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Día uno

Habían dos cosas que él y Niall habían malinterpretado del Examen de Legitimidad.

La primera era que la multa, además de haberla tenido que pagar por adelantado, definitivamente no costaba lo mismo que uno de sus trajes italianos. Si no que salía el precio de cuatro, ¡Cuatro! Y de esos entallados a la medida. Y si Harry se quería poner más específico, tenía que agregarle cinco corbatas más de su sastre francés favorito.

La segunda, es que no solo tenían que quedarse por cinco días en reclusión y disposición, como ratas de laboratorio, para ser observados y juzgados por especialistas designados por el Estado. Si no que tenían que quedarse en reclusión y disposición como ratas de laboratorio por separado. Los cinco días, a todas horas, sin Niall. Harry no podía recordar un día desde que lo besó que no lo hubiera pasado sin verlo o tocarlo.

Quiso matarse.

Los habían separado apenas dieron sus nombres en la recepción. Un hombre y una mujer con trajes oscuros y aspecto de duros de matar llegaron un minuto después de que la recepcionista colgara el teléfono.

Harry se había visto obligado a seguir a la tal agente Johnson, mientras que Niall se había despedido con un beso para irse detrás del agente Conway, un tipejo de cabello oscuro y sonrisa de cajero de supermercado, Harry los miro irse durante un rato, mientras seguía a la agente hasta un ascensor. Alguien había prometido llevarse sus maletas hasta donde su habitación quedaba, y mientras la agente le explicaba un poco sobre lo que estaba por venir, Harry no podía dejar de pensar en lo adorable que se veía la espalda de Niall caminando al lado de ese agente alto como un árbol.

Lo primero era una "entrevista", asi que lo guiaron hasta una nueva habitación en el segundo piso del hotel.

En toda su vida, y como buen abogado, Harry había tenido muchas oportunidades de ver salas de interrogatorios policiales. La regla general era que solo debían tener una mesa, tres sillas y luz eléctrica. Esta era igual, salvo que con una ventana y un mueble en una esquina con unos libros y una máquina para servirse café.

En el transcurso de la conversación aburrida, exasperante, y parecida a un cuestionario permanente a todas las decisiones de su vida, Harry decidió dejar de prestar atención a la conversación cuando comenzó a circular, peligrosamente, sobre el tema de sus padres.

A Harry no le gustaba hablar sobre ellos.

No lo hablaba con su hermana, le había contado a Niall lo justo y necesario, y ni siquiera él se daba el tiempo de pensar en ellos más de lo necesario. Simplemente omitía el tema. Lo detestaba, le incomodaba, y si había una manera de evitarlo, Harry por lo general lo hacía.

Así que, mientras la agente Johnson le consultaba brevemente sobre sus padres, Harry se preocupó de practicar el boceto en su mente de la queja que de seguro vocalizaría una vez terminará toda esta "entrevista" (como le había llamado la mujer). Por qué tenía muchas cosas de las cuales quejarse. Quería especialmente recordar la incómoda silla, la pésima decoración y las preguntas que creía no iban al caso.

— ¿Me está escuchando, señor Styles? —preguntó la mujer.

— Por supuesto.

Ella espero a que respondiera. Harry no lo hizo.

— Acabo de preguntar, si de alguna manera, usted culpa a los Conectados por la muerte de su padre.

¿A los Conectados? ¿Y por qué culparía a los Conectados? Harry quiso reírse.

Muy bien. Estaba en la silla caliente.

— ¿Qué tan necesario es hablar sobre mis padres?

— Señor Styles, este es el primer día. El primero —dijo, sonaba casi al borde de su paciencia — ¿Para qué siquiera venir a dar el Examen si no está dispuesto a contestar las preguntas más fáciles?" Preguntó, levantando una ceja. —¿Cuál es el punto de venir aquí, pedir el examen, y luego no ser honestos?

Black Leather  ; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora