<•> Capítulo cuarenta y siete <•>

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—¿Las cosas van bien? —volví a asentir, pero no tenía intenciones de contarle más allá de eso—. Bien, me alegra. Aunque... Me gustaría hacerte una pregunta.

¿Y ahora qué? ¿Seguía queriendo estar chismeando?

—Cl-Claro.

—Es con respecto a Jörg —rascó su sien y sonrió con nerviosismo—. Él no te dijo con quién, ya sabes..., te engañó?

Wow.

Wow.

Recontra wow.

¿Qué clase de pregunta era esa?
Me daba la impresión, de que ella era chica con la que se acostó.

—No. No, él no...

—Ya veo —pude apreciar, que el alivio que la embargó al escuchar mis palabras—. De acuerdo, entonces, ¡qué todo de vaya bien con el ricachón!

Sin quererlo, me hice amigo del miedo. Miedo que tenía al pensar que él podía hacer lo mismo: dejarme por su esposa.

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—¡Cariño de mi vida y mi corazón! —a Romy de veras que no le importaba que su voz podía ser molesta hasta cierto punto—. ¿Cómo sigues?

—Ho-hola —me puse de puntillas para poder así darle un beso de saludo en la mejilla—. Bi-bien.

—¡Claro! ¿Cómo no vas a estar bien, si Kellerman te cuidó de la mejor manera? Eh, te pillé —me señaló, con una sonrisa pervertida—. Me has hecho falta, ya sabes, los chismes...

Reí y rodé los ojos. Me acerqué a mi lugar de trabajo y acto seguido, quebré la tableta de chocolate a la mitad y le di un trozo, pues, llevaba mirándolo con ganas de probarlo.

—¡Ay, tan belloooo, gracias!

—¿Có-Cómo todo acá? ¿Bi-bien?

—Excelente. El único problema es que hoy no nos podemos atrasar con los términos de varias propuestas... Derek aún no viene y ya es tarde —se mostró preocupada y mordió el dulce.

Casi siempre, él era quien llehaba antes. De hecho, aquello me encantaba porque me daba el buenos días de la mejor manera: besándome.

—Llamar —hice el ademán y ella negó de inmediato.

—Nunca contesta cuando viene de camino.

Si era por eso, recordé que le gustaba su momento a solas cuando manejaba.

Seguidamente, el teléfono del escritorio de la carismática secretaria, comenzó a sonar. Mientras ella corría por contestar, me senté en mi silla, aquella que ya me hacía falta. Miré la hora en el reloj que estaba en medio de la pared y terminé de comer el chocolate; aún faltaban cinco minutos para empezar.

—Ivo, ven... —Romy me hizo señas y me acerqué—. Quiere hablar contigo.

Confundido, pero a sabiendas de quién era, hice la tontería de cuestionarme quién era.

—Bue-buen día —contesté, un poquito nervioso.

—Hola, precioso —escuchar su voz tan sexy me hizo sonreír—. Al fin de vuelta, ¿eh? Lástima que no podré estar ahí.

—¿Eh? ¿Por qué? —hasta yo me sorprendí de que no tartamudeara en ese punto.

—Ahora yo estoy enfermo, desperté y me siento como una mierda.

¡Por favooor, nooo! Todo por mi culpa. Era más que evidente que se contagiaría de mi resfríado intercambiando saliva y demás.

Ni siquiera fui capaz de responderle por la pena grandísima que me estaba consumiendo.

—No podré acosarte ahí, pero en mi casa sí.

—No entendo —¡noooo, así noooo!— enti-tiendo —para este punto, Romy estaba pegada a mi lado, escuchando la conversación.

—Sylvio pasará por ambos en unos cuarenta minutos —sí, definitivamente no entendía nada—.  No puedo perder el negocio pendiente de hoy y quiero que tu me ayudes. Dile a Tamara que te empaque una  computadora portátil del almacen, al igual que Romy, pasen los archivos y los espero acá. ¿De acuerdo?

—¿Usté... Bien? —no me importaba no responderle al acatamiento de orden, sólo él...

—Estoy bien, amor —cada vez que me decía eso, mi corazón quería detenerse de la emoción—. Sólo me duele la garganta y los estornudos no me dejan solo.

—P-perdón. Es culpa de mí y...

—Detente, ¿sí? No te culpes por eso, Ivo. Estoy bien. Nada más ocupo de tus ricos besos para mejorarme.

—¡Kyaaaaaaaaaaa!

Juré y perjuré que casito me da un infarto al escucharla gritar. De veras. Casi boto el telefóno por el susto.

—Esa Romy... Como que le gusta nuestras de cariño, ¿no crees?

—Ajá...

Para este punto, no podía hablar de la vergüenza y/o confusión al ver a la chica totalmente feliz y... Pervertida.

La risa de Derek me derretía por completo.

—Luego te veo.

—A-Adiós —coloqué el teléfono en su lugar y me dirigí hacia Tamara.

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Sylvio estaba afuera del edificio, esperándonos, recostado al auto. Al vernos, sonrió y tan educado como siempre, nos dio los buenos días.

Nos subios al vehículo y noté a Romy un poco nerviosa. Quería preguntarme algo y tal vez por pena, no lo hacía.

—Cariño...

—¿Sí?

—Me gustaría hablar contigo, algo sencillo. Bueno, no es que me guste el chisme —jugaba con los mechones de  su cabello—, ¡por supuesto qué no!

—Ajá... —reí y miré por la ventana.

—Él me informó de su trámite de divorcio.

Bueno, no lo culpaba, era obvio que debía estar al tanto, siendo su secretaria, Derek necesitaba tener todo en orden.

—Pero... ¿No crees que él cambie de parecer cuando ella llegue?

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Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now