Capítulo 23

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La espera se me hacía eterna y a cada segundo que pasaba, Yang Mi me caía aún peor.

—... Y recuerdo cuando fuimos a México. La noche que pasamos en el hotel nunca la olvidaré —rio.

Lancé un gruñido, intentando en vano mantener la compostura.

—Quiero otro té. Por favor.

—Si —susurré, conteniendo el ataque de histeria que me iba a dar.

«Solo aguanta un poco más, Emma. Shin ya debe estar de camino».

—Aquí tienes.

Al terminar de darle la infusión la puerta del apartamento se abrió. Salí corriendo y me pegué a Shin.

—Tienes que explicarme esto con todo lujo de detalles —le grité.

—¡Mi amor!

Ella me apartó de él.

—Sentémonos a hablar —dijo él.

Yang Mi y yo nos sentamos a esperarlo en el sofá. Pocos minutos más tarde, Shin regresó con una taza de café y me la entregó.

—Si lo que vas a decir no me gusta, ni siquiera esta taza de café te salvará de lo que te espera. Pero aún así, gracias.

Él se sentó frente a nosotras y suspiró.

—Yang Mi, en estos momentos estoy intentando formar una relación con Emma. No me gusta que llegues aquí diciendo mentiras.

Ella se hizo pequeña contra el sofá. Parpadeé repetidas veces y lentamente se formó una gran sonrisa en mis labios, sin mencionar el alivio que hubo en mi pecho.

—Por más que vuelvas a buscarme y me encuentres cada año, eso no significa que vayamos a volver o que tengas algún tipo de oportunidad —suspiró—. Le has hecho pasar un mal momento a Emma sin razón alguna y sabes que esas cosas no me gustan.

Ella solo asintió.

—Emma, muchas gracias por confiar en mí.

—Si —sonreí.

—Yang Mi es azafata. Nos conocimos en un vuelo. Como en la empresa le dan vuelos gratis ella se empeña en buscarme cada año.

—¡Eres muy injusto! —chilló Yang Mi.

—Yang Mi, hazme el favor de marcharte. Ya no estoy solo en la casa, así que no solo me molestas a mí, sino que también a ella.

—No puedo irme, Shin. No tengo donde quedarme.

—Renta una habitación en un hotel.

—Por miedo a que me dijeras eso vine sin dinero. Solo tengo lo suficiente para el taxi al aeropuerto.

Shin me miró nervioso, así que intenté sacarlo de esa situación.

—Puedes quedarte —suspiré.

—¿Estás segura? —dijo él, sorprendido.

—No la vamos a dejar en la calle. ¿O sí?

Negó.

—Emma, no quiero que estés incómoda.

—Está bien, después de todo solo serán unos días.

—Cinco —aclaró Yang Mi.

—Solo cinco días. —Forcé una sonrisa.

—¡Eres tan buena! —Shin se levantó y se sentó a mi lado.

—Lo sé.

Reí mientas recibía un suave beso en mi frente.

—Dan asco —Yang Mi se quejó.

—Yang Mi dormirá en la habitación de invitados.

—¡No! ¡No dejaré que ustedes dos duerman juntos! —gritó histérica.

—Encima que irrumpes en mi departamento y te dejamos quedarte, quieres arreglar las cosas a tu gusto —gritó Shin, incorporándose.

Rara vez le veía molesto.

—Tranquilo, dormiré con ella en tu habitación —le dije, tomándolo del brazo—. Después de todo son solo cinco días.

Shin estaba agradecido. Pero se notaba que no estaba contento con Yang Mi en la casa.

—Gracias por ser tan comprensiva.

Sonreí.

—Eso sí: no soy tu mucama, querida —le dije a Yang Mi, señalándola acusadoramente.

—Ni siquiera eres útil como mucama —se defendió.

—No insultes a Emma, si te molesta te vas.

Ella se sentó en el sofá nuevamente y se cruzó de brazos.

—Gracias. Eres mi caballero sin armadura —le dije con una sonrisa y luego le besé.

No voy a decir que no quise marcar territorio, porque sí que quise hacerlo. Automáticamente, Yang Mi se levantó y nos empujó.

—Si no te gusta te vas —repitió él.


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