Kenshi

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-Dicen, que quienes protegen con mayor intensidad, son aquellos que tienen todo para perder-. 

...

Anko insultó cuando un nuevo mosquito voló muy cerca de su rostro, hizo una mueca con sus labios y su insultó hizo voltear a los dos chunnin frente a ella. Uno en sorpresa por lo alzado de la mujer en morado, y otro escéptico, preguntándose cómo alguien así seguía en la aldea y no había sido desterrado con su afamado maestro.

Nunca debieron haberla dejado aquí, pensó Genta resentido, pensando en cuerpos deformados, niños no nacidos, madres desgarradas y padres vengativos.

—Estos asquerosos animales merecen pena de muerte —murmuró entre dientes apretados mientras hacía los sellos de invocación. Una nube apareció al instante a sus pies y Anko miró a su serpiente de mirada amarilla antes de mandarle a comer.

—¿Acaso me invocaste para encargarme de tus alimañas? —siseó la misma erigiéndose hasta alcanzar la altura del pecho de Anko. Sacó la lengua dos veces y a la tercera abrió las mandíbulas dejando al visto sus colmillos.

—¿Necesitas una confirmación Fumi? —preguntó fríamente.

El cuerpo de la serpiente tembló. De rabia. De ira.

—No me hagas repetirme. —Entrecerró los ojos más.

—Espera un ratón en tu almohada esta noche, ama —susurró venenosa como su poder antes de alejarse, en el camino saltando al aire atrapando entre sus mandíbulas los mosquitos que volaban cerca del suelo.

El bosque era la sección D-2 del bosque de la muerte. Área no restringida pero con usos limitados, no para entrenamiento, no permitido el uso de fuego por lo resecas de las arboledas del área; nada de ataques de rayo por la misma razón. Sólo para uso de chunnin bajo permiso del Hokage por su cercanía a la sección D-4, la cual posee hongos y especias sembradas por los civiles.

—No es como si no me encontrara uno cada noche, —gritó de lejos la mujer. Con sus manos ahuecando su boca.

—Anko-san, —interrumpió con un suspiro Genta Asaru, un azabache de piel oscura especializado en detección de chacras ocultos. Quien había ganado su interés por la especialización cuando durante la guerra sus compañeros de equipo se habían perdido en medio de una misión cerca del límite con la Tierra del Viento. Genta encontró fue primero el brazo de su sensei a diez metros de él. A cuarenta metros encontró la cabeza y dejó de buscar por más. Faltando sus dos compañeros y decidido a no cargar con sólo uno de los hitai-e de su equipo, se puso a la búsqueda.

En cuatro días halló su segundo compañero. Estuvo a punto de cargar su cuerpo hasta la aldea más cercana cuando notó que no respiraba. Le quitó las armas, cerró sus ojos y después se dio a la búsqueda de su compañera.

La encontró al borde de la muerte enterada bajo dos metros de arena entre las dunas.

Vi... —carraspeó con los labios partidos y llenos de sangre entre las fisuras. Su mirada parecía querer llorar, pero no había una sola de gota de agua en su cuerpo para desperdiciar—, vi-... viniste...

No sobrevivió y Genta no pudo vivir sabiendo que si hubiera sabido detectar la escasa forma de chacra que emanó su compañera mientras moría, estaría viva.

—Anko-san me parece innecesario todo, —abrió su mano englobando toda la situación. Al otro chunnin Hiroku. Anko mirando de lado a lado con ira tratando de eliminar a todos los insectos. La serpiente que causaba escalofríos en su columna saltando por los aires con las mandíbulas abiertas. Y el perro compañía de Hiroku, Yuri, olfateando toda la zona por algo, lo que fuera—. Ya revisamos toda esta zona dos días antes, esta no se halla tan cercana a la zona de la muerte desde que hallaron el cuerpo de Hayate. ¿No cree que hubiera habido algún indicio de haber...?

Lobo de AkatsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora