31.

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—¿Te puedo ayudar en algo? —Miro a la castaña mientras recoge mi taza de café—

—Oh no, aún no acabo... bueno, qué más da. ¿me puedes dar la cuenta? —Sonrío levemente y la chica asiente—

Miro la hora sobre mi celular y puedo notar que son a penas las diez y cuarto. Demasiado temprano para mí, debido a que los últimos ocho meses he estado acostumbrándome a una clase de rutina inusual. Despertándome a la doce del día, quedarme sentada en la cama y pensar en cosas que ya no tienen sentido, me vuelvo a acostar y quedarme en cama todo el día pensando qué he hecho mal para que tenga esta clase de sufrimiento en la vida, hasta que las lagrimas empiezan a salir diariamente ya es parte de una rutina para mí. Esa rutina se acaba cuando mi madre entra a mi habitación y empieza a abrir todas las cortinas y con ello dejando que el sol de medio día me de en todo el rostro.

Ella fue la causa de que me encuentre despierta en esta mañana tan deprimente. Me dejó muy en claro que si no trataba de salir por lo menos a caminar o hacer algo productivo jamás se iría de mi casa. ¡Por un demonio, lo que me faltaba!

—Aquí está su cuenta, son sesenta con cincuenta. —Dice muy amable.

Tomo mi billetera y saco un billete de cien. Se lo doy y esta me da el cambio de una vez. En cuanto lo hace doy las gracias y me levanto de mi lugar. Me encamino a la salida y empiezo a caminar si voltear a ningún lado, sin duda hay mucho sol el día de hoy puedo notar a toda la gente hablando mucho.

Que día tan más horrible.

Cuando estoy por doblar la próxima esquina logro escuchar como una chica grita, volteo mi cabeza hacía la izquierda y puedo notar un parque demasiado grande.... vaya, quién lo diría... Me quedo de pie unos segundos no se si hacerlo o no, pero, ¿a quien quiero engañar? Muy dentro de mí quería ir a ese parque. Mis pies se mueven inútilmente y empiezo a caminar.

Conforme me voy acercando puedo sentir una clase de sensación extraña dentro de mí. Toda la gente que se encuentra en el parque está en estado de alegría y emoción, una pequeña sonrisa se forma en mis labios al notar a una madre haciendo pequeños pucheros para lograr hacer reír a su hija de al menos un año. De forma instantánea toco mi vientre y lo acaricio como si un bebé estuviera dentro de mí.

—No es tan fácil como parece. —la mujer me mira con una sonrisa mientras mece la carriola—

—¿Disculpa?

—Tener bebés, no es tan fácil como parece. —sonríe—

Me quedo callada pero una pequeña y débil sonrisa se asoma en mis labios.

—¿cuántos meses tienes? —Dice con alegría—

—¿Qué?  —Frunzo el ceño—

—La forma en la que tocas tu vientre... ¿cuántos meses? ¿Dos?

Abro la boca para decir algo pero nada sale de ella. Me quedo un poco perpleja y la mujer me mira esperando una respuesta. Nada sale de mi boca y solo empiezo a tartamudear.

—Yo... yo.. yo no...  —Siento mi voz cristalizarse—

—Oh... lo siento. Yo creí que tú... —Se mira apenada la mujer—

—hasta luego.

Empiezo a caminar rápidamente, no volteo hacia atrás ya que me siento demasiado apenada y con mucha vergüenza. Creo que si hubiese hablado más tiempo con esa mujer las lágrimas saldrían sin control alguno. Mis pasos se vuelven lentos y torpes, sin duda alguna fue mala idea venir, salir de mi casa. A medida que estoy más lejos de esa mujer me empiezo a detener y me recargo sobre un árbol demasiado grande. Mi respiración es un tanto agitada y el desespero invade todo mi cuerpo, trato de relajarme ya que esto no me llevaría a nada bueno. Sin pensarlo dos veces abro mi bolso y salgo del pequeño frasco dos pastillas, las trago lo más rápido posible y doy un sorbo de agua que estaba en mi bolso.

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⏰ Last updated: Nov 04, 2018 ⏰

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Camille. |h.s|Where stories live. Discover now