Capítulo 7

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Era una mañana de principios de octubre cuando Terrence bajó del tren en la estación de Chicago. Lo hizo rápido, antes que los demás pasajeros entorpecieran su salida. Traía días de viaje encima y le urgían una cama y un baño. Se apresuró a buscar un cochero que lo llevara a un hotel del centro, uno económico, pues todavía no recibía el pago total de la gira.

Les fue mejor de lo esperado, por lo que sus ingresos se verían recompensados.

La maratónica gira terminó hace cuatro días, en Washington DC. Luego de esa última presentación tenía por delante un mes de vacaciones, pero él tendría que empezar a prepararse para la audición de la próxima obra. La cual debía estrenarse, según Robert, a mediados de febrero del siguiente año.

En quince días anunciarán el nombre y las fechas de las audiciones, y él tendrá que ensayar muy duro para ganarse el protagónico. Si es que quiere casarse con Candy.

«Pecosa desalmada», masculló para sí, arrebujado en el asiento del carruaje.

🌸🌸🌸

"El Rey Lear culmina con gran éxito", rezaba el titular del diario que acaba de comprar Candy.

El artículo era una reseña de las dos presentaciones que hicieron en Washington DC. Así como del enorme talento de Terrence Graham, "la joven promesa del teatro", como insistían en llamarlo.

También resaltaba la excelente interpretación de Susana Marlowe, augurándole un futuro brillante a la actriz.

—No sería de extrañar que en cualquier momento anuncien que sostienen una relación. ¿Habrá campanas de boda? —Leyó Candy en voz alta—. ¿Habrá campanas de boda? —repitió con mofa, de repente se sintió como si tuviera seis años.

—Y muy pronto, solo que se equivocaron de novia.

Candice se levantó de golpe de la banca en que leía el periódico.

—¿Terry? —preguntó casi con miedo, antes de darse vuelta para encararlo.

—¿Quién más, si no? —inquirió ya frente a ella.

Candice se olvidó que estaba en los jardines del hospital y le echó los brazos al cuello.

—Por fin estás aquí.

La joven se pegó a él e inhaló profundo, quería disfrutar del olor de Terry, de sus brazos rodeándola y del latir desbocado de sus corazones. Luego de esos meses en los que apenas y mantuvieron comunicación, necesitaba su cercanía como a respirar.

—¿Cuándo llegaste? —preguntó pasados unos minutos en los que ninguno de los dos habló.

—Hoy. Vine directo de Washington.

Candice se alejó un poco y lo miró a la cara. Estaba ojeroso y un poco pálido.

—No debiste venir tan pronto, necesitas descansar.

—¿Llevo semanas sin saber de ti y así es cómo me recibes?

Terrence la soltó y se alejó un paso. Se había quedado con la primera parte de lo dicho por la rubia. El enojo por los telegramas no contestados regresó renovado.

—Un momento, fuiste tú quien no se comunicó. ¿Cómo querías que te contactara si no sabía a dónde hacerlo?

—Candice, te envié la dirección del hotel en que me alojaba en cada ciudad.

—Y yo te contesté a todos.

—No es verdad.

Candice frunció el ceño.

Tú eres mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora