XVII.

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El fin de semana pasó rápidamente ante mis ojos. Estaba acostumbrada a aquel hecho pero no era algo que me pusiera de un mal ánimo. O, por lo menos, no aquella vez ni todas las que siguieron después.

El domingo, tal y como os dije, Adam y yo pasamos todo el día juntos y me descubrí olvidándome del mundo. Olvidando los miedos, las inquietudes y las inseguridades que, aunque escondidas, seguían pinchando.

Pero ignorándolas... todo lo demás era una sensación indescriptible.

—Puedo pasar a buscarte todas las mañanas y vamos juntos a clase —me dijo mientras rodeaba mis hombros con su brazo y paseábamos por las calles frías y nubladas de Londres.

Negué con la cabeza.

—Quiero que todo siga igual que antes en la medida de lo posible —contesté.

Él no lo entendió a la primera, así que hablamos largo y tendido sobre aquello. La manera en la que yo no quería que toda mi vida cambiara. Quería estar con él, pero no quería cambiar mi día a día por aquello. Seguía reacia a darle mi confianza a otra persona que no fuera mi madre o Amy.

Me llevó de vuelta a casa antes de que mi madre llegara, diciéndome que aquella noche no podía dormir conmigo aunque quisiera pues su madre estaba de regreso en la ciudad antes de lo previsto y notaría su ausencia.

Así que aquel lunes por la mañana, mientras sonreía, me preparé para ir a clase.

—Hola, mami —canturreé mientras depositaba un suave beso en su mejilla.

—Hola, cariño.

La sonrisa en el rostro de mi madre y su extraña y repentina felicidad latente me hicieron pensar en su salida con aquella "amiga". Ojalá aquella felicidad durara todo lo posible, porque la sonrisa de mi madre para mí era como un paraguas en un día de lluvia. 

Cogí todas mis cosas y, despidiéndome de ella, salí al mundo como todos los días encontrándome a Ann y Amie.

—No puedo creer que mi mejor amiga esté saliendo con el chico caliente Johnson —gritó Amy dando saltitos, después de que les contara todo lo que sucedió entre Adam y yo.

Sé que para ella también era algo difícil ver como yo le abría mi corazón a alguien. Y que le costaba aceptar a Adam, aunque fuera un poco. Pero sabía que estaba haciendo un gran esfuerzo por mí y agradecía aquello.

Me reí y deje que mis dos amigas gritaran, saltaran, corrieran y me abrazaran hasta llegar al instituto, donde se alejaron de mi guiñando sus ojos.

Me reí de nuevo y giré mi vista hacia delante topándome con la mirada de Adam.

Sonreí mientras me acercaba y él se alejaba rápidamente de sus amigos. Enarqué las cejas confundida. ¿Por qué se alejaba de ellos? ¿Es que acaso no quería presentármelos? A lo mejor se avergüenza de mi... 

—Buenos días... —susurró sobre mis labios para luego besarlos y acabar con un abrazo.

—Buenísimos días —contesté alejándome un poco y mirando a nuestro alrededor, intentando olvidar lo que había pasado.

Todos nos miraban, unos curiosos, otros contentos, algunas envidiosas...

—¿Que miras? —preguntó Adam sacándome de mis pensamientos mientras agarraba mi mano y tiraba de mi hacia la puerta.

—Todo el mundo nos mira.

—¿Y eso es algo malo? —preguntó perplejo para luego cambiar de expresión a una alegre y susurrarme al oído "Que todos vean la preciosa chica que tengo. Mi chica".

Me sonroje y escondí mi cara en su pecho mientras seguíamos andando.

Nos tocaba Ética y como todas las otras veces, nos sentamos juntos.

***

La mañana pasó tranquila. Por los pasillos, cientos de ojos curiosos me miraban y hablaban. Pero no era algo que me preocupara, solo giraba la cara y seguía mi camino.

Estaba en Biología y aún quedaba una clase para terminar la jornada, cuando la puerta se abrió y apareció el director inspeccionando la clase.

—¿Brooke Wells?

Levanté mi vista del cuaderno, confundida, y levanté la mano mientras todos mis compañeros giraban sus ojos hacia mi y Amy me miraba de la misma forma en la que yo miraba al director.

"Parece ser que hoy me he llevado más vistazos rápidos y no tan rápidos que en toda mi vida" pensé.

—Brooke, agarra tus cosas y acompáñame, por favor.

Asentí mientras recogía y me preguntaba qué diablos pasaba.

Una vez recogido todo, me dí la vuelta hacia Amy.

—Luego te llamaré. Dile a Adam que he tenido que irme. Te quiero —susurré rápidamente en su oído antes de salir.

—Señorita Wells, siento haber interrumpido sus clases —se dirigió el director a mí con una expresión de pena en los ojos cuando salí del aula y caminé junto a él por el pasillo.

Titubeé un momento con el ceño fruncido y me giré para mirarle.

—¿Qué pasa, señor director?

El hombre de traje y pelo canoso diferente a cualquier otro director, se paró en medio del pasillo y señalando con la cabeza hacia un lugar más adelante, me susurró "ella te lo dirá", y acto seguido se alejó en la dirección contraria.

Le vi alejarse para luego correr hacia mi madre y poner mis manos en sus hombros, a lo que ella levantó la cabeza.

—Mamá... —susurré afligida viendo sus ojos rojos e hinchados. ¿Le había pasado algo? ¿Mi padre le habrá hecho algo...?

Se tiró a mis brazos. Como si necesitara un apoyo mucho mayor del que ella tenía bajo sus pies. La escuche sollozar pero no dije nada, no hice nada más que sostenerla y consolarla.

—Mi niña... —se apartó de mi y acarició mis mejillas—. Tu padre...

Enseguida mi rostro se endureció y la ira fue a través de todo mi cuerpo.

—¿Mi padre, qué? ¡Él no es mi padre! —grité.

Mi madre empezó a sollozar de nuevo y me obligué a calmarme tomando dos respiraciones profundas.

—Tu padre... —volvió a intentarlo mi madre, con la voz muy baja y sin mirarme a la cara—. Tu padre ha muerto.

Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Where stories live. Discover now