<•> Capítulo cincuenta y nueve <•>

Start from the beginning
                                    

—Te agradezco tanto que vieras tan de prisa.

Me importó una mierda y abracé al chico con bastante efusividad.

—Para eso estoy, señor.

—Me estoy volviendo loco —comenté revolviendo mi cabello—. ¿Quieres algo de tomar?

—¡Qué buen servicio! —exclamó, poniendo su maletín en el sofá—. Le agradecería un café, me estoy muriendo de frío.

Luego de pedirle dos bebidas a Romy, y que ella llegara, él preguntó:

—Sucedió algo después de aquella llamada?

—¿Cuenta un asqueroso vídeo porno? —dije recordando las horribles imágenes—. Casero, tras de eso, o sea: una mierda.

—No me gustan los caseros.

Se me escapó una carcajada. Era el primer ex de Ivo que me agradaba bastante.

—Lo que quiero saber, es si eso servirá en su contra. Porque es obvio que no quiero mantenerlo en mi celular.

—¡Por supuesto! —cerré los ojos y dejé salir un gran suspiro, aliviado aunque fuera un poco—. Es una prueba concisa del adulterio.

—Gracias al cielo.

—Así que no lo borre, ¿entendido?

<•>

La fiesta de la empresa se llevó a cabo unos días después. Por desgracia, Ivo volvió a contraer un resfriado y fue imposible que asistiera. Yo no quería ir sin él, pero tuve que hacerlo. Al final de cuentas la pasamos bien.

Ahora, mimando a mi pequeña bolita malcriada, me encontraba preguntándole a Ilse qué haría para la cena de Navidad, mientras íbamos camino al supermercado.

—¿No se supone que usted debería decirme?

—Ay, yo no sé de eso.

—¡Papi no sabe nada! —dijo Vincent, estrujando mi nariz.

—Tú, mocoso, no creas que se me olvida la palabrota que le dijiste a tu abuelo. Y siéntate recto —me refería a que nunca se estaba quieto en la silla especial para bebés de los vehículos. Ni siquiera en eso podía hacerme caso.

—¡Abuelo es feo!

—Sí, lo es. Pero tú no debes decir esas palabras.

—¿Algo tradicional, o extranjero? —preguntó Sylvio sin quitar la vista del frente.

—¿Se pueden ambos? —la mujer se rió con ganas mientras negaba—. No lo sé, mi intención es invitar a la familia de mi novio y no sé qué puede gustarles.

—Oh, hablando de eso... ¿Ya les dijo acerca de irnos?

—Llamaré a Ivo más tarde. Seguramente ha de estar sufriendo por no pasar un estúpido videojuego.

—Si te escuchara —comentó mi sobrino mirando su celular—, tendrías que pedirle perdón. ¡Un videojuego no es estúpido, tío!

—Ay, ya. ¿Por qué tanto drama, Dus? ¿O qué, quieres que invitemos a Joey? —a los segundos, me percaté de lo que había dicho. Mierda—. Ey, no, estaba brome...

—¡Estaría genial! —sus ojos se iluminaron demasiado—. ¡Gracias, Derek! Lo llamaré de inmediato, ¿a qué hora salimos?

—A las diez —respondió Sylvio y yo le regalé una mirada seria ante su traición.

—¡Perfecto! —dicho esto, marcó rápidamente al muchachito.

—Bien, tenemos un colado.

—No sea grosero —añadió la mujer, riendo.

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now