C A P Í T U L O V

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LEYLAH

Nacer como una mujer fue lo peor que me ha pasado en toda mi vida o hasta donde alguna vez fue mi vida.

La vida de mis padres peligraban a causa de una deuda adquirida por unos desgraciados usureros —cobradores de impuestos— llegaron a un acuerdo en donde yo me veía involucrada siendo una mercancía que garantizaba la vida de mis padres a cambio de mi eterno servicio en el castillo surromeliano, así me convertí en su única salida y aunque parezca una locura el hecho de vender la vida de una persona, la vida de su única hija, pues, en realidad no todo parecía ser malo a la vista de mis padres.

A ellos les pareció que también podrían salvaguardar mi vida estando en el castillo ya que fuera de el, el pueblo sufría las consecuencias de las constantes guerras producidas por invasiones al territorio surromeliano de parte de otros pueblos enemigos. Esa fue su gran excusa para dejar a la venta la vida de su hija.

Desde ese preciso momento, dos palabras sellaron mi vida: Miserable e Injusta. Sí, con M e I mayúsculas.

No sabía cómo sentirme al pasar por todo esto.

Era un alivio saber que mis padres iban a estar a salvo gracias a mí, por haberme ofrecido como sacrificio, ellos obtuvieron el comprobante del pago de la deuda mediante carta y con eso los cubría de cualquier castigo. Pero... ¿y yo?

Ahora estoy condenada a una vida de servidumbre. Por eso pienso que, si yo hubiera sido un hombre, al menos hubiera defendido a mis padres o habría pagado la deuda con algún trabajo en el pueblo pero no, como soy una mujer, mi sentencia fue declarada —aún sin llegar a cumplir los quince años— a trabajar en el castillo hasta mi muerte.

«Nada mal... no creo que algo más pueda empeorar esta situación» ironicé para mis adentros. Por qué ya sabía lo que me esperaba. Antes de que todo esto me pasara, ya había escuchado sobre los fuertes rumores que revelaban lo que en realidad pasaba con las mujeres que entraban a servir en el castillo. Y no, no era nada bueno.

En cuanto entré al lugar de mi tormento lo primero que quise fue dejar de seguir con vida, no me sentí capaz de seguir así, quizás me acobardé demasiado en ese momento de la situación y en cuanto tuve la oportunidad de llegar a la cocina, tomé un afilado cuchillo con mis manos, estaba atraída a la idea de renunciar a mi miserable vida, pero no pude concretar ese deseo porque una de las sirvientas del castillo me detuvo justo a tiempo, —apenas logró que no me hiciera mayor daño del que ya me había hecho— me mantuve inconsciente y desperté en una habitación —igual de pequeña que esta— con el Príncipe Kalen a mi lado, solo que en ese tiempo yo no sabía quién era él.

Al terminar de recordar todo lo que el Príncipe Kalen había hecho por mí en un solo día —de hecho mi primer día en el castillo—, no pude evitar sentirme avergonzada, nunca pude agradecerle por haberme ayudado. Y en esa tranquila tarde donde conocí una pequeña parte de él, hizo que recapacitara mi decisión inicial.

          —No voy a preguntarle la razón de que haya hecho esto... es evidente el porqué y sé muy bien lo que se siente estar encerrado en un lugar que no conoces pero sabes que tal vez no vuelvas a salir. Incluso a mí me da miedo dormir porque sé que al día siguiente voy a despertar en el mismo lugar. Pero aún así, usted debe comprender que mientras alguien anhela libertad otros anhelan seguir con vida. No es correcto despreciar la vida misma cuando puedes hallar la manera de mejorarla. Si yo fuera usted, preferiría morir siendo libre, en lugar de rendirme a ser esclavo de este castillo incluso después de muerto.

LIBERTAD LEJOS DE TÍWhere stories live. Discover now