos, empiezo a notar todo muy sospechoso. 

—¿Qué diablos sucede contigo? ¿Estás drogado?

Theodore luce indignado.

—Tengo mucho sin verte, cara de culo. Y que no te escuche mamá decir eso, que piensa seriamente en esa posibilidad. Por favor, soy natural —dice señalándose a sí mismo. 

—La estupidez es natural. ¿Dónde están todos?

—Fuera —y me señala hacia el patio —, voy a pedirte un favor, Nana. No comiencen sin mí. Vengo en un momento.

Antes de que pueda preguntarle sobre eso, sale disparado por la puerta. Cuando volteo hacia Eric con mi cara confundida, él solo se encoge de hombros.

Tomo a Eric de la mano y vamos hacia el gran patio, las puertas corredizas están abiertas, pero las cortinas nos bloquean la vista. Antes de cruzar, Eric me jala y me da un beso lento, dejándome sentir sus labios por un momento que me parece eterno. 

—Todo va a salir bien —le digo, pero también me lo digo a mí. 

Él sigue igual de serio así que solo me da un asentimiento.

Cuando cruzamos hacia la puerta,  a quien veo primero es a papá. Se encuentra al fondo de la piscina hablando con el abuelo Ray, la abuela Grace, mi primo Marco y el abuelo Carrick a su alrededor. 

Mamá me sorprende apareciéndose por un lado de mí con una gran sonrisa jubilosa. No pierde el tiempo y me abraza hasta sacarme el aire.

—Te extrañé tanto, corazón. 

Y yo me fundo en sus brazos, oliendo su cabello. 

—También te extrañé, mamá. 

—Hola, Eric. Qué gusto verte —dice viéndose toda jovial—. Vengan, la comida ya está casi lista. 

Mi familia viene a recibirnos, y de inmediato somos abducidos por todos en sus abrazos. Todo el buen recibimiento lo tomo como una buena señal. 

Papá es el último en acercarse, pero cuando está frente a mí, me abraza tan fuerte que tengo que hacerle cosquillas para separarlo un poco de mí.

—¿Me extrañaste, Grey?

Él me mira a los ojos y acaricia mi mejilla.

—Cómo no iba a extrañar a esta pequeña rebelde. Tú eres mi niña, y siempre lo serás.

En eso estaba de acuerdo.

—Y ahora ¿tú vas a dejar de serlo y hablarás con mi hombre?

Papá enarca una ceja.

—¿Mi hombre? Las personas no son objetos para señalarlas como de nuestra propiedad. 

Ahora me toca a mí rodar los ojos.

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