—Por favor, señor, apártese. Estoy buscando a mi prima. ¿Alguien ha visto a la Londinense más caliente del jodido mundo? Oigan...

Oí esa voz y supe que era ella. Luchaba por no echarme a reír mientras la buscaba sobre las cabezas de todas aquellas personas. Oía su voz aún a pesar del barullo que había allí.

—¡Lucy! —grité cuando la vi.

Giró su rostro rápidamente y me vio. Una sonrisa surcó su cara y corrió hacia mí mientras le gritaba a la gente que se apartara de su camino.

Reí justo antes de estrellarme contra aquel cálido abrazo.

—Brooki... Estás aquí.

Me alejé de ella sonriendo mientras le echaba un vistazo. Hacía tiempo que no la veía, su pelo estaba muy corto dándole un aspecto juvenil y divertido. Sus ojos brillaban con madurez y se veía radiante.

—Estás preciosa —dije.

—Tú si que estás preciosa, primita. Vamos, tienes que ver mi coche nuevo —contestó mientras cogía mi mano y me arrastraba por todo el aeropuerto hasta la salida—. ¡Y el apartamento!

Veía a mi prima mucho más emocionada que a mí misma. Había pasado apenas unas horas lejos de mi hogar y ya lo echaba en falta.

—Observa a mi bebé —me mostró su coche orgullosa cuando llegamos al aparcamiento.

Por un segundo me acordé de Adam y de su gran amor, que tenía pinta de tener nombre de perro pero que no lo tenía.

Lo aparté de mi mente de un manotazo.

Un BMW negro resplandeciente se encontraba frente a nosotras. 

—¿De donde has sacado el dinero para un BMW? ¿Te has prostituido? pregunté casi a gritos, sorprendida.

Mi prima me miró confundida y luego se echó a reír.

—¿Qu... qué?

Se sujetaba el estómago de la risa y yo intentaba no sonreír mientras no entendía nada. Estuvo a punto de caerse al suelo de las carcajadas que estaba soltando.

Cuando se tranquilizó, habló.

—Brooki, ese no es mi coche, es el de al lado.

Miré el coche que me señalaba con el dedo y aguanté para no reírme.

Un pequeño auto de segunda mano de una marca que no conocía se encontraba allí, y comparándolo con los otros coches que le rodeaban, entendía a la perfección porque Lucy lo había nombrado como su "bebé".

Negué con la cabeza riéndome mientras ella abría el maletero y metía todas mis cosas.

—Bueno, y ¿qué hay de ti, prima?

Estábamos dentro del coche y, mientras ella conducía y yo intentaba calentarme las manos sin éxito, salieron a flote las preguntas.

—Bien...

Me miró extraña.

—¿Por qué te has decidido a venir? No estoy diciendo que no me guste, al contrario, pero esperaba que dijeras que no. De hecho es que estaba segura de que dirías que no.

Miré por la ventana. Canadá, Ontario.

—Un chico, una amiga y el pasado, Lucy. Como tú. Necesitaba alejarme de allí desesperadamente.

Mis ojos dejaban mostrar que en ese momento no quería hablar de aquello, así que asintió y volvió a centrar toda su atención en la carretera mientras un agradable y extraño silencio inundaba el espacio.

Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora