Capítulo 3: Un túnel oscuro (parte III)

Comenzar desde el principio
                                    

—¿¡No ves que estamos pasando nosotros!? —irritable mientras desmontaba.

—Disculpame —Milton enseguida notó que la señora que ahora se arrodillaba pidiendo clemencia era ciega —. Mis pobres ojos no me contaron que se asomaban —su voz temblaba.

—¿Tus oídos tampoco te avisaron? —se burlaba irónicamente la joven.

—Kinta —se incorporaba la voz de Milton algo enojado—. Dejala seguir con su caminata.

Las palabras del adolescente inmediatamente generaron una sonrisa en la joven que volvía a montar al Gaper para seguir el viaje al castillo.

—Por la salud de Pseu —decía la anciana y continuaba su camino hacia el bosque.
Milton se quedó unos cuantos segundos sorprendido, parecía tan indefensa como para ir sola al bosque.

—Malditos seguidores de Pseu —se quejaba Kinta mientras le contaba de las creencias que habían en Etel y Enal —. Anciana idiota va llorar a los arboles... Ojalá algún Sthiguel la devore.

Milton no le prestaba atención a lo que decía, prefería eso a tener que contestarle y pelearse. «Mejor me callo», pensaba y se convencía de que la muchacha tenía un lado tierno y amable; aunque le costase encontrarlo.

Llegando al castillo el joven se sentía algo cansado y también con hambre. El tiempo transcurría lento y el día se le hacía pesado. Hacía unas cuantas horas había amanecido y el sol continuaba exactamente igual de luminoso. Sabía que los días eran mas largos, pero todavía no se acostumbraba.
El clima en Noinor no era muy cambiante, solía hacer calor; pero no de esos sofocantes. Había muy pocos días de lluvia y los días fríos casi no existían. Por eso era uno de los reinos mas perfectos para los gobernantes. Su población no tenía excusas, debían trabajar durante todo el año sin cesar.

Ambos jóvenes se reunirían con el rey en una habitación que éste tenía para armar los planes de batalla, recibir informes o tener alguna charla privada.
Milton se sorprendió al ver que el lugar al que se estaban dirigiendo era el gran salón con el que él había soñado. Al entrar iba recordando pero lo notaba algo cambiado, «claro» pensaba, en sus sueños el salón de destruía casi por completo.
Taniel, quien se encontraba sentado plácidamente en su trono, los invitaba a pasar. De lejos se podía apreciar que el sillón divino en el que el rey aguardaba, estaba construido con una corteza de árbol quemada. Se veía confortable e imponente, algunas ramas sobresalían por los costados permitiendo al rey apoyar cómodamente sus manos.

—Bienvenido niño —la voz de Taniel recorría todo el salón—. ¿Se divirtieron? —preguntaba mientras la joven se agachaba para hacer una reverencia. Al ver esto, Milton algo confundido, la imitó —Oh, está bien... ya aprenderás de modales —no lo decía enojado, más bien intentando amigable.

—Mi señor —hablaba Kinta quien ahora levantaba su cabeza—. Quien está a mi lado, valientemente asesinó a un Skud adulto... y lo hizo solo —sonreía.
Taniel algo confundido felicitaba al joven mientras se acercaba a colocarle una insignia en su pecho. Dicha insignia era un pedazo chico de metal en forma de "R".

—Ahora —decía cuando terminaba de colocar la insignia—. Arrodillate —serio y con cierto desprecio. Milton no entendía que estaba pasando pero tuvo que aceptar—. Te convierto —colocaba su palma en la cabeza del joven—. En mi Rasat. Me debés —continuaba e iba elevando poco a poco su voz—. Tu vida, tu honor y tu voluntad. Lo que yo te pida harás y en caso de negarte, serás enemigo de la corona y consignado como subversivo —se frenaba—. Levantate ahora como un fiel caballero y futuro Mythier —el joven miraba los ojos amarillos de Taniel relucir—. También... serás mi pupilo y parte de mi familia.

Después de esa ceremonia rara e inesperada tuvieron una charla más distendida mientras paseaban por el castillo yendo al lugar donde Taniel entrenaría al joven.

Milton comenzaba a sentirse algo respetado y por lo que escuchaba, con el tiempo tendría una función, una misión.
En verdad, lo que a él más le interesaba era, que el rey lo hacía parte de su familia. No le interesaba todo el resto y a decir verdad poco entendía. Lo importante para él era que cada vez más podía ver en Taniel un padre.
A veces un pensamiento de Horacio y Juan aparecía y le generaba mucho dolor. Por eso rápidamente olvidaba el tema y se decía a si mismo «no hubiera funcionado».

—Y ahí estaba yo bajando dispuesta a comer a mi presa —relataba Kinta llegando al segundo piso—. Cuando veo que ya el muchacho —golpeaba su hombro—. Había logrado que unas cuantas ramas atraviesen los tejidos del Skud—. En ese momento la mirada de Taniel se clavó en la muchacha quien no entendía lo que sucedía, pero decidió no seguir el relato.

—Y contame —la voz del rey no demostraba ninguna emoción—. ¿Qué se sintió tanto poder?

—Supongo —divagando—. Que bien. En verdad —se corregía—. No sé si sentí algo. Sólo tenía mucho temor y de golpe, el animal estaba muerto.

—Claro niño —interrumpía Taniel—. A veces descubrimos nuestro Mythier en situaciones de pánico —cortaba la conversación para mostrarle la habitación en la que aprendería a contralar sus habilidades.
La sala era espaciosa, tenía plantas un poco extrañas a los ojos de Milton y algunos muñecos de prueba. Además contaba con estantes llenos de armas de todo tipo, espadas largas, espadas cortas, con diferentes formas, dagas, arcos, una variedad de armas indescriptible. Era la única habitación que no tenía alfombras, ya que allí se solían hacer combates de practica y era necesario recrear el terreno habitual en donde se daban los enfrentamientos.

—Más tarde comenzaremos —decía Taniel—. Andá a alimentarte bien... luego con Kinta te entrenaremos.

—Vamos amor —decía la joven empujando a Milton. Pero en ese momento el rey agarró su hombro y le pidió que se quedara.

—Dejá ir al niño tranquilo —le decía a Kinta de una buena manera—. Cuando terminés volvé —dirigiéndose al joven que asentía y se retiraba—. Contamé que fue lo que sucedió en el bosque —decía serio a la muchacha ahora que Milton ya no estaba.

Kinta vaciló unos segundos y volvió a contarle la escena con todo el detalle que ella había visto. —Yo lo vi —decía intentando que el rey le creyera—. Extendió sus brazos y las ramas aniquilaron a la bestia, fue grandioso ver como gemía.

—¡Es imposible! —furioso intentaba no gritar—. No puede haber hecho eso. La magia se entrena, no aparece sola —hacía una pausa—. Además, para lograr lo que me estas describiendo debería ser un profesional y manejar sus emociones, su respiración y otra cantidad de cosas que no conoce. No —decía pensando—. Pasó algo más.

—Pero —Kinta estaba confundida. Quería hablar sin que Taniel se enfade—. Si pudo destruir un orfanato entero... ¿Por qué no podría matar una bestia? —El rey la miró y sin responderle le ordenó ir con Milton.


Nota de Autor:

¡Gente! Esta fue la parte III del capítulo 3. Espero que les haya gustado! Si es así dejen su voto y comentario que eso me da mucho ánimo para seguir escribiendo!

En estos días publico el final del capítulo 3!

Muchas gracias por leer! Saludos!

                                                                                                                                                                    NicoAGarcia

                                                                                                                                                                    NicoAGarcia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora