XXIX.

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"Me encantaría que mi vida fuera un libro. Me encantaría poder pasar de página, de capitulo... o cambiar de libro directamente. Tener ese control sobre mí, sobre mi vida.

Pero no lo es. Es la vida real."

Las pesadillas volvieron y me sentí indefensa al no sentir los únicos brazos que podían salvarme de ellas.

El hecho de no poder dormir no fue demasiado problema porque estábamos de vacaciones de navidad y podía dormir por la mañana las horas que por la noche no podía. 

Claro que las cosas cambiaron cuando empezaron las clases y no había forma posible de recuperar las horas de desvelo.

—Brooke, deberías ir al médico —fue el saludo de Lucy el primer día de instituto—. Esas ojeras no se ven bien.

Me siento en la silla de la cocina mientras me esfuerzo por no suspirar demasiado fuerte.

—Me temo que no es algo que el médico pueda solucionar... —susurré.

El primer día de clase fue... como todos los primeros días de clase de cualquier adolescente en la historia, solo que peor. Mucho peor.

Horrible.

Por suerte, tuve a Jack al lado todo el día, menos cuando nos tocaba en clases diferentes, obviamente. 

—¿De verdad dije eso? —me lamenté mientras escondía mi vergüenza entre mis manos.

Oí su risa y le miré con las mejillas coloradas.

Estábamos en la hora de la comida, en la cafetería del instituto, sentados en una mesa alejada hablando sobre la noche de navidad en la que tiré por la borda cualquier resquicio de dignidad que me quedara hasta entonces.

Por suerte en año nuevo alejé el vino de mí.

—Estabas borracha —contestó mientras se metía una patata en la boca y la masticaba—, fue normal e incluso inocente. Fue adorable.

Miré mi bandeja mientras pensaba en lo que debía decir.

—¿Inocente? ¿adorable?—pregunté mientras pinchaba la ensalada con el tenedor—. Claro. Y si te hubiera preguntado "¿Por qué no me follas fuertemente en todas las posiciones existentes?" también habría sido inocente, ¿no?

El comedor estaba lleno de jugadores de fútbol americano ligando con animadoras rubias vestidas con falditas cortas. Aunque también había gente aparentemente normal. Pero... sí, en general era todo demasiado cliché, como sacado de una película americana de adolescentes con las hormonas en guerra.

—Tú eres inocente, Brooke —me dijo mientras me sonreía.

Noté un nudo en el estómago y ganas de vomitar.

Sonreí tímidamente y seguí comiendo mientras cambiaba de tema. La conversación fue fluida y amena, y me sentía cómoda a su lado.

Cuando sonó el timbre que indicaba la vuelta a clases, Jack recogió nuestras bandejas y se acercó a mí.

—No nos tocan más clases juntos. Te esperaré a la salida —me dio un beso en la mejilla y empezó a alejarse—. ¡Suerte!

Vi como se alejaba y unos chicos populares se acercaban a él y le palmeaban la espalda y le revolvían el pelo. No oí lo que le decían pero debió de ser algo sobre mí porque todos ellos, incluido Jack, se giraron para mirarme.

Aparté la vista y recorrí el campus para dirigirme a mi siguiente clase.

Los pasillos estaban llenos de alumnos y ninguno se fijaba en mí. Lo agradecí.

Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Where stories live. Discover now