Luces y sombras

46.4K 3.4K 785
                                    

(Leo)

—No eres un cobarde —intenté no tartamudear, y acto seguido me senté en la cama—. Pero lo de estúpido e idiota no te lo quita nadie.

Erick se me quedó mirando con la boca abierta, como si estuviese viendo un espejismo.

—¿C-cómo...? —balbuceó—. ¿Estabas despierto? ¿Has escuchado todo lo que te he dicho? ¿Me... recuerdas?

Asentí, pero antes de que pudiese decir algo, Erick se acercó a mí rápidamente y me estrujó entre sus brazos.

A pesar de que la espalda me dolía, debido a la herida que tenía en ella, no le aparté. Necesitaba ese contacto.

—¿Ésto no es una broma, verdad? —preguntó mientras sentía como mi hombro se humedecía.

—Estás... ¿estás llorando?

Erick se separó de mí y me miró directamente a la cara. Pude observar cómo varias lágrimas se escapaban de sus ojos y recorrían todo su rostro.

—Estoy feliz —dijo sin borrar su estúpida sonrisa—. ¿Pero no tenías amnesia? ¿Cómo es posible que recuerdes todo? Pensé que te olvidarías de todos... y que nunca nos recordarías.

Suspiré y le aparté un poco para poder sentarme en el borde de la cama.

—Es cierto que cuando desperté no recordaba nada —confesé—. Pero, ¿por qué cuando una persona sufre de amnesia, la gente piensa que olvidará todo para siempre? Hay muchos tipos, por si no lo sabías; y según lo que me dijo hace unas horas el doctor Waters, la amnesia que yo padecía era debido a haber estado tanto tiempo en coma, es decir, que era pasajera.

Erick me seguía mirando sorprendido y con alguna que otra lágrima todavía recorriendo su rostro.

—Entonces... recuerdas todo —dijo más para él mismo que para mí—. Y habrás escuchado también todo lo que te he dicho.

Volví a asentir, intentando no enrojecer de nuevo debido a sus palabras.

—Quiero que sep-

—Espera —me cortó—. Me toca hablar a mí —suspiró hondo y se limpió la cara con las manos—. Todo lo que te dije es cierto, desde la primera hasta la última palabra. Te quiero, pero a pesar de eso, si ahora decides odiarme no te lo impediré. Soy un idiota que no merece tu perdón debido a todo lo que te hice sufrir.

Fruncí el ceño, y sacando fuerzas de quién sabe dónde, le arreé un puñetazo en el hombro, haciendo que soltase un quejido de dolor y que me mirase con sorpresa.

—Ésto es por haberme mentido y por haber ideado ese plan tan estúpido —le agarré del cuello de su camiseta—. Y ésto, porque sé que me quieres.

Colors of the Soul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora