No se atrevía a sentirse molesto, furioso o enojado con el destino, incluso cuando a su parecer la vida le estaba pidiendo que se marcharan demasiado pronto. No podía hacerlo. Lo que sea que fuera la fuerza externa que se entrometía con ellos, había sido amable. Sus días juntos fueron una completa bendición.

Había sido feliz. Había disfrutado tanto despertar junto a Niall cada mañana, besar sus labios cada vez que podía, verlo transformarse en la persona llena de logros que era, hacerlo sonreír y sonrojarse, entregarle el mundo y lo que fuera que sus dos manos torpes de amor pudieran alcanzar, que cuando el momento de la partida llegó, Harry se vio dispuesto a seguirlo sin rechistar.

Recordó los tiempos en los que pensaba que depender de alguien sería una completa pesadilla. Morir nada más porque tu otra persona moría le parecía una barbaridad, pero ahora lo entendía por completo.

A veces cuestionaba su pasiva aceptación. Su sumisa postura había armado líos y había significado unas cuantas canas, pero Harry, de a poco, había comenzado a confiar en sus capacidades para sortear al destino. Ninguno de los dos quería realmente morir, y sabía por acaloradas discusiones que Niall había intentado todo a su alcance para encontrar una manera que la enfermedad se lo llevara a solo a él, pero sus esfuerzos habían sido en vano.

Le había costado aceptar su diagnóstico, pero más dolor le había causado pensar que irse significaba llevarse a Harry con él.

Aún estaban a años luz de saber cuál era la razón por la que sus almas no resistían estar separadas en el mismo plano, pero de a poco, ya habían comenzado a aceptarlo. Niall más que él.

Una parte de su corazón se apretaba un poco al pensar en Alice, pero ya había aceptado las cosas: su alma estaba allí para seguir a su amado a donde fuera.

Su cuerpo se apagaría eventualmente, lo seguiría apenas lo viera regalarle su última sonrisa, su última mirada, y cuando su último aliento escapara de sus labios. No tenía idea de cuál sería su destino, no sabía si moriría de la pena, si su corazón simplemente dejaría de funcionar, o si se dormiría junto a él para no despertar más.

No tenía miedo, tan solo sentía mucha pena.

La mano de Niall se sentía fría y delicada como su rostro pálido en lo que Harry bien sabía eran sus últimos momentos de vida.

— ¿No queda mucho, cierto? — su voz no era rasposa, si no que suave y bajita. Casi parecía como si le estuviera susurrando un secreto.

Harry llevó la mano de Niall contra su mejilla, y esperó que el gesto pudiera entregarle un poco de su calor.

Cerrando los ojos, sintió que los parpados le quemaban.

— No es justo que trates de sacarme ventaja —trató de que su voz sonara liviana, casi como si estuviera diciendo un pequeño chiste, pero por alguna razón su garganta estaba demasiado apretada como para que tuviera tal efecto.

Niall sonrió de cualquier manera, tosiendo un poco mientras Harry besaba su mano.

— Me pregunto porque tenemos que irnos tan pronto — murmuró bajito, mientras sus ojos azules cristalizados por el indicio de un par de lágrimas volteaban a mirarlo. — Alice...

De las pocas cosas que lamentaba, esa era la principal. ¿Por qué les tocaba irse ahora? Niall todavía tenía mucho que lograr, Harry todavía tenía muchos besos que darle, muchos abrazos que recibir...

También estaban Alice, quien ahora estaba en la universidad pero todavía era su hija y su princesa. Jamás la verían casarse, jamás conocerían a sus nietos... Cerró los ojos, intentado que su mente no divagará por aquellos lugares. Su corazón se apretaba tanto que era casi insoportable.

Black Leather  ; nsWhere stories live. Discover now