7 - La fille du bus

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"LA CHICA DEL AUTOBÚS"

El auto negro se detuvo frente al museo de Historia Natural de la Ciudad

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El auto negro se detuvo frente al museo de Historia Natural de la Ciudad.

—Estaré esperando en los alrededores. ¡Usted sólo llámeme cuando quiera que lo lleve a casa! —. El conductor dijo contento mientras el canadiense bajaba del coche—. ¡Que tenga un buen día, Mr. Marcus!

El chico se sobresaltó ante el nombre y cerró la puerta.

—¡Gracias! Y uhm... En realidad es Matthew —aclaró rascándose la nuca, pero el chófer hizo un gesto de no haber entendido—. ¡No importa! ¡Buen día para usted también!

El canadiense subió por las escaleras del atrio del museo y entró con la esperanza de encontrarse con una antigua profesora de la universidad: una arqueóloga egipcia muy reconocida quién, según los carteles, coordinaba la exposición temporal del recinto: «Los tesoros del pasado».

El chico avanzó curioso por la exhibición. En su mano iba jugando el novedoso amuleto de piedra negra que encontró en la calle el otro día; lanzandolo hacia arriba y atrapandolo en el aire, mientras miraba muy brevemente las esculturas y artilugios africanos, cuidadosamente acomodados en las vitrinas.

No demoró mucho hasta que distinguió a la mujer que buscaba a unos metros de distancia, dando una explicación sobre un monolito a un grupo de estudiantes.

Una vez que terminó de explicar y el grupo se fué, Matthew se acercó entusiasmado:

¡Doctora Hassan!*

La profesora volteó hacia la voz y gritó como si se le hubiese aparecido el fantasma vengativo de alguna de las momias que estuvo examinando recientemente. Habría jurado que no quedaba nadie más en la sala.

—¡Perdón!... —El canadiense dio un paso hacía atrás, apenado —. D-de verdad que no era mi intención asustarla...

—¡Ay, niño! Es que no llegues tan de repente. Haz ruido.

—Lo siento... —suspiró para sí mismo. Pensó que con estar casi diez minutos ahí enfrente, sería suficiente para que lo notara.

»Yo... Bueno, fui su alumno el semestre pasado en el curso de geología en la universidad. No sé si me recuerde, soy Matthew Williams —explicó jugando con sus manos.

La mujer lo miró de pies a cabeza y entrecerró sus ojos.

—¿...quién?

«No, por supuesto que no se acuerda», el chico pensó, palmeandose la frente.

—¿El hijo de Arthur Kirkland...? —intentó de nuevo.

—¿Kirk... land? —La mujer se llevó una mano al mentón— ¡Aaaah, claro...! KIRKLAND —Tanto su tono de voz como su mirada, se ensombrecieron.

Para ser franca, no recordaba haber visto al canadiense en su vida, pero con su padre era otra historia...

—¡Cómo olvidar a ese ladrón de reliquias sagradas! —pronunció rechinando sus dientes.

Mi vecino el gringo - LatinHetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora