CAPÍTULO 51

118 9 2
                                    

Perdonen la larguísima demora. Comencé un nuevo trabajo, y casi no tengo tiempo de escribir:/, han pasado muchas cosas, es una historia muy larga, pero aquí estamos todavía dando lata. Es la primera historia que subí y no pienso dejarla inconclusa, se los debo a aquellas que aún siguen aquí. De verdad muchísimas gracias ❤️
Como disculpa, les dejo un capítulo que me pareció demasiado íntimo y sensual. ¡Disfruten!

Sonrío con diablura al ver a Eric removerse en el sofá.
Sus ojos siguen el camino de las tiras que alzan mis pechos y serpentean por mi cuerpo elevando las partes adecuadas. Me doy la vuelta lentamente, dándole tiempo de que aprecie el conjunto con detalle. Cuando estoy de espaldas, me agacho hasta tocar mi tobillo izquierdo, dándole la vista de mi culo y mí entre pierna desnuda. Eric ahoga una exclamación. El conjunto hace alusión que estoy cubierta, pero en realidad, al abrir las piernas, se abre la tela y deja al descubierto mi centro. Fácil acceso.
—Vas a matarme, bonita.
—Sí, pero antes voy a follarte.
Eric sonríe complacido, recostándose en el sofá, poniéndose cómodo. Me levanto y camino hacia él hasta quedar frente a frente. Eric de inmediato alza su mano para tocarme, pero rápido le doy una palmada en el dorso, sorprendiéndolo. Sonríe confundido, y creo que aún más encendido que antes. A mí futuro esposo le gusta rudo.
—No toques.
—Vas a tener que ponerme restricciones más duras, cariño.
Le sonrío con maldad, porque es justo lo que planeo hacer. Lo tomo del cuello de su camisa y lo obligo a levantarse. Él lo hace, como el amante complaciente que es y se deja llevar por el juego.
Mi sangre está bombeando fuertemente por mis venas, expectante. Me encanta la idea de llevar la voz cantante. Tener el absoluto control.
Eric viene detrás de mí, y esta vez no intenta tocarme. Respeta mi orden. En cuánto llegamos a la cama, lo obligo a subirse en ella. Se quita los zapatos y luego trepa hasta el centro, acostándose boca arriba. Pone los brazos debajo de su cabeza, su atención fija sobre cada uno de mis movimientos. Su sola mirada me pone nerviosa. Me pregunto si nuestro matrimonio seguirá siendo igual de apasionado, si seguirá encendiéndome como lo hace ahora. Muchas cosas pueden pasar, pero algo me dice que casarme con Eric será la mejor aventura que alguien pudiera tener en la vida. Y estoy agradecida de que esta aventura tenga todos los complementos que una mujer podría querer al encontrar al hombre de su vida.
Subo a la cama a cuatro patas, sobre el cuerpo de Eric. Él silba por lo bajo cuando mi entrepierna roza contra su dura prominencia, sus manos instantáneamente tomando mis caderas para repetir el movimiento, pero por más que me guste, vuelvo a pegarle en el dorso a ambas manos.
—No. Se. Toca. —le digo entre dientes en una seductora amenaza.
Sonríe resignado, alzando sus brazos. Aprovecho su disposición y tomo uno de sus brazos, que están a la distancia perfecta de la pequeña argolla sobre la pared. De ella cuelga una tela de seda que tiene un broche. Mis propias esposas diseñadas exclusivamente para este momento. Eric voltea a ver algo extrañado, pero no opone resistencia. Sus increíbles ojos lucen desconcertados, pero ansiosos por saber qué es lo que haré. Luego mira mi rostro, mis labios, quedándose un momento en ellos. Me acerco a su rostro y le susurro sobre la boca, a penas tocándolo:
—Pronto.
Me alejo antes de que intente besarme, haciéndole soltar un gruñido. Eso sí que no le gusta. A Eric le encanta besarme, y privarle de eso puede molestarle más que cualquier otra cosa, lo cual me incita aún más.
Prosigo a hacer lo mismo con su otro brazo. Dejándolo esposado hacia la pared, totalmente a mí Merced. Suspiro viéndolo debajo de mí, acariciando su abdomen. Es una sensación embriagadora.
—Realmente eres el hombre más guapo que he conocido jamás. ¿Cómo es que eres mío?
—¿Sabes? Yo pienso cada día lo mismo de ti. ¿Cómo es que eres mía?
—¿Lo soy?
Su ceño se frunce. —Por supuesto. Solo mía.
La fiereza en su voz y en su mirada hace que una emoción burbujee en lo profundo de mi estómago, haciéndome respirar de forma irregular.
—Espero una demostración.
—Oh, nena. La tendrás.
Empiezo a desabotonar con desenfado su camisa, botón por botón. Cuando dejo al descubierto su pecho, me acerco a su piel y huelo su aroma a fresco y perfumado.
Sonrío complacida porque en lugar de venir directo hacia acá después del juego, se tomó el tiempo para prepararse para mí. No es como si me hubiera molestado verlo sudoroso. Eric siempre huele fenomenal, pero que siga tratando de lucir bien antes de ver a su amada como todo un adolescente enamorado, hace cosas locas a mi pecho.
