Capítulo 4

2.3K 290 123
                                    

Robert Hattaway observó a Terrence. El muchacho era un diamante que tuvo la suerte de encontrar. O quizá Terrence lo encontró a él, pues fue el castaño quien llegó a su puerta un día de invierno. Apenas recitó unas cuantas líneas y supo que podría ganar mucho dinero con él.

El chico era guapo, con una voz que volvería locas a las mujeres, y lo mejor de todo es que tenía talento. Actuar era algo innato en él, se notaba en su forma de moverse, en la modulación de su voz. Sí, Terrence era un diamante. Lástima que también fuera duro como uno y que tuviera un carácter del demonio.

Pero el dueño de la compañía era él, y si quería mantener su trabajo debía respetar las reglas.

—Lo siento, pero no puede quedarse —respondió al pedido de este.

—Yo me haré cargo de sus gastos —refutó el actor, molesto por la intransigencia de su jefe.

Tenían un par de horas en Boston. Sus compañeros actores ya estaban instalados, y él estaba ahí, pidiendo que Candy los acompañe en la gira.

—No se trata de eso —dijo Robert, intentando calmar el genio del chico.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

—La chica...

—Su nombre es Candice —interrumpió Terrence, molesto por la actitud del hombre.

—Candice —corrigió, armándose de paciencia—, no es parte de la compañía, por lo tanto, no puede quedarse.

—Hay actores que... — El argumento de Terry se vio interrumpido por la tímida voz de la tercera involucrada.

—Puedo trabajar. —Robert miró interesado a la menuda rubia que desde que entraron no había dicho una palabra.

—No. —La negativa vino de Terrence.

Candice lo miró sorprendida.

—Puede quedarse mientras estamos en Boston, pero no podrá acompañarte a las demás ciudades.

Terrence iba a replicar, pero Candy se le adelantó.

—Lamentamos haberlo molestado —dicho esto se dio la vuelta y salió de la suite de Robert Hattaway.

Terry salió tras Candy, sintiéndose impotente. Quería mandar todo al demonio e irse con ella. Lo que tenía ahorrado les daría para vivir un tiempo en lo que conseguía trabajo.

Iba perdido en sus pensamientos, por lo que no vio a Susana hasta que fue demasiado tarde.

—Lo siento —murmuró, sosteniéndola de los hombros para evitar que cayera hacia atrás por el choque de sus cuerpos.

Susana no respondió, estaba muy ocupada palpando los brazos del chico. Era la primera vez que estaban tan cerca fuera del escenario. En un impulso se puso en puntillas, dispuesta a robarle un beso.

—Terry... —Ante la voz de Candy, el castaño la soltó como si fuera hierro candente.

La ojiverde estaba parada cerca de la puerta de su habitación, se había asomado al pasillo para ver por qué tardaba Terry, si lo había escuchado caminar tras ella.

—Con tu permiso —dijo a Susana y enseguida continuó su camino hacia la habitación que rentó para Candy.

Candice caminaba de arriba abajo en la habitación. La escena que presenciara segundos atrás, le daba vueltas en la cabeza. Si ella no hubiera interrumpido, estaba segura que la rubia frentona habría besado a Terry. ¿Y él? ¿por qué la estaba agarrando de ese modo?

Tú eres mi vidaWhere stories live. Discover now