CAPÍTULO 44 |Parte 2|

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Aspen me da una fría bienvenida. Las Rocosas se ven a lo lejos rodeando el hermoso paisaje, tan verdes y cubiertas de nieve. El aire frío me sienta de maravilla, podría quedarme a vivir aquí si no tuviera una vida y un trabajo en Seattle.

El taxi me deja justo en la casa moderna y sobria de fachada simétrica donde venía de vacaciones en invierno con mi familia.

La señora June, que cuida la casa, me recibe con un poco de sorpresa, ya que no le avisé que vendría hacia acá, al igual que a nadie. Tendré que hablar con ella sobre eso.

Me instalo en la suite principal, que es la más grande, con vistas espectaculares a todo Aspen y las montañas relucientes a lo lejos.

Suspiro y me tiro en la cama viendo hacia el techo, sintiendo un poco del estrés drenarme al estar lejos del drama que tenía en Seattle.

Cuando me recupero un poco del viaje, arreglo mi ropa y bajo a hablar con la señora June, quien entiende perfectamente mis razones del por qué no quiero que nadie sepa que estoy aquí. Obviamente no entré en detalles.

El día es perfecto, las nubes grises amenazan con traer una lluvia torrencial, y el aire frío me sienta perfectamente.

Decidiendo empezar por no estar todo el día en casa, llamo al taxi particular que contraté por el tiempo de mi estadía y voy a la ciudad a pasear.

La alta gama de los edificios estilo suizo, y las calles, se ve a distancia.

Tarareo canciones en mi mente mientras recorro cada boutique buscando algún lindo conjunto que me sienta bien emocional y estéticamente.

No doy lugar a nada más en mi mente, sólo me dejo llevar por la linda ciudad y el favorable clima.

* * *

Y pasan los días, no tengo comunicación con nadie, salgo de vez en cuando a dar un recorrido, a tomar café, a tomar fotos, hablando con ancianas deleitandome de sus historias amorosas, haciéndome tener esperanza en que el dolor pasará y vendrán cosas buenas que ya no me hagan pensar en él...

Llega el quinto día, y me animo a salir a un club, quizá tomarme algunos tragos y bailar un rato pueda ayudarme a... No sé, no hastiarme de solo estar aquí y en cafés.

El taxista me deja en un club estilo 60's, la música oldie resuena por la estrecha calle, y gente con clase sale animada, tranquila, con amigos y familia del lugar, animandome más a pasar una buena noche.

Paso desapercibida hasta la barra, sin detenerme a ver a nadie, mostrándome indiferente y un poco hostil, para que no piensen que vengo a buscar diversión. La última vez que hice eso acabé enamorándome de mi lío aventurero.

El camarero viene hacia a.mí en cuánto alzo la mano, pero antes de que yo pueda pedir, una voz grave lo hace por mí.

—Un martini para la hermosa mujer, por favor.

El camarero asiente y se da la vuelta, llendo por el pedido sin hacerme caso.

Me volteo hacia la voz, descolocada de que haya pedido por mí, sin haberme pedido autorización.

Me encuentro con una mirada seria e imperturbable, y ojos oscuros, casi negros. Un cabello perfectamente arreglado, la persona transpirando arrogancia por los poros.

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