Hago un camino de besos sobre su pecho, tomándome mi tiempo, degustando su piel. Paso mis uñas sobre su abdomen, subiendo hacia sus tetillas. Sé cuánto le provoca cosquillas, e instantáneamente alza sus caderas, rozándome en el proceso. Le doy una mirada amonestadora cuando lo veo sonreír con picardía. Lo hizo a propósito.
—No te muevas, Zimmerman.
—¿Qué harás si no obedezco?
Chasqueo la lengua. —Vas a pagarlo muy caro.
Eric estira su cuello, tratando de aliviar la tensión que esto le está provocando.
—Estoy esperando por ello.
Me hago hacia atrás, sentándome en sus muslos. Desabrocho sin premura su pantalón, y él sin orden alguna me ayuda alzando sus caderas para bajarlos por sus piernas. Son unas piernas fuertes, musculosas. Me encanta sentarme sobre ellas.
Lo tengo semidesnudo debajo de mí, su camisa abierta hacia los lados, y está usando nada más que sus bóxers. Debajo de ellos se encuentra su prominente erección, que lucha por liberarse de la molesta tela.
—¿Quieres que te toque?
Eric traga. —Maldición, sí.
—Pídemelo amablemente.
—Nena... —relame sus labios—. Chúpame la polla.
Ruedo los ojos, paseando mi mano sobre su pecho hasta el elástico de su ropa interior, provocándolo.
—Un poco de más sutileza, Dios.
—Por el amor a Dios, bésame la polla.
Hago morritos, fingiendo pensarlo. Su pene se endurece cada vez más, pero en lugar de darle alivio con mis labios, me siento sobre él.
—No has sido muy convincente, así que te usaré para mi propio placer. Y a ti solo te tocará sentirme y verme venir.
Sus ojos se abren una milésima, y no puedo saber si está sintiéndose torturado o está aún más emocionado.
Muevo mis caderas por su dureza, buscando esa fricción sobre mi clítoris. Hay un pinchazo eléctrico que sube por toda mi columna y que me eriza la piel en cuánto lo siento debajo de mí, endureciéndose cada vez que me rozo contra él. Eric sisea y mueve sus manos intentando tomarme de las caderas para moverme sobre él, pero le es imposible. Es una tela muy resistente, si jala demasiado podría lastimarse, así que se detiene, pero sus brazos se mantienen tensos.
Gimo mientras cierro mis ojos, buscando y buscando esa sensación, amando su dureza entre mis pliegues. La tela de su bóxer ya se encuentra húmeda de mis fluidos, facilitándome el moverme. Eric mueve deliberadamente sus caderas, buscando una fricción más intensa, pero me detengo cuando lo hace y pellizco sus tetillas para amonestarlo. Creo que se encuentra frustrado, pero estoy disfrutando el juego, y pronto le daré su recompensa.
Una sensación cálida empieza en las plantas de mis pies y sube por mis piernas hasta reunirse en ese punto de miles de terminaciones nerviosas, poniéndome cardíaca. Empiezo a moverme cada vez más, más agitada, más desesperada. La sensación me termina por cubrir toda, entrecortando mi respiración. Eric gime al verme venir sobre su regazo, jadeando silenciosamente entre temblores.
Caigo sobre su pecho, mi boca entre abierta y respirando pesadamente.
—Bésame, por favor. Lo que sea, pero tócame —me suplica en un susurro.
—Todavía no.
Deja caer hacia atrás la cabeza, resignado.
Ya compuesta, jalo sus bóxers empapados, por él y por mí. Me siento sucia al haberlo usado de esa manera, pero a la vez fue embriagador. No es como si estuviera abusando de él o algo por el estilo, pero estoy tan acostumbrada a que los dos obtengamos placer, que privarlo de una parte de ello me hace sentir malvada y culpable a la vez.
      Su polla salta libre delante de mí, erecta e hinchada, ansiosa por liberarse. Mi boca se hace agua conforme observo la humedad en ella, haciendo que Eric gima lastimeramente.
      —¿Ansioso?
      Hay gotas de sudor en su frente. —Voy a venirme si sigues mirándome de esa manera.
      —Voy a ayudarte un poco con eso.
      —Ya era hora, maldición.
      Sonrío divertida, gateando hacia su pene.
      Lamo desde sus bolas apretadas y pesadas hasta la punta, lentamente. Miro su rostro, sus cejas fruncidas en concentración y sus labios entre abiertos, siseando. Sus ojos nunca dejando mi boca. Una vez que lo tengo húmedo, abro mi boca y tomo toda su longitud.
       Mi hermoso prometido gime de la forma más sexy que pueda existir, erizándome la piel. Lo siento alargarse e hincharse aún más, duro como una roca. Sus piernas comienzan a temblar ligeramente y su respiración se vuelve pesada. Está a punto de venirse. Y yo podría hacerlo también de tan solo verlo disfrutar de la mamada que le estoy dando. Antes de que lo haga, le doy una última probada y me vuelvo a sentar sobre su polla, sin introducirlo dentro de mí.
        Eric deja caer su cabeza hacia atrás, apesadumbrado.
        —¡Vamos, bonita!
        —Resiste.
        —Imposible contigo luciendo así. Mírate. Tengo la necesidad de mojar mis calzoncillos como adolescente.
        Me río, empezando a mecerme sobre la longitud de su polla, viendo desaparecer la coronilla entre mis pliegues. Gimo sintiendo su carne rozarse contra la mía, caliente y sensible. Quiero durar con este juego pero me está costando mucho.
         Eric mueve ligeramente sus caderas, de manera que hace que su cabeza entre solo un poco, haciéndonos gemir ruidosamente.
         —Quiero follarte malditamente tanto.
         —Yo también —le susurro introduciéndolo poco a poco.
         Estoy tan mojada que entra con facilidad, expandiéndome centímetro a centímetro.
         Ambos jadeamos en cuanto se adentra por completo. Eric se queda quieto, respirando agitadamente mientras trata de contenerse a sí mismo. Jala de la tela, frustrado.
         —No, bebé. Yo lo haré por ti.
         —Mierda, cariño. Te sientes tan jodidamente genial que quiero follarte hasta el amanecer. Déjame tocarte, por favor. Te lo ruego.
        Cierro los ojos mientras niego con la cabeza, meciéndome de adelante hacia atrás . Estoy embriagada por la sensación de estar llena de él. Se siente tan bien que quiero mantenerlo dentro de mí durante toda la noche.
         Sintiéndome cada vez más avariciosa, pongo mis manos sobre su pecho y me impulso con mis piernas. Entonces empiezo a moverme, de arriba a abajo, rápido y profundo. Eric y yo gemimos al unísono mientras él observa de mí hacia la unión de nuestros cuerpos. El sonido de nuestras pieles chocando y las respiraciones agitadas hacen eco en la a penas iluminada habitación. Esa vertiginosa sensación empieza a reunirse nuevamente en mi vientre, llevándome hacia el precipicio. Eric no se retiene más y se viene junto conmigo, intensamente. Su liberación me llena por completo, humedeciéndonos aún más de lo que ya estamos. Caigo contra su pecho, derrotada, sintiendo mis piernas pesadas. Eric besa mi cabeza, mi frente, susurrándome todo lo que le hizo verme de esa manera.
         Aún siento su polla semi dura dentro de mí, punzando. Aunque estamos hechos un desastre pegajoso, no me muevo. Estoy demasiado cómoda y a él no parece importarle.
         —Eres sensacional, bonita. Estoy locamente enamorado de ti.
          Suspiro como colegiala, sintiendo las mariposas revolotear en mi estómago ante sus dulces palabras.
         —Tú me hiciste así. Sacaste eso de mí que ni yo misma me atrevía a revelar. Tú me haces brillar.
         Eric me da una sonrisa bobalicona.
         —Sigues leyéndome la mente. ¿Es algún truco o algo?
         Me río. —No. Tal vez sí existen las almas gemelas.
         —Debo de admitir que estoy de acuerdo contigo. Estoy demasiado agradecido con la mía.
         Miro sus brazos tensos por el agarre, entonces me desperezo y lo libero de sus cadenas. En cuanto está libre, suelto un gritito, pues el muy canalla rápido me toma de las muñecas y cambia nuestras posiciones en la cama, ahora él encima de mí.
          —Que quede constatado que acabo de renunciar a mi papel. Estoy exhausta.
          —Espero que no de recibir placer.
          —Oh, no. De eso nunca.
          —Muy bien, bella dama. Ahora es mi turno de darle su despedida de soltera —sonríe con maldad mientras deambula por mis pechos—. Su esclavo la complacerá hasta que amanezca.
           Ronroneo con pereza, poniéndome cómoda en mi lugar.
           —Deberíamos casarnos más seguido. Me encantan las despedidas de soltera.
            Eric se ríe, encantado. —Las bodas de oro no serán lo mismo, probablemente necesite viagra, pero me aseguraré de que recibas placer sin morir en el intento.
            Suelto la carcajada imaginándonos ya viejos y arrugados tratando de tener sexo. Es una imagen hilarante. Conociendo a Eric, si logramos llegar a la vejez, será jodidamente divertido.
            Sujeto su rostro, guiándolo hacia el mío. Miro sus ojos fijamente, mirando las hebras plateadas de su iris en el increíble fondo azul debajo. El sentimiento brota en mi pecho, dejándome cálida y débil. El amor que siento hacia él es arrollador. No hay nada más embriagante que la sensación de estar en los brazos de mi amado. Eric parece saber lo que pienso, porque asiente levemente y desciende sobre mi boca, besándome finalmente. Ambos suspiramos y nos enredamos en los brazos del otro, fundiendo nuestros cuerpos, convirtiéndonos en uno.
        Y ahí, en nuestra dicha postcoital, sé que no habrá manera de que pueda sobrevivir sin mi otra mitad.
         

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Mar 12, 2022 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

RevealedWhere stories live. Discover now