Capítulo 5: Rapto (parte I)

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—¿Estás loco? ¡Preguntale vos! —sus voces eran parecidas, pero la de éste era un poco más grave. Todas las personas creían que eran hermanos por la forma en la que se comportaban. Tenían modismos muy parecidos y se reían de las mismas cosas, como si nunca hubieran llegado a madurar completamente para la edad que tenían.
Siguieron así, empujándose, bromeando y parloteando en un tono bajo, evitando que la guerrera no los escuche. A Oriana le llegaba como un cotilleo que le resultaba insoportable y cuando no aguanto más volteó enojada y clavó su mirada en Bori.

—¿Qué es lo que les sucede? —no le importaba ocultar su malestar—. Parecen dos ratas royendo atrás mío.
Los jóvenes se detuvieron en el instante posando sus ojos sobre los escarpes de Oriana, como si ésta fuera su madre y los estuviera retando. Después de unos minutos de tensión Bori habló.

—Engar quería preguntarte algo.

—¡Mentira! —respondía y empujaba a su compañero al verlo reír.

«Niños —pensó la guerrera mientras volteaba para seguir caminando».
Estaban cerca del punto de reunión que les había marcado el jefe. Quedaba a las afueras del castillo de Noinor y no sabían con quienes se encontrarían. Los planes de los rebeldes solían ser improvisados o de limitada explicación. Oriana sabía que tenía que dirigirse hacia una cascada que estaba a unos pocos kilómetros de la muralla; pero no tenía idea en que parte, ni quienes la esperarían.

Las botas de los arqueros estaban embarradas de tanto caminar. Podían elegir ir saltando sobre las rocas que señalizaban el paso, pero estaban cansados y temían que a Oriana le moleste. No había ningún árbol que de sombra, las casas de los aldeanos se veían a lo lejos y poco a poco comenzaban a escuchar el fuerte ruido del agua caer.
Estando a pocos metros se dispusieron a sentarse sobre un costado a esperar. Estaban cerca de la cascada como para sentir su estimulante ruido, pero lo suficientemente lejos como para no mojarse. Engar la imaginaba algo más imponente y se llevó una pequeña desilusión. A decir verdad, la mayoría de los reinos contaban con paisajes realmente bellos, por lo que esa cascada parecía poca cosa.

—¿Estás segura de que era acá el encuentro? —dirigiéndose a la guerrera, que esquivaba su pregunta mirando hacia otro lado.

—Sí, está segura —respondía una voz a sus espaldas serenamente.
Los arqueros rápidamente reconocieron la voz de Rigal y voltearon a abrazarlo. Verlo siempre era un motivo de festejo, ya que no solía pasar mucho tiempo en un mismo lugar. Engar y Bori llevaban unos cuantos meses sin saber nada de él, por lo que se habían llevado una gran sorpresa al reconocer su voz.
En cambio Oriana oponía cierta resistencia. No estaba enojada, sólo se castigaba por no haber podido cumplir con la tarea.

—Vengan, síganme —continuó hablando—. Tenemos mucho que hablar.

De mala gana, la guerrera seguía a los hombres que caminaban unos cuantos pasos adelante haciendo bromas. Oriana no estaba acostumbrada a fallar, y en verdad no había fallado aunque ella lo sintiese así.
Luego de recorrer algunos metros se cansó y habló.

—¿A dónde vamos? Acá no hay nada, estamos a la vista de cualquiera que pase por el sendero y las aldeas están a unos cuantos kilómetros—no era un buen momento para bromear con ella. Los dos arqueros lo sabían bien, por lo que sólo se miraron y pusieron los ojos en el suelo, evitando reírse.

—Está bien —le echaba un ojo y sonreía mientras estiraba sus brazos hacia el cielo. Era posible observar las venas de sus brazos marcarse aunque no parecía estar haciendo ningún esfuerzo. Luego se agachó bruscamente tocando la tierra, lo que generó un ventarrón de tierra que les nubló la vista.

—Podrías —tosiendo—. Podrías habernos avisado —decía Bori intentando ver qué era lo que había sucedido. Poco a poco el polvo comenzó a bajar permitiendo a sus ojos ver una especie de choza—. También podrías haber hecho algo más reconfortante.

—Es sólo para no llamar la atención.

—¡Oh! No, un iglú de barro a unos metros del sendero no llamará la atención —decía irónicamente Oriana.

—Oriana treinta Rigal cero —bromeaba Engar mientras entraba—. Por lo menos tiene bancos —molestaba al mago mientras tomaban asiento. No había mucho espacio por lo que, en ronda, uno al lado del otro, comenzó la charla.

—Cuando te fuiste —dejaba su espada sobre el suelo y cabizbaja, empezaba a hablar. Los arqueros escuchaban atentamente y se morían de ganas de interrumpir pero la mirada de Rigal los obligaba a guardar silencio—. Me quedé allí esperando, como habíamos planeado. Al poco tiempo vino, confundido y temeroso... Pensé que sería más fácil convencerlo —hizo una pausa y miró al Mythier que acariciaba su mentón—. Quizá no deberías haberme elegido a mí para esa misión.

—Sí —interrumpía Bori—. Creo que yo hubiera... —se detuvo al ver como lo observaban sus compañeros.

—Oriana, había una posibilidad de que esto suceda. Por eso ideamos el segundo plan, esperemos que ese si funcione —intentaba calmarla Rigal—. ¿Luego qué?

—Aparecieron unos cuantos soldados, salí a través del hoyo y, Engar y Bori hicieron su trabajo —suspiraba con fuerza y elevaba su voz—. Perdimos nuestra entrada secreta, por un niño idiota que encima eligió a Taniel. Seguramente ya cerraron el hoyo y ¿qué ganamos? Nada.

Rigal permaneció callado y los arqueros se encontraban algo confundidos, apenas entendían de qué estaban hablando. Lo cierto era que el agujero descubierto hacía un tiempo ya, hubiera sido una gran ayuda en una futura guerra. Ahora, las esperanzas de tomar el castillo parecían muy lejanas ya que un ataque directo a la muralla sería impensado por cualquier rebelde.

—Entiendo tu decepción —Rigal apoyaba su mano sobre la hombrera de hierro de la guerrera—. Perdimos una acceso al castillo, es verdad... pero conseguiremos otro. Y el niño... claro que esta confundido y hasta quizá algo corrompido por mi hermano pero no podemos desistir. Sin él, no creo que tengamos posibilidades de nada y si Taniel lográ ponerlo de su lado, sería nuestro fin —se paró y les dio las espalda, como si mirara por una ventana inexistente.

—¿Es verdad que es un Mythier? —preguntaba Engar con algo de miedo ya que sólo había oído rumores.
Los ojos de Bori y los de Oriana se abrieron, hacía mucho no escuchaban esa palabra. Evitaban hablar de la magia o de lo que había sucedido con Mytri enfrente a Rigal para evitar su dolor. Si bien todos sabían la historia, preferían no hablar de ciertos temas, salvo que él los ponga sobre la mesa.

—Sí —llevaba sus dos manos a la cabeza acariciando su pelo oscuro—. ¿Ahora entienden todos su importancia?

Un silencio incomodo colmó la conversación. Ni siquiera Bori quería hacer comentarios. Así se mantuvieron un rato largo, suspirando y esquivándose las miradas.


                                                                                                                                                      NicoAGarcia

                                                                                                                                                      NicoAGarcia

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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Where stories live. Discover now