XVI. Jiko Giman, "Autoengaño"

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 Lord Higuchi pasó un par de horas recluido en la Sala de Guerra, pensando, planeando. -Ah ¿Quién diría que en lugar de una guerra, tendría que enfrentar dos a un mismo tiempo?  

Él por primera vez en su vida sintió que no tenía la menor idea de cómo enfrentar una situación.

Finalmente aburrido de dar vueltas por el recinto, emprendió el camino hacia el aposento de Nodoka, sin saber exactamente qué decirle, sólo se limitó a cubrir la distancia, pero a mitad del trayecto su viaje fue interrumpido por una preocupada Haruka.

-Mi Señor, lamento interrumpirle, pero es algo urgente...-

-Lo que sea, puede esperar... tengo un asunto de vital importancia para atender.- Higuchi trató de despachar a la anciana y así continuar hacia la dama que lo tenía tan preocupado.

-Se trata de Mi Lady Nodoka...- El Daimio se detuvo en seco tras oír esas seis palabras, -¿Qué sucede con Nodoka? ¡Habla ya anciana!- Los ojos de Lord Higuchi se inyectaron ligeramente de sangre.

-Mi Señor... desde hace un poco más de tres horas está encerrada en el templo privado, sólo la escuchamos llorar pesadamente y no ha habido forma de saber por qué está así... tengo miedo de que haga alguna tontería...- Antes de que la anciana dijera siquiera una palabra más, el señor del Castillo entre las Nubes se lanzó como una ráfaga hacia el lugar indicado por Haruka.


-Amado Dios Luminoso... soy una pecadora... mi corazón ingrato trató con desprecio el amor y bondad de Mi Señor Higuchi, dejé que una simple luciérnaga me cegara privándome de la luz estelar de quien me ha brindado todo desde hace tantos años. Mi corazón está afligido, no soporto que él se sienta triste por mi culpa, por favor... ¡Concédeme el valor para redimir mis errores con sangre y pagar la deuda que mi alma débil adquirió!...- Gruesas lágrimas surcaban el rostro compungido de Nodoka mientras pronunciaba aquella confesión en la cual se proponía a sí misma la máxima penitencia. De los pliegues de su elegante kimono, blanco como la nieve recién caída del cielo, surgió un kaiken en su vaina de color carmesí, con lentitud fue desenvainando la hoja corta, sus manos se movían con total precisión, como si conociera a fondo la ceremonia que se disponía a ejecutar, luego de exponer la hoja de fino acero, puso a su lado derecho una hoja de papel que contenía su última declaración:

-"Mi amado Señor Higuchi: El bendito día en que vi su rostro por primera vez, fue para mi alma inocente como si hubiese accedido a la gracia del mismo Dios Luminoso... Aún puedo sentir el calor en mis mejillas cuando usted tuvo la generosidad de dirigir su mirada hacia esta humilde sirviente. Mi mente dio vueltas en el aire, como una cometa que ha perdido su cordel, nunca imaginé que en este mundo inmenso y lleno de dolor existiese un hombre tan especial, gallardo, lleno de energía, guapo hasta el punto de ser pecaminoso, fuerte como el acero templado y, sobre todo, sabio. Desde el primer momento, cuando tuve el honor de entrar a su servicio no hubo un sólo día en que no me sintiera tocada por la gracia divina con simplemente ver sus ojos, para mí no ha existido otra persona en el corazón aparte de usted Mi Señor.

Cada noche a su lado fue una manantial de dicha, el roce de su piel, curtida por la batalla era para mí más suave que la seda fina, el aroma varonil de su cuerpo era embriagante en extremo. No existió un lugar más seguro para mí que sus poderosos brazos.

Parto al otro mundo con el alma dolida, pues a pesar de tanta benevolencia de su parte, le falle, permití que mi corazón fuera engañado por una extraña sensación que trajo una persona que llegó a mi vida como un fantasma venido del fondo del infierno. Sé que mi pecado no tiene perdón en la Tierra, sin embargo en mi último aliento estará su nombre Mi Señor... ruego porque mi sangre sea capaz de lavar la mancha de mi deslealtad. Suya por la eternidad, Nodoka"

SHIRO NO HANA "LAS FLORES DEL CASTILLO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora