XXIV.

6K 396 6
                                    

—Buenos días, mamá —saludé a mi madre con un beso en la mejilla mientras me sentaba a desayunar.

La noche había sido confusa y larga. Muy larga. Todos los pensamientos que me rondaban la cabeza hicieron un trato entre ellos para machacarme a la vez. ¿Y si me va mal en Canadá? ¿Y si no hago amigos? ¿Y si no olvido el daño que me ha hecho Adam? ¿Y si le pasa algo a mi madre...?

—Buenos días, cariño. ¿Que piensas hacer hoy? —preguntó mi madre pasando su mano por delante de mi cara, a lo que me espabilé un poco.

Definitivamente había dormido poco.

Mordí entonces mi tostada con mermelada de fresa y la saboreé. Eso siempre conseguía despertarme del todo, sobre todo a mis papilas gustativas.

—Pues... iré a pedir el traslado de centro de estudio y luego a comprar el billete de avión.

Sí, había hecho todos mis planes en la cabeza durante todas las horas de no-dormir. Incluso había pensado en toda la ropa que me llevaría, en todas las cajas que tenia que rellenar, en tooooodo el trabajo que me quedaba por delante...

Suspiré.

Mi madre asintió despacio mientras se sentaba a mi lado con una taza de café.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó sonriendo.

Negué suavemente.

—No hace falta, mamá. Estoy bien —contesté segura.

En parte era cierto. Por lo menos, mejor que el día anterior. Ahora mi cabeza daba vueltas mayoritariamente a las cosas de mi traslado, aunque un 30% era un indudable y asqueroso Adam. 

—Por cierto... —empecé mientras mi madre levantaba la vista de su café para mirarme—. Ben es encantador.

Sonrió complacida mientras agarraba mi mano y me agradecía.

Terminé de desayunar, me despedí de mi madre y salí a la calle. Empezaba a odiar los gorritos así que aquel día no me puse el mío.

No me gustaba dejar el curso a medias, pero Lucy se había encargado de todo para que me admitieran lo más rápido posible en el instituto.

El día estaba raro. No nevaba, no llovía, pero el frío se introducía suavemente en mis huesos y me hacía estremecer. Cortaba. Como una navaja.

Faltaba poco para Navidad, había elegido una fecha muy difícil para irme.

Llegué al instituto, el timbre ya había sonado así que entré y caminé despacio sin miedo a encontrarme con alguien conocido.

Error. Error. Error.

Al girar la esquina de uno de los pasillos vi a Adam sentado en el suelo, apoyado en la pared mirando al suelo y pasando las manos por su cara en señal de frustración.

Le habían echado de la clase de Ética.

¿Desde cuando no se metía en líos?

Desde que salía conmigo...

Para dirigirme al despacho del director tenía que pasar por ese pasillo, así que no tuve más remedio.

Respiré varias veces y caminé con la mirada fija en el frente. Él no levantó la cabeza mientras pasaba por delante, y me permití suspirar de alivio.

Segundo error.

—¿Brooke?

Me giré despacio y vi como se levantaba rápidamente y venía hacia mi. Estaba pálido y tenía unas ojeras oscuras, señal de que había dormido poco.

—Oh, hola Johnson, no te había visto. Tengo prisa... —contesté antes de que hablara.

Me sujetó por los hombros y me miró fijamente con la mirada llena de desesperación

—No te vas hasta que no me digas qué está pasando —dijo con la mandíbula ligeramente apretada pero con un atisbo de preocupación en los ojos— Me ignoras, no atiendes mis llamadas... Cariño por fav...

Me reí para interrumpirle ante su atenta y confundida mirada.

Intenté darme la vuelta pero su agarre era fuerte.

—¿Y tú me pides explicaciones...? —le escupí las palabras con rencor.

—Sí, yo te las pido.

Sus ojos no conectaban con los míos. Su habitual verde se había vuelto más oscuro. Más lejano. Más mate.

—Pues no lo hagas. Y... —continué— búscate a otra para lo de la apuesta, conmigo no vas a conseguir la moto y seguro que estás deseando tenerla.

Terminé de decir aquellas palabras casi a trompicones y me obligué a mi misma a no soltar ni una lágrima, pero ya era demasiado tarde, porque mis mejillas picaban y las gotitas caían sin cuidado. 

Adam no emitió ni un sonido. Sus ojos solo mostraban miedo y arrepentimiento, preocupación, desesperación, pérdida...

Ya está.

—Oh, espera —continué riendo y quitándome las lágrimas de la cara casi con rabia— Había olvidado que tú ya tenías una moto. Daba pena pensar que valía una moto, pero da más pena aún pensar que valgo tu segunda moto...

Sus brazos se debilitaron y yo aproveché para zafarme y salir corriendo.

—Brooke, no lo entiendes —oí su voz rota y desesperada detrás de mí, justo donde se confundía la línea entre mi pasado y mi presente.

Me giré una última vez.

Sus ojos estaban vacíos, pero toda yo también.

—Claro que lo entiendo, Adam...

Luego desaparecí de su vista.

Fue la última vez que le vi.

La última vez, o eso pensaba.

Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα