Dylan Kay sabe lo que fue crecer sin ningún tipo de afecto en su vida, pero aún consciente de ese hecho, él sabe cómo pasarla bien, pues con "temporal" como su palabra favorita, él no tiene que preocuparse por nadie más que por sus hermanos del club...
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Lorelle
Los murmullos de las chicas en la habitación no cesan, pero por encima de ellos, puedo escuchar muy bien los balbuceos de mi bebé en los brazos de Ellie. Él es como su padre y debe estar intuyendo que ya casi se acerca el momento. Dentro y fuera de esta habitación, las emociones no se ocultan.
Frente a mí, está mi madre y ella me dice: —Lorelle, estás tan preciosa. Nunca pensé que vería este día, no me atreví ni a soñar con esto, pero verte tan feliz, sigue compensando la nostalgia del pasado, y viéndote hoy siento miles de emociones a las cuales no puedo siquiera ponerles palabras. —sus manos tiemblan cuando acaricia mis brazos y en su mirada hay tal amor que le brindo una sonrisa acuosa.
Me digo que no debo llorar porque entonces eso hará que mi maquillaje se estropee por completo, y a Letty puede que le dé una crisis nerviosa después todo el esfuerzo que hizo en ponerme bonita, pero es difícil, y ahora aún más cuando mi madre me entrega el elaborado ramo de rosas rojas, y luego me giro para ver mi imagen de cuerpo entero en el espejo.
Los murmullos ahora cesan por completo y siento todos los ojos en mí, viendo el resultado final. Ahora mi aliento se traba porque no parezco yo. La mujer que me devuelve la mirada brillante parece una princesa de cuento, como ese que terminé de escribir la semana pasada. Una princesa real e irrevocablemente enamorada.
Sí sigo siendo Lorelle, la chica que llegó al club Los Dragones para una entrevista y después irse a casa a seguir escribiendo su libro y a su vida normal. Pero luego su mundo se puso patas arriba a causa de un motorista alto, tatuado, y con una sonrisa matadora que sin esfuerzo logra derretir la ropa interior de cualquier mujer alrededor, las mías más que ninguna. Ese mismo hombre está esperando por mí allá afuera en el patio del club, rodeado de hermanos, de nuestra familia, y frente al altar.
Jesús.
Exhalo el aire en mis pulmones y luego tomo otra calmante respiración porque dentro de unos minutos cambiaré de apellido otra vez y pasaré a ser la señora Kay. Mi sonrisa sale automáticamente ante ese pensamiento porque ser la esposa de Dylan, el hombre al que amo con toda mi alma y mi corazón, es lo que deseo más que nada en el mundo. Ya soy su dama y llevo sus letras, ahora llevaré su apellido y su anillo también.
Cierro mis ojos sintiendo un enjambre completo de mariposas aleteando dentro de mi estómago. Estoy más que feliz, de eso no hay ninguna duda, pero es el día de mi boda y se me permite estar un poco nerviosa. Ahora comprendo mejor a Charlotte cuando estaba organizando la suya, pues los preparativos para una boda son extenuantes porque quieres que todo salga perfecto en ese día tan especial. Pasé los meses finales de mi embarazo, el parto y el nacimiento de Dixon, organizando todo con la ayuda de mi madre y mis amigas, pero viendo y sintiendo ahora el resultado final, hace que todo el esfuerzo que hicimos valga la pena.
—Lorelle, hija, ¿estás bien? —A mi lado y tocando mi brazo derecho, escucho la voz preocupada de mi madre y cierta tensión alrededor también.
Abro mis ojos. —Sí —les aseguro en un susurro—. Solo...denme un minuto.
