Capítulo 11

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De un momento a otro, sentí como la respiración de Emma se tranquilizaba. La recosté y tomé su celular para avisarle a su madre de que ella estaba aquí.

—Hola —dije en cuanto contestaron.

—¿Otra vez tú?

—Sí, quería decirle...

—A mí y a mi chancla nos importa un comino que es lo que quieras decirnos. Esa niña vaga sigue ahí, ¿no? Dile que no vuelva. Así como no se atrevió a dar la cara el otro día, que ni se atreva a darla ninguno de los días siguientes. Su perro está bien, por cierto. ¿Quién me vino a pedir que pariese a una niña tan irresponsable? Si vuelve la bañaré en chanclazos. No la hagas llorar o lo lamentarás.

—¿Entonces sí está preocupada? —sonreí.

—¡Ja! Si la haces llorar no parará por horas. Odia las tormentas y no come sushi. ¡Ah! Y por nada del mundo la dejes beber alcohol, se vuelve un tanto caliente el asunto en esas ocasiones. Tómalo como quieras. Adiós, yerno.

—Adiós... Espere, ¿qué?

—Por favor, no dejes que Alex vuelva a herirla. Fue una época difícil para ella. Te lo encargo.

No me dejó responderle, pues colgó inmediatamente después de decir eso. Al menos mi suegra me apoyaba.

Miré a Emma quien aún tenía los párpados y mejillas húmedas y supe que era tarde para escapar de ella.

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