Capítulo 13.

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Entré al baño y reí al recordar el rostro de Shin sonrojado.

—¿Aun te falta mucho? —Se escuchó del otro lado de la puerta.

—¿Eh? ¿Ya estas listo? ¡Qué rápido!

¿Acaso sería un ninja con la habilidad de la super velocidad al estilo dorama de época?

—Si, ya estoy listo —suspiró.

—Dame un momento y salgo.

Me apresuré y me sentí como en esos programas en los que los participantes se cambiaban de atuendo a toda prisa.

—¡Lista! —Abrí la puerta y él aún estaba allí.

—Bien

—Shin, acaso... ¿Espiaste por la ranura de la puerta? —Lo acusé.

—¡Eh! No, claro que no. ¿Qué dices? —Me miró como si fuera una bruja loca.

Comencé golpear la pared de la risa.

—Solo era una broma —me carcajeé.

Cuando me reía, habitualmente perdía el control y terminaba con lágrimas en los ojos, retorcida de risa en el suelo o con un dolor de tripa inmenso.

—¿Te encuentras bien?

—¡Ay, dios! —Intentaba calmar mi risa—. Sí, estoy bien —dije, carraspeando para posteriormente inspirar hondo.

—¿Vamos?

—Eres tan fácil de molestar... —indiqué.

—No es gracioso, Emma —habló chinchudo.

—De acuerdo, no lo es. —Intenté borrar mi sonrisa y tuve que hacer un gran esfuerzo para no estallar en carcajadas.

Él suspiró molesto y tomó rumbo a la puerta.

—Las llaves. —Le recordé al ver que pasó al lado de ellas y no las tomó.

Volvió sobre sus pasos y las tomó.

Puso la clave de la puerta y salimos rumbo al auto.

—¿Dónde quieres ir?

—Starbucks —respondí automáticamente

Si hay algo que amo en este mundo es Starbucks. Podría mudarme al lado de uno de sus locales para desayunar siempre allí.

—¡Vale! —dijo, guiñándome un ojo.

Nos dirigimos al coche y arrancó el automóvil mientras yo me abrochaba el cinturón.

—Oye, ¿conoces al grupo BTS? Son de Corea y los amo.

—Sí, los conozco. Hace poco hicieron una sesión de fotos para promocionar un nuevo producto de LG.

—¿No son perfectos? —grité.

—Realmente no me fijo en los hombres. Pero sí, son atractivos. Supongo que si yo fuera una mujer también me gustarían.

—Dicen que a principios del 2019 vienen a Argentina. ¡Me muero de la emoción! Si tan solo pudiera besarles una vez sería la persona más feliz del universo.

—¿Besarles?

—Sí, besarles.

¿Qué Army no querría besarles?

—¿En los labios?

—Sí, ¿dónde si no? Aunque, bueno, si pudiese bes... —Shin frenó de golpe—. ¿Estás loco? —Me asusté.

—Tu eres la que está hablando de besar a otros hombres. —Estaba enojado.

—¿Qué tiene de malo? Estoy soltera —aclaré—. Además, es una suposición. Eso nunca sería posible.

—Sí, bueno, sé que es solo una suposición —gruñó, poniéndose en marcha de nuevo.

—¿Entonces? ¿Solo intentaste matarme por las dudas?

—No. —Rio nervioso—. Es solo que... no me gusta que hables sobre besar a otros hombres, no está bien visto.

—Estamos en el siglo veintiuno, ahora nada está bien visto, sobre todo si te tienen envidia. Siempre tendrán algo para criticar y señalarte —dije, restándole importancia.

—Bueno, pero...

—Nada importa, uno tiene que hacer lo que lo hace feliz sin importarle lo que el resto opine, así es como puedes salir de entre las críticas dañinas de la gente.

—Si, pero...

—¿Pero qué, Shin?

—Si dejas de interrumpirme quizás pueda decirte. —Me miró de reojo.

—¡Oh! Buen punto.

—Pero... No me gusta que hables de besar a otros hombres, no me importa si está bien visto o mal visto.

—¿Te da celos? —bromeé.

—Si —respondió sin rodeos.

Oh... Yo no estaba lista para tanta sinceridad de golpe, se sintió como una bofetada.

No respondí.

—Llegamos. —Él estacionó y apagó el motor—. Quédate, deja que te abra la puerta. —Me indicó antes de salir.


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