Capítulo dieciséis.

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"¿Debo hundirme o nadar? ¿O sencillamente desaparecer?"

Antes de que Jaime recibiera el impacto de el auto, pensó en todas las cosas que pasaron en su vida últimamente.
Nicolás fue el primero que se adueñó de sus pensamientos. Pensó en cuando empezó a sentir cosas por él, cuando lo vio revolcándose con la mina del carrete. Pensó en el momento en que se confesó. Pensó en la primera vez que lo besó, en el peculiar y adictivo sabor de sus labios. Pensó cuando lo vio destruido en el momento en que Francisca lo estaba besando. Pensó en el momento en que sus cuerpos se encontraron por primera vez, en lo maravilloso que fue. Y por último, pensó en cuando Nicolás terminó con él, en el dolor que sintió en su pecho en ese momento, fue como si alguien hubiese tomado su corazón y lo apretara y estrujara sin compasión alguna.
Tenía miedo, pero no tenía miedo de morir.
Tenía miedo de no poder solucionar las cosas con Nicolás.
Tenía miedo de no poder lograr sus objetivos en su vida.
Tenía miedo de no poder ver más a sus amigos.
Mierda, no quería morir.

Y luego sucedió, era muy tarde para que el auto pudiera frenar, y no sintió nada más.

Punto de vista de Jaime.

Al momento de despertar, sentí como si diez elefantes estuvieran pasando encima mío, ¿Qué mierda pasó?
Miré alrededor y me encontré con una sala totalmente iluminada, paredes blancas y ese típico e insoportable olor a hospital.
¿Hospital?
Intenté girar mi cuello para tener una mejor visión de el lugar, pero enseguida un dolor punzante se apoderó de este. Llevé una mano a el lugar afectado, pero me dolía más que la conchetumare.
En ese momento entró un doctor a la habitación en la que me encontraba.

-Doctor: Jaime, ¿Verdad?

Me limité a asentir, lo que provocó que el dolor de mi cuello se intensificara.
Puta que soy weon.

El doctor comenzó a explicarme mi situación. Sinceramente, no tenía ni puta idea de lo que estaba diciendo.

Demasiada información en muy poco tiempo, ¿Cómo chucha pasó todo eso?
Estaba haciendo un esfuerzo por recordar, pero no había caso.

-Doctor: Supongo que no recuerda de lo ocurrido. -Dijo adivinando mis pensamientos- A eso se le llama amnesia postraumática. Por lo que he visto en otros pacientes, se pueden llegar a olvidar de uno a cinco años de vida.

Seguía igual de confundido.
El doctor seguía hablando pero ya no me importaba, lo único en lo que pensaba era en la Fran.
¿Estará preocupada por mi?
De verdad necesitaba verla.

-Jaime: ¿Está mi familia aquí? -Dije interrumpiendo al doctor.

-Doctor: Si, ¿Quiere que los llame?

-Jaime: No realmente, ¿Podría preguntar por Francisca? Si está aquí por favor haga que venga.

Quería estar a su lado, sentir tu aroma, acariciar su cabello.

-Doctor: En seguida regreso.

Cuando el doctor salió de la habitación recordé lo que este dijo.
¿Amnesia postraumática?
¿Eso significa que olvidé cierto tiempo de mi vida?
¿Cuánto tiempo olvidé exactamente?
¿Pasaron cosas importantes?

Escuché como unos pasos apresurados se acercaban a mi habitación. Era la Fran.
Ella corrió desesperadamente y se abalanzó sobre mi.
El dolor se apoderó de mi cuerpo, pero no parecía importarle.
Levantó la vista y me besó.
Por alguna razón no sentía lo mismo que sentía antes. Mi corazón no se aceleraba, no me sonrojaba, no tenía ese impulso de nunca dejarla ir.
¿Qué mierda pasó durante estos años?

-Francisca: ¿Cómo te sientes?
-Jaime: Estaría mejor si salieras de encima -Dije sonriendo levemente.

¿Por qué no me sentía enamorado?

-Francisca: Oh, lo siento - Dijo riendo levemente.

Sinceramente, no me sentía bien, y no me refiero al dolor físico. No me sentía como antes. No sentía que realmente la amaba.
Ella rompió el silencio que se había formado.

-Francisca: Tus amigos y familiares están afuera, los llamaré para que vengan.

Antes de irse depositó otro beso en mis labios.
No sentí nada.
La verdad es que tengo que preocuparme por otras cosas más importantes ahora.

Me metí demasiado en mis pensamientos hasta que sentí que la puerta de abrió de golpe. Eran los cabros.
Con sólo verlos una sonrisa de estampó en mi cara.
El primero en entrar a la sala fue el Edgar, luego el Manuel, el Óscar, y finalmente el Nico.
Al ver a este último mi corazón comenzó a latir desbocadamente.
¿Por qué?

Él tenía los ojos rojos. Habían dos opciones, o el Óscar le convidó un pito o estuvo llorando.
Ambas opciones eran posibles.
Nuestras miradas se conectaron por unos segundos, segundos que se me hicieron eternos.
Hasta que un abrazo por parte del más alto de todos rompió esa competencia de miradas.

-Edgar: Nos tenías preocupados weon.

Debía admitir que por mucho que quisiera estar con la Fran, también necesitaba de la compañía de mis amigos.
Al igual que el Edgar, los demás también me abrazaron, hasta que llegó el turno de el Nico.
Él se acercó tímidamente hacia donde me encontraba, y me abrazó como si no hubiese un mañana. Los segundos pasaban y él no me soltaba.
No comprendía la razón de su extraño comportamiento, pero la verdad es que no me importaba.

Los cabros se quedaron un rato más conmigo, conversando cualquier wea que se nos viniera a la mente, al igual que en los viejos tiempos. Sin embargo, notaba al Nico algo distante.

Cuando ya se habían ido, entraron mi padres. Mi mamá tenía el rostro lleno de lágrimas, y mi papá a pesar de tener en una mueca de desagrado en su rostro, se encontraba igual que mi madre.
Se podría decir que estaban igual -o más- de preocupados que los cabros.

Mientras las horas pasaban y más familiares y amigos me visitaban, seguía pensando en lo que pasó con la Fran.
Según el doctor, olvidé algunos años de mi vida.
Tal vez pasó algo importante durante esos años.
Decidí no calentarme más la cabeza y me recosté para poder estar tranquilo aunque sea unas horas.

A medida que cerraba los ojos, el rostro destruido de el Nico aparecía en mi mente, como si estuviera pegado interiormente en mis párpados para atormentarme.

Definitivamente no podría estar tranquilo.

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