Capítulo 21

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Veo llegar a Ale y a Franco cuando notan mi estado famélico. Supongo que mi pequeño colapso, más que por la impresión de ser hackeada es porque tengo demasiada hambre y ansiedad.

—No sé si es sabio que siga hablando contigo, ¡mira lo que le haces! —reclama Ale, alterada.

Le extiendo los papeles con la evidencia de los correos y Ale me mira de forma interrogativa hasta que los toma con desgana. Unos segundos después, ella está acompañándome en la banca mientras se ventea con los papeles que tiene en la mano.

—¿Esto es real? —pregunta con voz ronca.

—Muy real. Yo vivía convencido que Gise no me odiaba, que incluso su vida era normal. Pero hoy me encontré con otra realidad. Lo puedo ver en tus ojos —dice Chris mientras señala a Ale —. Rabia, rencor... Odio. Tienen que decirme que pasó.

—Tienes que decirnos por qué te fuiste —contraataco.

Chris palidece y traga grueso.

—No es mi secreto para divulgarlo —baja la cabeza mientras su voz se suaviza —. No puedo decirles aunque son mis mejores amigas en el mundo.

Al decirlo en tiempo presente, le da más contundencia a la frase. Tanto Ale como yo, nos cruzamos de brazos mostrándonos escépticas.

—¿Es de tu mamá? —pregunta Franco.

Su voz es ácida, mordaz. Casi como si necesitara que confesara un oscuro pecado.

Le hago un gesto para que desista. Es bastante diciente que hayan tenido que huir y no tener acceso a internet. Se nota que es peligroso.

—Es de mis padres —asegura Chris.

—Si les preguntamos a ellos, ¿nos dirían? —sigue Franco.

—Lo dudo mucho —Chris hace un gesto torcido como si tuviera un recuerdo doloroso.

—Entonces, ¿a quién le creemos?

—Mira estos correos, prueban muchas cosas —le dice Ale mientras le entrega los papeles.

Franco los toma con desdén y los repasa demasiado deprisa. Alza la ceja de vez en cuando y frunce los labios con suspicacia. No dice nada mientras devuelve los papeles a Ale, sólo cruza los brazos.

—Yo no quería irme pero tampoco podía explicar por qué lo hacía —confiesa a los tres.

—Quizá es cierto, pero pudiste haberlo dicho, despedirte de alguna forma más clara —acusa Ale —, lo único que nos quedó fue esa conversación inconclusa en la que le dijiste que te irías del país un año después, no inmediatamente. Y eso que sólo a Gise, a mí no me quedó nada —parece quebrarse y mi corazón se entristece.

Con ella ni siquiera habló de irse, y yo siempre hice el papel de víctima...

—Lo lamento, Ale. Ese día, llegué a casa y ya todo estaba desarmado, mis maletas listas y un gran camión afuera de casa. No tuve tiempo de nada porque mi hermana estaba devastada.

—Pudiste haber llamado a tu mejor amiga, ¿no? —Franco lo mira con rabia.

—Mis padres cancelaron las líneas. Sólo me quedó el recurso del correo una semana después.

—Todo esto parece sacado de una película de mafia. ¿Acaso los estaban reubicando? —pregunto mi primera hipótesis.

Por más que Chris intenta controlar su expresión, algo en ella lo delata.

Ale abre la boca incontrolablemente. Franco se rasca la cabeza como si no pudiera creerlo y yo, simplemente lo miro intentando comprender qué tantas situaciones tuvo que pasar que no puede compartir.

Lo que haría por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora