IV. Koibito no mekake "Concubina enamorada"

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El Castillo entre las Nubes guarda en su interior una de las joyas más preciadas de todo Japón, envidiada incluso por el Shōgun; pero esa joya, tan hermosa y perfecta hoy no brilla como acostumbra hacerlo. Un extraño sentimiento revuelve su corazón, haciéndola sentir incómoda.

Desde hace unos tres meses, su amado Señor no le dedica el tiempo al que ella está tan acostumbrada, y más aún lo ha visto paseando por la fortaleza con esa salvaje niña nueva.

-¿Qué ve en ella tan atractivo Mi Señor Higuchi?- Esa pregunta asalta a la orgullosa Nodoka, pero ese interrogante lleva a otro más aterrador: -¿Por qué me siento así si apenas soy una concubina?. Por más que sea la favorita de Mi Señor Higuchi, cualquier día de estos él elegirá a una esposa, acorde con su casta, y yo seré sólo una sirviente más al servicio de la Señora...

Nodoka, la flor del Castillo entre las Nubes, es tan bella que incluso la tristeza la hace ver hermosa. Optó por salir de su aposento y caminar hacia los jardines de la fortaleza, tal vez si dedicaba algo de tiempo a la maravillosa rosaleda que Higuchi mandó construir para ella podría alejar la oscuridad que amenazaba su alma.


La rosaleda... un atrevido regalo de parte de Su Señor, era su lugar favorito, tenía varios cientos de metros cuadrados y contaba con miles de plantas, y cientos de variedades de la reina de las flores, algunas compradas incluso a los comerciantes holandeses.

Nodoka era celosa en extremo con el cuidado de sus rosas, ella misma era la única persona autorizada para tomar las flores, que se destinaban para su aposento, el aposento de Lord Higuchi y para la fabricación de extractos y perfumes que se vendían a elevados precios por todo el país, proporcionando a la concubina una jugosa renta, cosa que la hacía diferente y privilegiada ante todas las concubinas, cortesanas y damas nobles de Japón. Ninguna otra era dueña de su dinero.

Con mucha delicadeza, tomó unas pequeñas tijeras de una canasta y comenzó a podar las hojas dañadas así como a tomar las flores más hermosas, pues quería sorprender a su Señor Higuchi con un gran ramo en su aposento, a la par que destinaría una buena parte de pétalos para hacerle un baño aromático esa noche... Nodoka no estaba dispuesta a dejar que una aparecida la hiciese a un lado en el corazón del Daimio. Y hablando del diablo... de pronto Nodoka vió una figura que se movía por su preciada rosaleda, como si ésta fuera un parque o patio de juegos.

Con rapidez y el rostro inexpresivo llegó hacia la intrusa a la que encaró de inmediato:

-¿Acaso no sabes, niña andrajosa, que nadie, a excepción de Mi Señor Higuchi, puede venir a esta parte del castillo?- La expresión de Nodoka era de total desprecio por esa a la que ella consideraba una intrusa en su plácida vida.

-Tienes unas flores muy hermosas aquí... ¿Puedo tomar algunas para mi habitación?- La naturalidad e inocencia de Yui al hablar desencajaron por entero a la meticulosa Nodoka.

-¿Eres tonta o sorda? ¡Estas preciosas flores, que ni aún los sacerdotes se atreven a tocar, no serán mancilladas en el cuarto de una granjera!

-Está bien... no necesitas enojarte- Yui no pudo evitar sentirse un tanto triste por el trato descortés de aquella hermosa y altiva dama, de la que tanto le hablaban Haruka, Lord Higuchi y las demás damas del castillo, como el ejemplo a seguir.

Yui, cabizbaja, salió de la rosaleda. Conforme se alejaba reparó en algo que, durante la brevísima conversación apenas si notó: Esa dama, tenía un aroma extraño, llamativo y fresco, que incluso en medio de miles de rosas se hacía notar, era el mismo aroma que acompañaba su sueño recurrente... eso hizo que se rehiciera, a pesar del desplante recibido y decidiera acercarse para conocer a la esquiva Lady Nodoka.

SHIRO NO HANA "LAS FLORES DEL CASTILLO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora