XXIII. Sakura no ie, "La Casa del Cerezo en Flor"

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Era un recinto sencillamente hermoso, como si lo hubiesen sacado directamente del sueño de algún dios benévolo... La Casa del Cerezo en Flor, propiedad del Clan Higuchi dentro de los terrenos del Castillo Edo, lo cual la hacía especial, pues ningún otro Daimio tenía su alojamiento o casa para sus mujeres tan cerca del Shōgun. 

Constaba de dos plantas, en las que se encontraban siete habitaciones, con todas las comodidades imaginables para una dama de la corte, además de su propio cuarto de baños, un jardín ricamente variado en todo tipo de flores, biblioteca, cuarto de música, personal de servicio permanente, pagado por Lord Higuchi y como detalle adicional tiene un jardín zen, hecho a pedido del Daimio, para que su favorita pudiese meditar con total paz.

Yui se quedó boquiabierta cuando puso su vista en la casa, pues era como si viese una versión en miniatura del Castillo entre las Nubes, con la diferencia de que en esta casa no se veía una sola muralla o construcción defensiva.

-El padre de Mi Señor Higuchi la mandó a construir para su esposa, pero la madre de Mi Señor no alcanzó a ver la obra terminada, la construcción fue suspendida por la profunda depresión del viudo, y no fue hasta hace cinco años que Mi Señor Higuchi retomó la obra y reformó por entero la casa... aquí contamos con vigilancia de la guardia del Shōgun, por lo que te pido que guardes tus armas, tan pronto estemos adentro, no las vas a necesitar.

Yui se quedó mirando a Nodoka por un par de segundos y al ver que la dama estaba totalmente decidida a que ella estuviera desarmada, solo tuvo alternativa de asentir a la orden, y rezar para que en realidad no necesitara de su equipo, aunque eso sí, nadie le dijo que se deshiciera de los objetos que no parecían un arma, pero que podían ser usados como tal, eso le dio espacio para conservar los dardos camuflados dentro de los broches de su pelo y kimono.

Cuando ingresaron a la casa, las mujeres fueron recibidas por un grupo de cinco sirvientas, quienes las saludaron con profundas reverencias, la mayor de ellas fue quien tomó la palabra: -Bienvenida Mi Lady Nodoka... vemos que trae compañía en esta ocasión... ¿Es una nueva concubina de Mi Señor?-

La dama de blanco devolvió el saludo con suma cortesía y les respondió adelantándose a Yui, antes de que ésta cometiera alguna imprudencia: -Esta niña a mi lado es Yui, es el nuevo capricho de Mi Señor, se me ha pedido que la lleve conmigo a todas partes para que aprenda como debe ser el comportamiento de una dama, pero bajo ninguna circunstancia ella debe ser ayudada en sus quehaceres íntimos, así que sólo yo estoy autorizada a entrar en su habitación, ¿Está claro?-

Las sirvientas asintieron y se retiraron respetuosamente luego de dejar listo para la dama y Yui el baño y sendos kimonos de color azul celeste que debían portar para la ceremonia de saludo al Shōgun. Antes de que Yui fuera a su habitación, Nodoka la tomó del brazo y le susurró: -Creo que es mejor que te vistas en mi aposento, no conozco del todo a estas criadas y no sería conveniente que te vean con todo lo que llevas encima, esas cosas las esconderemos en mi cuarto. Yui comprendió de inmediato y estuvo de acuerdo con la dama, aunque ello implicara una intimidad con ella que le resultaba un poco incómoda.

Dentro del aposento de Nodoka, las mujeres se dispusieron a desvestirse con rapidez, sin mirarse siquiera, Nodoka actuaba como si Yui no se encontrara en la estancia, mientras que la adolescente, estaba más concentrada en desprenderse de las armas que en lo que ocurría a unos pasos de ella.

El ritual del baño transcurría para ambas mujeres sin decir una palabra hasta que Nodoka giró hacía Yui, quien le daba la espalda y notó las varias cicatrices que recorrían sus brazos y torso, esas marcas eran nuevas, ella lo sabía, pues había tratado personalmente las heridas de la jovencita luego del intento de secuestro de varios meses atrás, pasó saliva sin querer, pues a pesar de las marcas en la piel de Yui, ésta seguía siendo muy blanca y suave, por lo que se podía ver. -¿Cómo te tratan Oishi y su gente?- La pregunta salió de la boca de la dama sin que su cerebro lo ordenara. Para su enorme sorpresa, Yui sin voltear a verla respondió de manera seca, -Bien, dentro de lo que cabe cuando tienes jornadas que empiezan antes del amanecer en las que te golpean sin miramientos y te lanzan cuchillos a la garganta cada que respiras...- La dama trató de recomponerse luego de la áspera respuesta de Yui y mirando a las heridas más recientes continuó con las preguntas, que ni ella misma sabía por qué estaba haciendo, -Esas marcas en tu espalda son recientes... ¿Te duelen aún?- -Si, duelen como el infierno, pero todo sea por la deuda de honor que tengo con Mi Señor Higuchi y con usted Mi Lady...-

Antes de que Nodoka pudiese hacer una tercera pregunta, Yui salió del baño, no sin antes dedicarle una mirada extraña a la dama y recordar: -Mi Lady, solo tenemos hasta la puesta del sol para dar el paseo que me prometió... debemos apresurarnos- Nodoka se quedó en blanco, pues en realidad no supo como interpretar la mirada que le lanzó la adolescente, sin embargo logró reaccionar y en apenas unos minutos estaba ya terminando de vestirse con ayuda de una de las criadas de la residencia.

Yui por su parte, aprovechó que la criada estaba ensimismada en vestir a Nodoka, para ocultar dentro de un arcón el tantō y los kunai. Luego de cerrar el cofre se colgó al cuello con una corta cadena la llave del mismo; mientras observaba atentamente como Nodoka era vestida con un kimono blanco nieve adornado de flores azul océano tuvo una idea... -¿Podrías por favor traerme un kimono azul con flores blancas?, quiero ir vestida a juego con Mi Lady...- La dulce expresión en el rostro de Yui tuvo la fuerza de una orden imperial para la sirvienta, quien después de recibir consentimiento de Nodoka, salió corriendo para conseguir la prenda.

-Vaya... quieres ir a juego conmigo, ¿por placer o será que tuviste una epifanía sobre la etiqueta para la ceremonia?- Nodoka interrogó con genuina curiosidad.

-En parte porque si voy a juego con usted, se verá aún más imponente, y en parte porque quería que esa criada saliera del cuarto por un momento, quiero pedirle que usted porte la llave del arcón donde está mi equipo...- La jovencita le entregó la pequeña llave a la dama, quien la deslizó delicadamente por su cuello. Entonces Nodoka aprovechó para pedirle a la jovencita un favor.

-Yui, quiero que me pongas tu el perfume, usa el primer frasco de la derecha, los dos de la izquierda son un obsequio para la esposa y la concubina del Shōgun...- La mirada de Nodoka adquirió un cierto brillo que ni aún ella era capaz de explicar -¿Por qué estoy pidiéndole que me toque?-

Sin decir media palabra más al respecto, Yui fue hacia el preciado cajón de madera negra en la que reposaban los perfumes de Nodoka, tomó el frasco que se le indicó y al destaparlo y poner el líquido en el aplicador, notó algo raro en la consistencia de la sustancia, pero optó por no prestarle atención pues pensó en que tal vez Nodoka había hecho alguna variante para la ocasión, en cambio mientras ponía el perfume sobre el níveo cuello de Nodoka preguntó: -Mi Lady... ¿Preparó usted tanto perfume para regalarlo así sin más?-

-¡Claro que no niña!... la diplomacia y la política no sólo son cosa de los hombres, mis perfumes son demasiado caros, incluso para la damas alrededor del Shōgun... pero un par de ellos en sus manos me permiten lograr que ellas hablen al oído de su hombre en favor del mío...- la sonrisa de suficiencia en la dama era como para enmarcarla, -Yo no sólo estoy para acompañar a Mi Señor en el viaje o calentar su cama en las noches... soy una herramienta a su servicio con mis habilidades en lenguas, baile y etiqueta, así como lo eres tu con tus cuchillos. Todos los hombres ceden con facilidad ante los encantos de una mujer, pero entre más sutil sea la persuasión, mejor, porque así ellos pensarán que lo hacen por su voluntad y no porque nosotras se lo pedimos, de ese modo ellos nos obedecen sin sentir que su orgullo se lastima-

Mientras hablaban de eso modo, la criada entró al cuarto con el kimono que Yui le había ordenado traer, luego de unos minutos ya se encontraba lista para salir con la favorita. -¿Necesitan que alguna de nosotras las acompañe Mi Lady?- antes de que la pregunta de la sirvienta fuera concluida, la dama negó con la mano mientras les instruía en tener la cena preparada para luego de la ceremonia de saludo al Shōgun, pues no regresarían hasta entrada la noche.  

SHIRO NO HANA "LAS FLORES DEL CASTILLO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora