CAPÍTULO 19

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El suave sonido de las olas chocando me despierta, pero es el gruñido de mi estómago que me obliga a levantarme de la cama. Quiero desayunar, pero primero necesito un baño. Aunque me gustaría quedarme todo el día acostada en la habitación, tengo que comer algo y socializar. Tengo mucha hambre. Cuando bajo a desayunar, me sorprende ver que todos ya están listos e incluso hicieron un gran desayuno. Vaya. ¿Se cayeron de la cama o yo me quedé pegada a ella?

Doy los buenos días, tomo un plato y, antes que nada, me sirvo tocino. Qué delicia.

–Nana ¿por qué despertaste tarde y por qué no estás lista?

Miro hacia a mi corto vestido holgado playero y le frunzo el ceño. Estoy confundida. ¿Estar lista para qué? —Son las 10 de la mañana, Theodore. Estamos en vacaciones. No funciono hasta después del mediodía.

—Vamos, Phoebe ¡iremos a bucear!

¿Bucear? Me gusta el mar, pero estar dentro de él a desconocidas profundidades me causa ansiedad y claustrofobia. Sonrío apretadamente y declino la idea.

–No quiero salir, quiero volver a acostarme un rato. Es muy temprano.

Thómas me ofrece un asiento a su lado y me sonríe. —Sigues siendo una gruñona por las mañanas.

—No tientes a la suerte, Flynn —digo apuntándole con mi tenedor.

Claudeth se empieza a reír. —Dejemos a Bee tranquila. No queremos que nos apuñale violentamente con los cubiertos.

Mi hermano no está contento con que yo no vaya a su paseo, pero me da igual. La casa quedará sola y descansaré por un rato antes de bajar a la playa.

—Bueno, por lo menos cuando volvamos espero que estés lista para la fiesta en el bote. No quiero traerte a rastras.

—Teddy, claro que iré. Solo que no funciono en este momento. Cállate ya.

Ninguno se ofende ni me recrimina mi somnolencia. Todos están alegres, al parecer, soy la única mancha de negatividad aquí. Miro a los chicos irse, y cuando la puerta se cierra, la cuchara se me cae al plato cuando me doy cuenta de la ausencia de cierta persona.

Eric no bajó a desayunar. Tampoco ha salido tras ellos ¿verdad?

—Al fin se fueron todos, temía desesperarme y aventarles una bomba para que abandonaran el lugar.

Lo volteo a ver en toda su gloria recargado en las escalera. No está usando camiseta, está enseñando el cuerpo que Dios bendito le dio. Cómo me gustaría que esos boxers bajaran. No es como si me quejara, porque son tan ajustados que puedo ver claramente su prominente bulto.

—Anda, termina de comer eso, perdemos tiempo.

De alguna manera salgo de mi estupor. ¿Qué pretende?

—¿Para qué?

Él sonríe maliciosamente y viene hacia mí. Oh, Dios mío ¿aquí?

—Eric...

Empiezo a protestar cuando me obliga a callar con su boca. Mi cuerpo empieza a reaccionar y mis estúpidas hormonas están en un gran revoltijo, él tiene esa esencia que hace ponerme toda tonta. Pero tengo que tener cordura, alguien puede regresar y encontrarnos en una situación comprometedora.

—No, Eric... No —me separo de él y suelto un suspiro tembloroso. Me es difícil negarme a sus besos.

–Ya hemos probado una cocina, vamos a probar otro lugar.

Le frunzo el ceño, ya lista para oponerme, pero sin dejarme responder, me jala hacia las escaleras y nos mete al cuarto de baño. Este chico no conoce un no por respuesta, y casi me doy de tablasos porque me gusta esa actitud.

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