Capítulo 10

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“Romeo y Julieta arrasa en taquilla.

La producción de Robert Hattaway ha agotado las entradas de un mes en solo dos días.

No cabe duda que mucho se debe a la interpretación de Terrence Graham, el actor más aclamado de Broadway. Sin embargo, la actuación de la nueva Julieta, Karen Klyse, ha sido impecable.

‘No me imagino a nadie más como Julieta’, dijo el reconocido crítico, Frederick Reynolds, en exclusiva para New York Daily”.

Susana Marlowe estrujó el periódico, rabiosa por la nota que acababa de leer. Karen Klyse, su eterna rival, recibía las alabanzas que debían ser para ella.

Alabanzas que ya nunca le darían.

Solo tenía una pierna, ¿cómo iba a actuar así?

Su carrera estaba acabada. Nunca más podría subirse a un escenario. Viviría atada a una silla de ruedas, dependiente de la ayuda de otros.

«Pero lo tendrás a él», susurró una vocecita interior.

Sí, lo tendría a él. Terry sería por fin suyo. Su madre se lo prometió.

🌼🌼🌼

Terrence y Candice llegaron al hospital a mediodía. Esperaron a que la señora Marlowe saliera para colarse en la habitación de Susana.

La actriz estaba sentada en la cama, su largo cabello caía sobre sus hombros en dos coletas bajas. Tenía la mirada perdida en un punto de la habitación cuando la puerta se abrió y la pareja ingresó.

—¡Terry!

Su emoción se desinfló cuando vio a la rubia. Ahora entendía por qué Terrence no fue a verla los días anteriores. Ella estaba ahí.

—Hola, Susana —saludó Candy para romper el pesado silencio que siguió, a pesar de nunca haber sido presentadas.

—¿Qué hace ella aquí, Terry? —reclamó al actor igual que una novia celosa, solo que sin el derecho de hacerlo.

El semblante de él se endureció, molesto por la mirada de odio que la actriz le dedicó a su prometida. Antes de que pudiera recriminarle su actitud, Candy intervino.

—Vine a verte. Habría querido visitarte antes, pero estaba en Chicago cuando ocurrió el accidente.

—No necesito tu compasión —contestó con tanta inquina que la pecosa tuvo el impulso de dar un paso atrás para alejarse de ella.

—Yo… te estoy muy agradecida por salvar a Terry —continuó Candice, decidida a mostrarse amable—. Él es lo único que tengo, y por eso estaré siempre en deuda contigo.

Terry maldijo en silencio la mala elección de palabras de Candy.

—No lo hice por ti —espetó sin mirarla.

Odiaba mirarla.

Sus ojos se concentraron en Terrence, y reparó en un detalle que no vio antes: las manos entrelazadas de ambos.

El pecho se le apretujó de dolor.

Estaban juntos todavía.

No debería ser así. Terry tiene que casarse con ella no con Candy. Fue ella quien lo salvó, no la rubia aniñada. Es ella quien se merece estar al lado de Terry. ¡Ella!

—Igual te agradezco.

La voz de Candice la sacó del torbellino de pensamientos que amenazaban con terminar en un brote de histeria. Respiró profundo y recurrió a sus dotes de interpretación para encausar la situación a su favor.

Tú eres mi vidaWhere stories live. Discover now