CAPÍTULO 24

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Son las 9:45 de la mañana, y todo el jaleo que tienen abajo me despierta, supongo que están alistando maletas para irnos a Seattle. Por suerte, después de que Eric que saliera de mi habitación, estaba tan enojada que no sabía qué hacer, así que me puse a ordenar mi maleta maldiciendo a todo mundo en cada prenda que doblaba.

El jet que nos envió papá sale a las dos de la tarde, por lo que tenemos tiempo suficiente, no sé por qué tienen que hacer mucho ruido.

Termino de ordenar la habitación, me baño y me reúno con los demás ya con maletas en mano.

—Buenos días, nana —dice Tedd en cuanto me ve, me da un beso en la frente y me deja su sándwich cuando sube a cambiarse.

—Bee, tu madre llamó y dijo que el Jet nos espera al mediodía, hubo problemas con salir dos horas después.

—¿Que? ¿Llamó y no habló conmigo? Que le sucede a esa familia, sus hijos se van por una semana y ellos no quieren hablar con nosotros.

Estoy enfurruñada, hablar con mamá me reconforta, sé que no es del todo grave que no nos hayan llamado, supongo que la costumbre de sus llamadas preocupadas me hace reaccionar así.

—Tranquila amiga, tu madre dijo que no ha llamado porque les está dando un respiro de Christian. Los espera con ansias.

Bien. Eso está mejor.

De repente, me doy cuenta que Eric y Natasha no están en la cocina ni en la sala. Estamos todos menos ellos.

—Se fueron esta mañana —dice Thómas sentándose a mi lado, y sin que nadie nos escuche —. Se despidieron solo de los que estaban despiertos, o sea excepto de ti. ¿Por qué sospecho que hay algo ahí?

Ohhhh, se ha ido... Y con Natasha. Está bien, venían juntos, follaban juntos, tienen que irse juntos. No sé que sea lo de nosotros ahora.

—Porque tiendes a sacar tus sentidos de abogado y todo lo ves como sospecha. No hay nada ahí, Thommy.

Él arruga la nariz.

—¿Se acabó? ¿A eso te refieres con que ya no hay nada?

Oh, ayúdame Dios.

—No lo sé Thómas, no sé qué pasará , solo no estuvimos de acuerdo en unas cosas.

—Eso no suena grave como para que él se fuera con cara de perro molesto y se despidiera de lo más seco, cuando el chico es amable y sonriente —alzo las cejas de forma sorpresiva al escuchar su observación —. Tengo una vista espectacular y yo me doy cuenta de todo.

Ruedo los ojos y él me sonríe. Se da cuenta de todo, y siempre tiene razón.

—Eres un trasero Thómas.

—Uno muy lindo, y al que tu prima quiere follar.

Yo me río y volteo a ver a Ava, que nos observa disimuladamente.

—Cállate.

—Me adoras.

—¿Volverás a Inglaterra?

—No, abriré un despacho en la ciudad, será en el mismo edificio en el que está el consultorio de mi padre. Extraño a la familia y quiero establecerme. Y los extraño a ustedes.

—Me parece genial, así podrás tenernos más controlados a Tedd y a mí.

Él me mira y sonríe negando con la cabeza.

—No necesitan ser controlados, aprendieron eso de su admirable madre.

Claudeth baja con sus maletas y grita con voz lastimera:

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