<•> Capítulo cuarenta y ocho <•>

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—¡Ay, Dios! La próxima avisen para tomar unas fotos bien ricolinas.

—Deja de decir tonterías, Romy —le dijo, como si estuviera cansado de sus comentarios—. ¿Y bien? ¿Quieren algo de comer?

—¡Yo, por supuesto que sí!

Derek llamó a Ilse y después de pedirle mi postre favorito, prácticamente obligó a Romy a seguirla, ella encantada, por supuesto. A decir verdad, se lo agradecí, para saludarlo como se debía.

—¡Álzame, Ivo! —estaba a punto de  darle un beso a Daddy, pero las insistentes manitas de Vincent, me lo impidieron—. ¡Por fitaaas!

—¡Sííííí! —lo hice, abrazándolo como si fuera parte de mi vida—. Pe-perdón, yo eh, cu-culpa de enfemar.

—Ssh. No digas eso, estoy bien. Creo que al fin, hacer ejercicio sirve de algo.

—¿Sabe? Fu-fumar malo y no hacerlo, eh, no deb-debería.

—Umm, tomaré tu consejo en cuenta, mi amor.

—Ujumm.

—No vayas a enojarte, ¿sí? Además, tampoco es como si me fumara cinco cajetillas por día, si acaso sólo dos.

—¡Igual! —exclamé y él abrió los ojos sorprendido.

—Vaya, vaya señor Lane. Ni se le ocurra revelarse, ¿okay? —me tomó del mentón y me obligó a mirarlo— Vea que no puedo quitar mi concentración del trabajo para castigarlo como se debe.

—¿Por qué un castigo, papi?

—Porque Ivo no me obedece, él tiene que hacer caso igual que tú, corazón.

Volví a aplicar mi gesto infantil: sacarle la lengua.

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Derek hablaba por teléfono, haciendo el máximo esfuerzo para que su voz no le jugara una mala pasada, aquella persona al otro lado de la línea, era importante.

Así que mientras daba una respuesta concreta, me hizo feliz que Vin estuviera en el despacho, el lindo gordito, no hacía ningún ruido y aunque un juguete se  le cayera, por suave que fuera el sonido, el niño se preocupaba.

—Parece que se lleva muy bien contigo, ¿no? —comentó ella y me sentí halagado—. No faltará mucho para que también te diga papá.

—Eso... —la verdad nunca lo había pensado, apesar de que últimamente él me veía mucho en su casa—. Eso, sería nindo, li-lindo.

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Luego de todo el trabajo y de que Romy se despidiera, me quedé a ordenar todo el alboroto que habíamos hecho con los documentos, Ilse se había ofrecido a ayudarme, pero me negué.

—Ve con él, de veras —me dijo, poniendo sus manos sobre las mías para evitar que siguiera—. Está en su habitación.

Él se había ido a descansar, en su cara se notaba que el resfrío lo estaba tirando al cielo y dejándolo caer.

—Ah, es que...

—¡Es que nada! —literalmente, me estaba empujando hacia la puerta—. Anda.

No tuve más opción que ir. Cuando estuve al frente de su puerta, sin la necesidad de tocar, me tomé la libertad y el descaro de empujarla. Vin dormía a su lado, con una pequeña cobijita verde tapándolo y él..., Estaba dormido, o al menos eso parecía, pues tenía el brazo ocultando su rostro, pero el cigarrillo entre sus labios aún estaba encendido.

Me acerqué tratando de no hacer ruido. Al estar cerca de su rostro, me deleité mirando con detenimiento sus lindas y masculinas facciones. Pero, a lo que iba. Con mucho cuidado, le quité el cigarro y de inmediato, sentí sus fuertes brazos colocándome encima suyo.

—Sshh. Vin se puede despertar —me dijo, guiñádome un ojo—. ¿Romy ya se fue? —asentí—. Devúelveme eso.

—Nop.

—Ivo. Dámelo.

Hizo el intento de arrebatármelo, pero se impedí, metiéndolo a mi boca mientras sonreía con picardía. Me incorporé, sentándome justamente donde yacía su entrepierna. Él levantó las cejas y se mordió el labio.

—Miren nada más... ¿Sueles fumar? —sus manos se colocaron en mi cintura y la pretó con fuerza.

—At-antes hacía.

Le di una calada y solté el humo por la nariz. Aquello pareció encantarle, mas tomó el cigarrillo y lo apagó en el cenicero de al lado, gruñó molesto y también se incorporó, para besarme tal y como me encanta: con desesperación. Esto esto, para luego morder mi labio y decir:

—Tú estás buscando que te haga mío por completo, ¿no es así, babyboy?

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Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now