Emboscada

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(Leo)

—¿Pero entonces han tenido sexo o no? —preguntó Sarah.

Sophie, la pelirroja, y yo, estábamos en clase hablando sobre la novela yaoi, de la cual ya había escrito los primeros capítulos.

—Sarah —dije avergonzado por su pregunta—, solo he escrito cinco capítulos. ¡No voy a ponerles a follar como conejos en el segundo! —exclamé intentando no tartamudear.

Sophie me miró también roja de la vergüenza. Puede que fuese una fujoshi como Sarah, pero al igual que a mí, hablar sobre el sexo y esos temas nos avergonzaba.

—¡Pero si es lo que mola! —exclamó la pelirroja—. Las historias que más me gustan son aquellas en las que la pareja se enamora y después no salen de la cama. Bueno... —se quedó pensativa— o del baño, del ascensor, del sofá del salón, del cuarto del conserje, del-

—¡Sarah! —la corté—. Por favor, para.

Estaba aún más rojo que antes. ¿Cómo una chica de 16 años podía tener una mente tan pervertida?

Sophie nos miraba divertida, aunque sus mejillas aún tenían un suave tono rojizo.

—Vale vale, tú eres el escritor —dijo Sarah moviendo las manos—. Pero si no vas a ponerlos a follar en los primeros capítulos, a cambio, quiero que escribas la mejor escena de sexo de todos los tiempos. Quiero desangre nasal a tope —puso una sonrisa pervertida—. Además, para eso te di todos los vídeos y los mangas, ¿porque los habrás usado? ¿No?

Miré a Sophie y ésta me devolvió una mirada cómplice. Le había contado en las piscinas, que había ido allí por el “chantaje” de Erick al haberme pillado las cosas que me habían prestado, aunque le había hecho prometer que no le diría nada a Sarah ya que dios sabe que historias se le ocurrirían. También le había dicho que estaba escribiendo la novela yaoi como regalo de cumpleaños para la pelirroja, pero no le había revelado que yo era Ric Pole.

La verdad es que la pequeña miniSarah me caía bien, así que desde nuestro encuentro en los entrenamientos del club de natación, se pasaba los recreos con Sarah y conmigo.

Peter llevaba todo el día raro, aunque me había dicho que no era por nada importante. Aún así, le dije que cuando quisiera contarme algo estaría ahí para escucharle.

A Erick intentaba ignorarle. Cada vez que estaba cerca de él sentía cosas raras, así que intentaba alejarme de él lo máximo posible, cosa poco probable ya que vivíamos en la misma casa y en clase nos sentábamos el uno al lado del otro.

Seguíamos conversando cuando alguien entró en clase.

Elenna y su séquito de grises se acercaban a nuestros sitios. Había rechazado a la reina de los grisesotras cuatro veces más, y la última la había ignorado completamente. Por alguna extraña razón, no le entraba en su cabeza rubia de barbie plástica que no quería tener nada que ver con ella.

—¡Leo! ¡Cariño! —exclamó la rubia oxigenada.

Después de oír la segunda palabra, casi no pude reprimir una arcada del asco. La miré fríamente.

Colors of the Soul ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora