CAPÍTULO 45 |Parte 2|

605 62 15
                                    

Estoy riendo como un idiota, la cara de cada imbécil se me hace tan graciosa. ¿Por qué los hombres no saben apreciar a sus mujeres? Porque son como sus caras; unos imbéciles.

Y claro, yo me agrego a la lista por múltiples razones. Una es por mi bonita, la segunda porque les restriego a esos hombres que tengo a sus mujeres debajo de mis brazos, y la tercera simplemente porque sí.

La pelirroja pasa sus uñas por mi pecho, acariciando todo lo que se encuentra a su paso, y obvio, como estamos en un club de intercambio de parejas, a ella no le molesta para nada que su marido la mire. La mujer de cabello rojo está tocando mi polla por encima del pantalón, cosa que es lo único que conseguirá de mí esta noche, al igual que la otra.

Se preguntarán, ¿dónde quedó el hermoso y fiel hombre del que mi bonita se enamoró? Él se quedó dormido en su subconsciente al quinto brandy. Ahora soy una persona mecánica, que hace cosas mecánicas e imbéciles, como provocar a hombres imbéciles con sus mujeres. Ellas no son imbéciles, son inteligentes, porque escogieron al hombre correcto para hacer de las suyas, uno que a pesar de no estar tan estúpidamente ebrio, pero si estúpido, no se meterá con ellas.

Siento una mano delgada con uñas largas tomar mi rostro y voltearlo lejos de las miradas, atrayendome hacia una boca carnosa pintada de carmín. No proceso muy bien el momento, pero creo que ella me está besando, saqueando mi boca con su lengua y absorbiendo mis labios. Mi primera reacción debería ser seguirle el beso, pero no cuento con una mano fuerte, y un brazo fuerte jalar del cuello de mi camisa hacia delante, quitando a ambas mujeres, muy desconcertadas, de mi lado.

No salgo de mi estupor hasta que siento el puñetazo directo en mi mandíbula, lo suficiente fuerte para tumbarme, pero no lo suficiente para romperla. La muevo para verificar si en verdad se rompió, pero con el adormecimiento del alcohol no logro distinguir si solo será una hinchazón.

Volteo a ver a mi agresor, tratando de enfocar mi vista ahora con las luces prendidas debido al espectáculo. No me sorprendo al ver unos ojos azules eléctricos y furiosos mirándome como si quisiera arrancar cada extremidad de mi cuerpo solo con sus manos.

—Levantate, imbécil —me ordena con voz autoritaria. Obvio, tenía que ser de familia.

Si fuera otra persona y si no estuviera tan borracho, le diría que se fuera a tomar por el culo, pero solo le doy mi mejor sonrisa, cabreándolo de igual o peor forma.

—¿Crees que es gracioso jugar con el corazón de mi hermana, gilipollas? Parate antes de que te haga cosquillas en las costillas.

Mi sonrisa se borra de inmediato, la ebriedad empezando a esfumarse. Me levanto con pesadez, tambaleándome. Me apoyo en una mesa y lo miro directamente a los ojos, haciéndole ver que nada es gracioso cuando se trata del corazón de Bee.

—Mírate. Eres un asco, Zimmerman. Mi hermana huyendo de la ciudad para tratar de superarte, y tú con mujeres. En un club de sexo. Se nota la diferencia de personas.

¿Ella se fue? ¿Huyó de Seattle? No puedo responderle a eso, porque es exactamente la verdad, el por qué no deberíamos de estar juntos. Justo lo que Grey dijo.

—Tienes razón, no la merezco.

Él truena su cuello, y relaja sus hombros, listo para atacar si emito palabra otra vez.

—¿Ah, sí? ¿Piensas eso ahora después de romper su corazón? ¿Por qué no pensaste eso antes de que ella se enamorara de ti?

Una rabia inmensa me invade, haciéndome ver y escuchar todo con claridad. Las personas de alrededor nos miran, prestando atención a cada palabra y movimiento de Theodore y mío.

