<•> Capítulo cuarenta y nueve <•>

Start from the beginning
                                    

Asintió muy obediente y algo tembloroso. Lo solté, no sin antes arreglar un poco su alborotado cabello.

—Ahora —me puse en frente del muchacho pleitero y me crucé de brazos—. Explícame por qué te pegó. Motivos ha de tener, ¿o no?

—¡No lo sé! —gritó.

—Sophie.

—Dime.

—¿Qué fue lo que pasó? —le pregunté, mientras caminaba de un lado a otro—. O mejor dicho, ¿qué es lo que ha pasado estos días durante mi ausencia?

—Ha habido muchos rumores estos días, difundidos por él.

Lo sabía. Mi intuición me ya daba señales de qué se trataba.

—¿De qué? —pregunté, sirviéndome un poco de agua del jarrón que había en una esquina.

—De su relación —nos señaló a Ivo y a mí—. Él dice, que Ivo sólo está contigo por todo éxito, que pronto te darás cuenta que él, es sólo un interesado que está al pendiente de tu dinero. Y que no creen que puedas... —ella se detuvo a la mitad, analizando si era bueno continuar—. Fijarte en un retrasado como él.

Fue la gota que derramó el vaso. Vaso que hice pedazos estrellándolo contra el piso luego de tomar un largo trago.

—Todo esto me está dando un terrible dolor en el hígado, ¿saben? —dije, riendo un poco y me dirigí de nuevo hacia William—. Última vez. Que sea la última vez que escucho esa palabra en esta empresa, mucho menos de esa manera tan despectiva. ¿Sí saben que Ivo ha hecho mejor trabajo que todos ustedes juntos, montón de graciositos? Así que no sé quien sea el retrasado, pero estoy seguro, de que él, no es.

No me gustaba que todos los empleados se dieran cuenta de mi vida personal, era obvio. A nadie le gustaría. Pero, para que dejaran de ser siemples rumores, aclaré:

—Si Ivo está conmigo por mi dinero, no me interesa —ahora, lo miré a él y sonreí como nunca—. De igual manera gano mucho al mes. Con alguien debo compartirlo, ¿no creen?

Varios rieron, entre ellos mi prima, que como siempre, era la más escandalosa de todos.

—Pero... Estoy seguro de que ese no es motivo principal, ¿verdad Lane? —él negó, bajando la cabeza—. Tú no eres tan violento como para estallar en ira por algo así. Así que quiero que me digan el chisme completo y lo quiero oír de tu boca —exigí.

—No hay más motivos, señor —podía sentir el descaro, oyendo aquella última palabra.

—¿No? Entonces, ¿no debo suponer que estás celoso?

El chico frunció el ceño, a medida que sus mejillas se tornaban rojas.

—¿Por qué debería?

—No me gusta contar mi vida, pero... —¡pero que más daba! Necesitaba el ejemplo perfecto para hacer pasar vergüenza a ese idiota—. Cuando tenía doce años, estaba enamorado de  una niña muy linda. Y siempre, me gustaba molestarla. Molestarla al punto de hacerle la vida imposible, sólo para que me prestara atención.

Todos volvieron a reír, y algunos hasta silbaron en modo coqueto.

—¡Ya está! —añadió, Rosa, una chica de lentes bastante empeñada en su trabajo—. Entonces, fue por eso que le robó un beso a Ivo.

—¡Tiene razón! —apoyó un chico que estaba a su lado.

Poco a poco, todos estaban de acuerdo con Rosa. Y yo... Yo estaba apunto de morir de un infarto fulminante. Podía sentir claramente un tic que provocaba que mi ojo derecho parpadeara en contra de mi voluntad.

—¿Qué?

Todos guardaron silencio. Sabían que cuando yo sonreía de esa manera, como lo estaba haciendo, y hablaba de la manera más calmada posible, debía callarse y si era posible... Esconderse a tres metros bajo tierra.

—¿Cómo que un beso, William? —el susodicho, bajó la cabeza—. ¿Lo besaste? —no decía nada. Y esto, era sinónimo de ser verdad—. Perfecto.

Me acerqué a Ivo, quien ahora, estaba más nervioso, en tan poco tiempo ya me conocía, y sabía muy bien lo que haría.

—Quiero que prestes atención, William. Para que después, recogas tus porquerías y te largues. ¿Te gusta Ivo? Aaww, ¡qué lástima, fíjate! Porque este hermoso chico, ya tiene dueño.

Acto seguido, y sin dejar que Ivo dijera que no, lo besé. En frente de todos y más de ese imbécil. ¡Y como lo gocé! Lo tomé de la nuca y sin permiso alguno, metí mi lengua en su boca, dejándome arrastrar por un rico sabor a las fresas con chocolate que le había regalado para su desayuno. Él se resistía y no era porque no le gustaba, sino por la pena que estaba sintiendo. Pero no me importaba, al contrario. Puse mi otra mano en su cintura y con rudeza, lo pegué a mí.

Pude escuchar a Sophie, Romy y a otras chicas más gritando como locas, mientras algunos celulares con flash, captaban aquel beso digno de un premio. Así que para finalizar, abrí los ojos y miré a William, para después levantar una ceja.

Me separé de él y su rostro era un poema hermoso, la saliva le resbalaba y tenía unas cuantas lágrimas adornando sus bellos ojos azules.

Yo reí, reí con verdaderas ganas al ver la cara de odio y/o asombro que tenía ese imbécil. Pero, pronto esa risa se borró de inmediato y para hacer el momento más dramático, trasformé esa risa, en seriedad total, tanto, que daba un poquito de miedo.

—Te dije que si volvías a hacerle algo, me las pagarías. Así que... Suerte sirviendo hamburguesas.

°

°

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now