Me pongo frente a él, no importando si me da una paliza, aunque dudo que sea de los hombres que en verdad arremeten en contra de los ebrios, aprovechando la desventaja.

No, Theodore Grey me buscará mañana cuando esté en buen estado para poder darme una paliza digna.

—Tu no sabes malditamente nada sobre Phoebe y yo, y jodidamente no sabes nada de lo que pasó. Y sobre todo, no sabes ni una maldita cosa sobre lo que yo siento por tu hermana.

—Entonces tampoco lo sabes tú, porque malditamente si la amaras no hubieras huido como una maldita rata espantada.

Ciertamente escucharlo hablarme así me provoca unas tremendas ganas de ahorcarlo, pero me lo merezco. Lastimé a su hermana, una de las mujeres más preciadas de su vida, y todo insulto es bien merecido.

—Mira... —suspiro y bajo los hombros en cansancio —, sé las cosas que hice, pero también sé el por qué. No espero que lo sepas ni que lo entiendas. Podrás decirme todo lo que quieras, juzgarme, insultarme e incluso patearme como a un perro callejero...

—No, tú sí mereces ser pateado, los perros no.

—Como sea, puedes hacer eso y más, pero jamás podrás hacerme sentir mierda por haberme enamorado de tu hermana y ella de mí, porque el haber tenido a Phoebe es la única cosa excepcional que me pudo dar la vida.

Theodore me mira directamente a los ojos, quedándose callado un momento antes de acercarse a mí, poner su mano sobre mi hombro y hablar en voz baja de manera amenazante.

—Tienes razón, no puede hacerte sentir mierda sobre eso, no cuando los sentimientos de mi hermana están incluidos. ¿Pero sabes sobre qué si puedo hacerte sentir como mierda?

Yo no digo nada, solo le sostengo la mirada.

—Que dejaste ir un tesoro. Phoebe no es entregada emocionalmente a otro ser humano que sea de la familia, ella no fue por la vida amando a ciegas. Ella fue lo suficientemente inteligente para esperar por alguien que mereciera su amor, y entregarse incondicionalmente a esa persona, porque supondría que valdría todo a lo que ella tendría que enfrentarse. Ella te eligió a ti, no tú a ella. ¿Y sabes qué hiciste? —Su mano aprieta mi hombro, y sus ojos ahora me miran con ira retenida —. Cuando te diste cuenta que no eras lo suficiente hombre, ni lo suficiente capaz para poder con una mujer de la escala de Phoebe, decidiste mejor irte, dejarla, aún sabiendo que ella no solo te entregó su cuerpo, no, ella te entregó algo más valioso que eso. Ella te entregó su maldito corazón.

Mi pecho se siente pesado, y mi cabeza alcoholizada quiere explotar, pero me es imposible quitarme o dejar de escuchar, porque todo lo que él me dice, es la verdad.

—Y tú ya no se lo devolviste. Ahora eres un hombre que no podrá con mujeres como ella, y ella una mujer que cuidará de entregarse a hombres como tú.

Theodore sonríe al ver que sigo callado y aún sosteniéndole la mirada. Algo cambia en su actitud que me hace fruncir el ceño.

—Eres un hombre inteligente Zimmerman, marica pero inteligente. Puedes hacer dos cosas si realmente la amas: mantenerte alejado o recuperarla. Confío en que tomarás la decisión correcta si aprecias cada parte de tu cuerpo.

Con esa última amenaza, pasa de mí y sale directamente del local sin mirar a nadie más. Un camarero viene a mí dándome un trapo con hielo, pero lo rechazo con una breve inclinación de cabeza. No siento dolor donde me golpeó, solo siento la irrefrenable necesidad de tomar esa advertencia como una intervención divina.

Amo cada parte de mi cuerpo, pero amo más a Phoebe. Y ella lo vale absolutamente todo.

He vueltoooooooooo. Espero lo hayan disfrutado. Los amo, una grandísima disculpa. Ya estaré al pendiente, aunque con la uni no se sabe. Bueno, nos leemos a la próxima. ♥

RevealedWhere stories live. Discover now